Capítulo 3

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Cuando Black enreda los dedos de ambas manos tras mi nuca jugando con mi cabello, ya tengo su glande llenándome la boca.

No llego a la mitad de su pene y ya tengo el paladar a tope. Lo primero que me impacta es el sabor. Una mezcla de gusto a gel de ducha y el sabor clásico que lleva la piel. Lo que aún no entiendo pese a todo es por qué resulta algo que me gusta tanto, que me atrae. que me interesa. Siempre pensé que hacer esto sería caótico, que me costaría, que el sabor no me gustaría o que no sabría de qué manera hacerlo.

Pero sólo es asunto de tenerla ya en la boca para saber cuánto me gusta.

Obviamente que no es lo mismo tener la de un hombre como Black Hamilton que la de otra persona. Obviamente que no es lo mismo saber que una persona a quien veo pasar siempre, que impone su presencia con el solo deje de su perfume cuando se regodea por el costado, que al hablar más de una persona hace silencio tras percibir su tono de voz demasiado firme y...

—Rayos, Mina, qué bien lo haces.

Me dan ganas de preguntarle, de saber si lo está pasando bien, pero en cuanto la tengo fuera de la boca, mi mano se dirige a rodearla completamente, probar su grosor y valiéndome de que está bañada en presemen y saliva, deslizo mi tacto hacia arriba, hacia abajo, masturbándolo y deleitándome con el espectáculo de contemplar el cuerito de su prepucio descubriendo el glande, rosado, grueso, más ancho que el resto del tronco.

No sabía que esto me gustaba tanto hasta hoy.

No sabía que lo deseaba de manera tan imperiosa hasta el día que lo probé.

Me gusta.

Me llama la atención una gotita de presemen que se desliza por la abertura de su pene.

Y lo lamo con la punta de la lengua.

Él tira la cabeza hacia atrás marcándose la nuez de Adán y escuchándole soltar un lento sonido gutural quie se oye casi como el rugido de un león.

—Ay, carajo, nena... Cómo puedes hacerlo tan bien.

"Nena", "bebé". No sabía que esas palabras podrían llegar a tener un sentido casi musical para mí, para mi deseo.

Me llena de lujuria el hecho de probar el salado sabor de su presemen y sentirlo deslizarse por mi garganta.

Así como llevarme su glande a los labios, a permitir que me ingrese en la boca, a que se deslice por mi paladar y succionar con fuerza.

El asunto es que con la succión, su pene me llega a la garganta y él empuja, metiéndomela casi, casi toda.

Durante un momento me cuesta vilmente respirar, me preocupa, pero me fascina tenerla en mi boca llena. Casi me hace lagrimear los ojos, pero él la saca en el momento justo.

—Carajo...

Y no lo quiero tener fuera. Me lo vuelvo a meter en la boca y masturbo la parte del pene que no termina de entrar.

—Demonios, no...

Pero sigo.

Me gusta sentir la manera en que mi jefe se retuerce en su sillón ejecutivo mientras se la chupo.

—Mina, estás a punto... No...Por favor...

Su respiración se entrecorta y es casi un motor que me acelera a que chuparla con mayor voracidad que antes. Es asombroso.

—Mina... Mina... Voy a...

Y sigo. Sigo haciéndolo con intensidad, incrementando la rapidez y sigo succionando, adicta a su sabor, a tenerla en mi boca. A su sabor delicioso.

—¡CARAJO, MINA!

Y se retuerce como si una corriente eléctrica naciera desde la zona baja de su abdomen...

...en el momento que un chorro de semen caliente baña mi lengua, mi paladar y hasta mi garganta.

Un día le pregunté a mi padre qué era un preservativo.

Él bebía agua cuando llegué un día de la escuela y le solté el improperio. Él casi se ahoga. Me miró con extrañeza y no entendía por qué se alteraba de tal manera.

Tenía sólo trece años, apenas me encontraba descubriendo un mundo lleno de novedades. Que a él le asustaron:

—¿Qué? Hija, ¿estás bien? ¿Alguien te hizo algo?

—Sí, papá. Pero tengo esa duda. ¿Me la podrías responder?

El problema era que para aquel entonces aun no tenía acceso a internet por lo que podría haberlo googleado, pero no fue factible.

—Pero—él seguía con las palabras atropelladas en su boca—, ¿qué dices? ¿Por qué me lo preguntas? ¿Dónde escuchaste esa palabra?

Mis amigas me la dijeron. Estábamos cuchicheando en el baño de mujeres sobre una compañera que "había perdido la virginidad" cosa que me hacía ligeramente una idea al respecto. Hasta que una de ellas soltó lo mismo que le dije a papá:

—Mandy me pidió que te pregunte.

—¿Y quién es Mandy?

—Mi mejor amiga.

—¿Y por qué tu mejor amiga quiere saber lo que es un pre...? Caray, que al menos terminen la escuela antes de andar pensando en esas cosas.

—No lo sé, papá. Una amiga le dijo que use preservativo y ella nos preguntó a nosotros qué era eso. Y yo te lo pregunto a ti.

—Pues... Creo que será mejor que se lo preguntes a tu mamá.

—¿En serio?

—Sí, hija. Ahora, si no te molesta, debo empezar mi turno vespertino en el trabajo.

—¡Pero papá!

Antes de salir, se la cruzó a mamá. Escuché que le dijo:

—Hazte cargo, tu hija quiere saber cómo se usa un condón.

—¡Papá, no estoy hablando de cordones! ¡¿Alguien me puede decir qué demonios es un preservativo?!

Debo admitir que de joven perdía fácilmente la paciencia.

Hasta que mamá me lo contó.

Y quedé horrorizada.

Durante mucho tiempo el sexo me pareció algo horrible y sucio.

Hasta que un día llegó el momento de probarlo.

Algo al menos.

Y jamás pensé que mi primera experiencia en un juego preliminar sería tan deliciosa.

Black sabe a menta, a gel de ducha y al poder masculino.

Black me ha vuelto loca...


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