₡∆PÍTULO N°3

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Harry continuó con un largo camino de caricias por esa cálida piel expuesta.

Los grandes brazos de Jay tenían presas a sus caderas, abrazándolas con suavidad y no dejando que se movieran de su sitio.

El sol ya había huido tras las nubes y una naranja luz iluminaba el resto de la tarde, perfilando la quijada de un lindo castaño en su regazo.

Un gruñido sonó cuando las traviesas manos del pirata descendieron por el pecho del contrario y siguieron bajando sin cuidado alguno.

—Creo que tienes un problema, príncipe —el hijo de Jafar lo escrutó con un leve temblor en su respiración, esos ojos negros brillaban en diversión y esa sonrisa de lado era por pura travesura ha ser cometida.

Dedos largos acariciaron el elástico del pantalón deportivo y se encontraban tentadoramente cerca de su entrepierna.

Esto era jodidamente provocativo.

—Espero puedas ayudarme con eso —Harry se relamió los labios antes de besar los de Jay lentamente.

La privacidad sonaba muy bien ahora.

—A tus órdenes —susurró, ya teniendo a su palma rozando directamente ese bulto caliente y duro —Parece que estabas preparado para esto —insinuó con diversión, cuando ninguna ropa interior obstruyó sus objetivos.

—Eres muy sucio —se limitó a decir el contrario, tragando saliva cuando fue rodeado por completo —No tengo una ropa interior de repuesto aquí.

—Entonces es una sucia señal, bonito.

Jay rió, solo acariciando la espalda del chico que ahora mismo lo seducía de manera espectacular, utilizando sus orbes oscuras como principal arma de fuego y sus perfectas manos que le hacían tocar el cielo.

Sacudidas lentas empezaron, roces verticales lograron acariciar su hombría por completo y apretones dulces le sacaron un deseado gruñido.

Era una caricia impartida de manera perfecta.

Tener los ojos cerrados y morderse los labios era una grandiosa técnica para no explotar de emociones en ese momento.

Aunque, por un instante, los movimientos infernales se detuvieron, haciendo que Jay jadeara bajo por ello, pero rápidamente se encontrara a sí mismo exhalando con fuerza al sentir el descenso de un formado cuerpo entre sus piernas.

El conocido sonido de sus cadenas hicieron eco en la habitación cuando Harry se arrodilló en la alfombra.

Su propia mano llegó a la cabellera corta, con ansias y acariciándola sedosa, suave y levemente sudorosa, sabiendo muy bien qué es lo que Harry tenía en mente en ese preciso momento.

Sus muslos apresaban ahora al ferviente amante que lo observó firme desde su posición, hambriento  y con un ápice de lujuria delineando sus labios.

Agradecía que la música de Harry fuera en su mayoría conciertos en vivo, llenos de gritos inconmensurables e instrumentos musicales a todo volumen, porque tales sonidos excéntricos ayudaban a que los altos alaridos de Jay no llamarán la atención de cualquiera que se encontrara cerca del pasillo.

La humedad se sintió increíble, la cavidad lo cubrió por completo y una vivaz lengua acariciaba cada espacio que creía conveniente.

Los ojos negros no se apartaron ni por un segundo.

—Demonios —su propia voz sonó desesperada, ronca y pidiendo más de manera implícita.

Era difícil no dejarse nublar por el placer en situaciones como estas, especialmente si podía notar la experiencia que Harry tenía cada que sus encuentros carnales se hacían más habituales.

Carita hermosa: Una aventura en AuradonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora