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Dedicado a Eiza-Malfoy

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Sí es solo dulce
Pongámosle sal entonces

Porque quiero que conozcas más de mi
Más que cualquiera, quiero contenerme
Pero no puedo, no tengo experiencia
¡Es tan frustrante!

Por más que hago de todo, es en vano
Y se va en sentido contrario

Mis recuerdos enterrados en algunos períodos de tiempo
de cuando estábamos juntos
Son tesoros

[Vanilla Salt.- Yui Horie]

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El tiempo transcurre con normalidad, aunque ya no puede dejar pasar la tensión entre los tres adolescentes cuando están en su hogar, son claros sus intentos para ignorarla, pero es tan obvia, al menos para los dos varones, que siempre está ahí.

Cuando llegan, Izuku -casi- corre por estar en la cocina, ya sea acompañado de su madre, hermana o de quien sea, siempre que no sean Shoto e Inasa, también parece que es el único con el que ya no importa si guarda las apariencias, estando solos se permite lucir tal cual se siente, triste y vulnerable.

Lo que le deja un sabor amargo en la boca, el peliverde tiene facciones demasiado delicadas, como si la transición de su pubertad no fuera a suceder nunca, por lo que ver emociones tan negativas en un rostro de apariencia infantil se siente como hacer a un niño llorar.

Y a nadie le gusta hacer llorar a los niños, principio básico.

Shoto por otro lado se hace el tonto ante la evidente toma de distancia por parte del peliverde a su persona, y aunque en ocasiones ha visto que parece querer arreglar ese algo, Inasa interrumpe la conversación, el bicolor vuelve con ella a la sala y los ojos de Izuku después de esto lucen más desolados.

Ugh, por eso odia los problemas de adolescentes, y odia más verse inmiscuido todo por su gran bocota.

-Dabi, pásame la pimienta por favor- despierta de su ensoñación con la voz de su madre.

Obedece y se la entrega, quedándose a su lado en la estufa, la peliblanca revuelve con maestría las diferentes ollas de una comida casi lista. Se acostumbró a ver como su progenitora y el ojiverde se acoplaban a la hora de cocinar.

Si es franco consigo mismo, está demasiado habituado a la presencia de Midoriya en su hogar, desde sus pláticas hasta sus risas, o la forma en que sonríe de verdad cuando bromea, es increíble que en tan solo dos meses le sea peculiar no ver al chico siendo que no sabía de su existencia antes de eso.

Son las ocho de la noche, y aunque la diferencia de hora de llegada es bastante notoria, no debe faltar mucho para que los jóvenes lleguen.

-Ni se te ocurra meter el dedo. Mejor ve a la sala y espera junto a tus hermanos- Rei le riñe mientras lo empuja para alejarlo de algunos de los platillos.

Ríe suavemente, dejándose caer junto a Natsuo en uno de los sillones, por televisión transmiten el aviso a una secuela para aquella película de súper héroes que vieron por primera vez con el pecoso.

-Ya estoy en casa-

-Bienvenido- responden al unísono, riendo más de uno por la sincronización.

Clímax de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora