Luke
Calum, Michael y Ashton estaban sentados en distintos sillones, todos con los brazos cruzados, sonriendo.
-¿Hola?- saludé, disimulando lo incómodo que era eso.
-Lucas, buen día- dijo Michael-. ¿Algo que quieras contarnos?
Abrí la boca y volví a cerrarla. Miré a Ash y el me lanzó una mirada de culpa, pero ni así sabía cuánto les había dicho sobre lo sucedido con Gwen.
-Porque nuestro buen amigo, Irwin, nos ha contado asuntos interesantes- continúo-. ¿No es cierto, Calum?- Calum no respondió porque estaba tecleando en su celular. Michael le golpeó la mano-. ¡Hood! ¡Esa cosa será parte de tu cuerpo un día de estos!
Él arrugó la nariz y lo guardó a regañadientes.
-Pareces mi madre.
-Solo me preocupo por tu bienestar.
-Por eso, justo como mi madre.
Aproveché la distracción para dar un par de pasos más.
-¡No te muevas, Luke Hemmings!-chilló Calum-. Lo sabemos todo.
-¿Y quieren que se los repita?
-Tu versión podría ser algo más seria que la de Ashton. Él se rió mientras hablaba.
-¡Hey!- se quejó él, riendo.
Me senté entre Michael y Calum, y empecé a hablarles sobre Gwen. Ellos no recordaban mucho de lo que les había contado hace un año, pero Cal si podía recordarla y reconocerla. Con lo que sucedió en el Starbucks, rompieron a reír.
-Solo no te comprometas mucho- pidió Michael cuando les hablé de la cita.
-No- mentí, viendo a Ashton sonreírle estúpidamente a su teléfono y contestar una llamada-. Para nada.
Todos fruncimos el ceño simultáneamente. Por lo general, él sonreía de esa manera con las llamadas de Gemma; pero no era su tono. (Ya habíamos memorizado el tono de llamada para ella). Me sentí cansado, y avisé que iba a dormir. Ellos hicieron ruiditos divertidos y comentarios sobre descansar antes de una estimulante cita. Pasé junto a Ash, camino a mi dormitorio y él contuvo las ganas de reírse (lo que era difícil y extraño).
-Descansa, Luke- dijo, y regresó con los chicos.
En la mañana, tuvimos una pequeña entrevista para una estación radial. Ninguno de ellos mencionó a Gwen, por suerte, aunque me daban vistazos burlones. En las horas de la tarde, le envié un mensaje. Habíamos quedado a las dos en un cinema no tan concurrido del sur de Londres. Mientras decidía qué ponerme, Cal entró y se paró a mi lado.
-La chica, eh, Gwen, es muy bonita- murmuró-. ¿Te gusta, Lukey?- asentí-. ¿Estás enamorado de ella?
No supe qué gesto hacer. Seguro él lo notó, porque palmeó mi espalda, diciendo:
-Usa la chaqueta de cuero negra y un pantalón del mismo color.
-¿Ahora eres mi asesor de imagen?
-No desperdicies mis consejos, Hemmings- advirtió, mostrándome su lengua-. Sé por qué te lo digo.
Le hice caso: finalmente, Calum era al que mejor le iba con las chicas. Todos silbaron al verme, pero era demasiado obvio que escondían algo. Siempre actuaban de la misma manera y he de admitir que no eran las personas más disimuladas sobre la tierra.