Capítulo 6

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Ante el hecho de que Black corrobora que estoy despierta, parece que la ira que sale de su garganta hace estallar todo mientras me pongo de pie de un salto y recojo las cosas para meterme a darme la ducha más veloz de mi vida.

—Di...disculpe, señor—mi voz evidencia el temor que es mayor a perder mi trabajo que a que me quiera asesinar—, yo tengo sus llaves. Me las traje anoche, sin querer. Lo siento. En breve estoy.

—Demonios, ¿cuánto crees que te vas a demorar?

No me gusta que insulte mientras habla conmigo, yo intento hacer las cosas, yo estuve hasta tarde chupándole la verga para que luego me haga cerrar todo y él irse a dormir todo descontracturado.

Pero por supuesto que no puedo quejarme ni decirle nada, caray, no puedo y lo deseo como nunca. "Tranquilízate Mina, piensa en tu madre, piensa en que dos personas dependen enteramente de ti incluyéndome a ti misma, por supuesto, solo mantén tu cordura y la buena compostura."

Está claro que no consigo relajarme, pero de todas maneras intento ser cauta:

—Le dije que ya voy.

—¿Acaso tienes coche?

—No, señor. Voy en el transporte público. Ya voy.

—¡Tengo una reunión importante en media hora! El recorrido y las vueltas que hace el bus para llegar no te hará estar en media hora.

—Lo siento, no tengo otra opción.

—Es urgente, Mina. No puedes llegar tarde ¡y mucho menos llevarte las llaves de mis oficinas particulares! Ninguno de los subgerentes puede ingresar ahora a las oficinas para trabajar como corresponde, entorpeces el trabajo de tod...

—A ver si soy clara—la versión audaz de mí misma no soporta el ninguneo de este hombre y toma las riendas sabiendo que me estoy jugando la cabeza al hacer esto—: Una hora más o una hora menos no cambiará que usted siga ganando millones, señor Hamilton. Además, sé porque yo manejo las ajenas, la suya en particular, que no hay ninguna reunión que trate sobre negocios hasta dentro de dos horas, así que reconozco que he tenido mis faltas en la tardanza y en traerme las llaves sin querer, así que le pido que no me grite y aguarde.

—¡Yo no te estoy gritando!

—Sí, lo está haciendo. E insultando. Eso es faltarme el respeto.

—¡Ja! Qué clase de persona te crees que soy como para que te dirijas a mí de ese modo.

—El explotador machista que todo el mundo se enterará que es. ¡Es...usted un ogro!

—Ya, calma. No uses esos términos. Yo... No quiero estallar, ¿sí?

—Tendrá que controlarse señor Hamilton, porque he grabado la conversación. No querrá que la gente se entere el modo por el cual trata a su secretaria privada. Y que la obligó a hacerle una felación.

La voz no me tiembla aunque por dentro estoy que me retuerzo del miedo.

—Por un...demonio... Tú...

—No es mi idea, señor Hamilton. Pero le sugiero que se mantenga con respeto.

—A ver, Mina. Mi agenda personal no es lo mismo que mi agenda profesional. Anoche no te obligué a que hicieras nada y no tienes idea de las cosas que realmente debo hacer. Así que, para que veas lo que este hombre terrible es capaz de hacer, dime dónde vives. Yo mismo te iré a buscar y te traeré a tu trabajo.

¿Qué?

Su propuesta me toma por sorpresa. No sé qué tan peligroso pueda ser aceptar algo así. Claro que nada de bueno puede implicar eso ni la ironía en su tono de voz.

Hijo de la Mafia (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora