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Habían pasado las primeras 24 horas de su encierro; el sol brillaba en su máxima expresión y los pájaros cantaban mientras de vez en cuando picoteaban la ventana de la habitación matrimonial. Probablemente hubieran sido despertados por aquellos animalitos de no ser que sonó primero el despertador.

La rubia fue la primera en despertar. Largó un bostezo, apagó la alarma y se frotó los ojos. Divisó a aquel cansado hombre con el que compartía cama y se volteó para recostarse encima de su pareja mientras lo abrazaba y le daba suaves besos al lado descubierto de su rostro.

— Buenos días, amor.– sonrió de buen humor la famosa estilista, sintiendo aquella peculiar sensación tan grata de realización en todo su ser.

Pero en su defensa... ¿como no iba a estarlo? Después de su momento de pasión de la noche anterior, era normal que estuviera tan optimista a pesar de su dolor matutino de espalda.

— ¿Mmmh? ¿Qué hora es?– el músico bisbiseó con la cara pegada a su almohada.

— Las 7 de la mañana...– contestó, mientras le acariciaba el cabello y acomodaba su largo flequillo teñido detrás de su oreja.— ... Será un largo día.

— Tengo... Que... Despertar a las niñas.– luchó contra su cuerpo para levantarse, pero las sábanas estaban tan cálidas y él estaba tan cómodo que estuvo a punto de volverse a quedar dormido.

Tras mucho esfuerzo de su parte logró salir del cuarto y entró a la habitación de las gemelas, acercándose a la cama más cercana y sentándose sobre el colchón, comenzó a besar la cabeza de la pequeña Charlotte.

— Hey... ¡Es hora de despertar!– mencionó suavemente.— Vamos, Charlotte, tienen que tomar clase en treinta minutos...

La niña se tapó hasta la cabeza, ignorando el llamado de su padre. En el otro lado del cuarto, la gemela menor se despertó de un salto, estirándose y mirando con una dulce sonrisa a su padre.— Buenos días papi.

— Hola, bebé. Baja a desayunar algo y enciende la computadora; en un momento bajo.- Le dijo acercándose para también besar su frente.

— Está bien.– respondió, le dió un beso en la mejilla y se fue a una puerta aledaña que cumplía función de clóset y almacén para ambas para cambiar su vestimenta -de la cintura para arriba, obviamente-, para luego proceder a tomar el desayuno que su madre le estaba preparando con mucho amor y esmero.

Mientras tanto, el hombre de cabello azabache se volteó a ver a su renegada hija que yacía bajo las sábanas totalmente cubierta.

— Mi amor... Levántate por favor.- movió su hombro.

— ¡No quiero ir a las clases virtuales!– gritó desde su escondite.— Tengo mucho sueño.

— Charlotte... Es muy temprano para pelear. De verdad, ya despierta.

— ¡No quiero! ¡Vete ya!

— ¡No te pregunté si querías!– exclamó comenzando a desesperarse.— ¡Tienes que tomar clases si quieres ser la presidenta de París!- la sacó de las sábanas y se la echó al hombro mientras pataleaba.

— ¡Como tu presidenta te ordeno que me bajes!

— ¡No puedes ordenarme cosas mientras vivas bajo mi techo!

— ¡Entonces no te cambiaré el pañal de viejo!

— ¡Chloé!– gritó llegando a la cocina y sentándola en la silla en contra de su voluntad.— ¡Controla a tu hija!

La rubia se rió al ver a su marido llegando a la cocina peleando con una niña, eran muy lindos juntos.

— Ya, ya, a desayunar Charlotte.– dejó un plato lleno de cereal frente a ella.

Cuarentena: Sobreviviendo Estilo Couffaine (Fanfic Lukloé)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora