Capítulo 0

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Las cosas no van bien dentro de la oficina.

Los socios del señor Hamilton no son muy diplomáticos, pero mantienen la correcta elegancia a la hora de dirigirse a él.

Black Hamilton suele imponerse ante todas las personas que se le presentan, a veces no sé si lo que impone exactamente es miedo o respeto, o ambas.

No entré hace mucho a la empresa pero si algo he aprendido con el pasar de estas dos semanas que llevo en su despacho privado, es que los negocios verdaderos se llevan a discusión una vez que terminan los horarios de las funciones públicas o una vez que empieza a atardecer.

Llevan dos horas y media ahí dentro. Y es la tercera vez que escucho al socio de mi jefe levantar la voz. Hay algo ahí que no va bien. Me tiento con acercarme a la puerta, pero no lo hago. Mantengo mi mano cerca del móvil en caso de tener que llamar a Emergencias en cualquier momento.

A veces estas personas me inspiran verdaderamente miedo, sólo espero que no le hagan daño a él.

Black me dio trabajo, si bien se mantiene con una frialdad enorme y no filtra una sola palabra acerca de su vida privada, me trata con mucha seriedad y respeto, aunque me tenga trabajando hasta altas horas, aún cuando el resto de las personas en la empresa ya se fueron a sus casa, yo no puedo moverme de mi puesto.

Lo reconoce pagando horas extras, pero a decir verdad, no puedo ceder, necesito este lugar. Trabajar para él me enseña mucho acerca de mi carrera, además de que es algo que me permite ser el pilar económico que mi familia necesita en este duro momento.

—¡Vete al carajo, Hamilton!

La voz me hace dar un salto y vuelvo rápidamente tanto la vista como las manos al teclado, fingiendo que tengo trabajo que hacer. La verdad es lo que debía hacer lo terminé hace una hora, pero si me he quedado también ha sido por la seguridad de mi jefe.

Es un hombre que a su corta edad de treinta años, ocho más que yo, ha conseguido hacer una gran fortuna y negocios con personas poderosas. Un emprendedor de todas las letras, aunque mucho se dice acerca de la rapidez con la que amasó su fortuna.

Jack Robinson, un socio comercial de gran trayectoria en el rubro abre la puerta y sale con sus dos acompañantes, unos mastodontes trajeados que dan miedo, hasta el exterior de la oficina.

—Hasta luego, señor Robinson—lo saludo con cierto temor.

Pero ellos pasan y me siento una estúpida por el gesto.

Vaya.

Eso sí que ha estado tenso.

Una vez, la secretaria que me acompaña por las mañanas en la secretaría, me dijo que Robinson es un matón de primera línea que no le gusta que el señor Hamilton esté haciendo negocios con él.

No sé qué se traerán entre manos, pero lo que sea, no está resultando.

Me pongo de pie y me acerco a su despacho. Se retiraron sin preocuparse en cerrar la puerta, así que tomo la osadía de acercarme, con el corazón en un puño y el temor de encontrarme una escena lamentable.

Por suerte, no le hicieron daño. Aparentemente.

Él está con los codos sobre el escritorio con las manos sujetando su cabeza como si le fuese a explotar en cualquier instante. Esto me genera un temor descomunal. El poderoso hombre al que todos le temen, al que todos admiran y respetan, ahora parece doblegado.

Muchas cosas veo pasar por acá, pero de nada hablo, por supuesto.

Menos de la escena que acabo de presenciar.

Hijo de la Mafia (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora