Desgracia En La Muralla

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—¡Es tan patético! ¡Solo me limito a hacer lo que me pide sin siquiera poder serle de ayuda! — se lamentaba Nadia dejando caer lágrimas ante su inmensa agonía, a su mente llegaban sus fracasos previos en simples acciones mágicas como liberar un elemento en un orbe, la mirada llena de decepción de Thomas, sin palabras se fue creando una barrera silenciosa de desaprobación, la cual la consumía por dentro pese su intento de conseguir la aprobación de su maestro — siempre desee tu respeto, me inspiraste desde que te vi en acción hace tres años atrás, tu ejecución de la magia y aquella manifestación.

El corazón de Nadia se estremecía tan solo con el recuerdo de aquel momento repleto de luz y círculos mágicos que adornaban a Thomas quien se imponía sobre toda existencia a su alrededor, ella siempre solía compararse contra está imagen de su maestro, solo cayendo en una inmensa desesperación difícil de ignorar al ver la abismal diferencia.

—Se muy bien que al tener una mayor cercanía al Axis Vitae mayor cantidad de fuerza uno es capaz de usar, pero para ello requieres el conocimiento adecuado en mi caso como maga, consiguiendo un dominio de la magia básica de liberación, convocando orbes, controlando al elemento con el que se hizo un convenio al ser asistido por un maestro — recordaba como ambos, aprendiz y alumna subían a un enorme montaña helada.

Los recuerdos eran tan vividos que aun podía sentir la furia de la ventisca eterna en su piel, ni su ocho capas de ropa podían ofrecer un resguardo idóneo para el clima tempestuoso. El avance era lento ante el increíble nivel de la nieve, volviéndose en todo un reto para los viajeros, sin embargo pudieron alcanzar la punta de la montaña descubriendo una deslumbrante luz cautivadora entre la temible ventisca; Nadia quien solo pudo llegar a base de pura fuerza de voluntad sentía como está se desvanecía, su visión se volvía borrosa, su piel perdía todo rastro de calidez.

“—Ve a la luz — señaló Thomas quien estaba en mejor estado gracias a su propia magia.”

Aún con dudas sobre si sería capaz de alcanzar su cometido antes de desplomarse no le quedó de otra más que hacerlo, sus piernas se tambaleaban con cada paso, el entumecimiento se apoderaba de su cuerpo siendo menos preciso al andar, de un momento a otro ella cayó sobre la nieve.

“—¡¿Pero que haces?! ¡Mira la luz! ¡No te resistas a ella! ¡Observaba el otro lado y vuelve! — le regañaba Thomas al ver cómo su aprendiz perdía fuerzas.”

Ella levantó la mirada de la nieve a aquel resplandor tan intenso, Nadia intento no verlo se sentía abrumada con ello, era como si este extraño y majestuoso entidad pudiera ver cada rincón de su alma, lo cual era demasiado para ella, pero su cuerpo no le podía brindar la fuerza para volver arrinconada y siendo llevada al extremo la niña miro al ente.

“Ya veo, quieres ser como él, ese sendero te lastimara pues no eres Thomas. Puedes abrirte un sendero menos penoso y..”

—¡Calla! ¡Cállate! ¡Tu no eres quien para decirme esto! ¡No sé quién eres! ¡Ni quién te crees para decir todo esto! ¡Pero yo..! — Nadia lloraba al enfrentar la verdad que el ente soltó sobre ella — ¡Yo soy quien decide mi vida!

Tras escuchar sus palabras empañadas de dolor pudo ver su fuerza, aquel poder en bruto que poseía y lo que en un futuro ella podría lograr; En aquel silencio la niña se resignaba a sobrevivir pese a todo lo previamente dicho haciéndola sentir como una torpe.

“—Te pido perdón, no debí hablar de tal forma de alguien quien rebosa de una resolución tan firme, soy un elemental, quien ofrece dones del Axis Vitae — resonaba la voz de aquel ser de energía pura, sus solas palabras le brindaban calor al entumecido cuerpo de Nadia — para otorgarte este don deberás pagar una tarifa.”

Eso angustio a la niña quien no portaba ningún objeto de valor, el ser al notarlo rio.

“—No te preocupes no requiero de algo tangible — le calmaba escucharlo dado a su falta de bienes materiales — lo que yo deseo es un cuarto de tu esperanza de vida.”

Un escalofrío recorrió su espalda como si una criatura de múltiples patas subiera hasta su nuca, era una premisa inaudita, tan solo la brutal idea de perder años de su vida de tal forma era un horror, sin embargo ella ansiaba adquirir magia para volverse en alguien como Thomas, con temor se puso de pie gracias a las fuerzas prestadas del ente.

—Esta bien, además si no aceptará mi vida acabaría aquí mismo ante la nevada — declaró con una falsa sonrisa que intentaba ocultar su miedo, ella lo desconocía pero todo eso era una simple tetra por parte del elemental quien bien si cumpliría su parte pero este era quien los ponía entre la espada y la pared.

Un as de luz cayó sobre Nadia, dotándola de la ansiada magia que todo pueblerino sueña tener para igualarse con aquellos protectores errantes. La niña era capaz de notar la aura que la rodeaba era tan vistosa con un amarillo ámbar casi con la autoridad para pasar esa misma calidad a cualquier ser vivo para protegerle de la tempestad, ella giro y giro viendo cómo de sus brazos extendidos dejaba una estela con diminutas figuras similares a estrellas, todo era como un sueño, llevo sus palmas sobre ella y las interminables estrellas caían sobre si misma.

—¡Puedo hacer magia! ¡Puedo hacerlo! ¡Mire maestro Thomas yo ya puedo ser su pupila! — exclamaba sumida en el éxtasis del momento.

—Lo veo, lo veo — repetía el mago sabiendo lo sucio que jugó el elemental y su papel al permitirlo.

Aquel bello recuerdo para Nadia fue olvidado tras las estrictas enseñanzas de Thomas, quien no le parecía que su alumna estuviera a la altura para lo que debía lograr, reclamos, castigos, violencia pasiva era el pan de cada día, aún pese conseguir la meta pedida esto no parecía complacer al mago.

—¿Mi destino era no poder usar magia? Supongo que por ello soy tan terrible — se repetía devastada al tener la moral tan baja — solo debería irme, dejar a mi maestro, estoy segura que podría encontrar a un estudiante lo suficientemente apto para su lado.

¡Que nadie te haga sentir como una inútil! ¡Aún cuando te equivoques no significa que no valgas!

Las palabras de su fallecido padre saltaban en su cabeza como si su espíritu le impidiera dimitir a su sueño, ella en ese entonces solo se acurrucaba en una esquina de su habitación y lloraba ante el recuerdo de su padre quien siempre velo por su bien en vida tanto en la muerte.

—Me haces tanta falta — susurraba entre sollozos en aquella solitaria estancia.

—¡No! ¡No! ¡Lo has vuelto a hacer mal! — exclamaba Thomas furioso al ver que ella no lograba crear orbes — ¡Los chicos de tu edad ya pueden hacerlo! ¡Tu deberías ser capaz de liberar al menos cuatro!

—¡Pero no puedo! ¡No puedo hacerlo! ¡Tu forma de decirme cómo torcer el elemento en una especie de esfera me resulta imposible de expresarla! — respondió la niña al no poder resistir tas tener en su cabeza las palabras de su padre, solo para perder el fuego de sus palabras y continuar con una voz cabizbaja — Si pudiera mostrarme otra forma o incluso algún ejemplo más claro.

—¡No! ¡Ya fui claro! ¡Si no eres apta para comprenderlo debiste quedarte en la granja de tu familia! — con esto dejo callada a Nadia quien fue dejada atrás por su maestro.

—No. Yo te demostraré que soy la indicada, demostraré mi talento — decía con una débil voz mientras sus lágrimas se desplomaban sobre el suelo.

Nadia llegaba a las imponentes murallas las cuales contaban con dos torres y en la cima de la fortaleza varios guardias montaban guardias apuntando sus arcos en su contra, las puertas estaban cerradas para evitar la entrada de cualquier amenaza.

—Llevare refuerzos con los que liquidaremos al enemigo, así verá mi maestro que soy útil — pensaba la aprendiz quien levantó su brazo para hacer una señal, sin saber la situación dentro de los muros.

Una flecha impacto en su hombro, para luego seguirle un par más en su brazo, dos más pasaron de largo de ella posiblemente por un error de cálculo, Nadia sintió como todo se hizo lento, le era casi imposible creer lo que le pasaba su brazo derecho atravesado por las flechas, su hombro incapaz de dar lugar al movimiento de su extremidad.

—¡¿Qué?! — apenas se preguntaba en su mente una lluvia de flechas le cayó encima, derribándola en el acto sin idea de la situación.

Alicia fue testigo de aquel acribillamiento sin miramiento, aquel atroz acto no pudo evitarlo debido a la gran distancia que las separaba, las puertas fueron abiertas liberando a un gran número de guerreros, la mano de Lancelot tomo el hombro de la maga quien se negaba a dejar a su compañera con aquellos hombres quienes desenvainaban sus espadas.

—¡Es muy tarde! ¡No podemos ayudarla! — Lanzelot le retenía con todas sus fuerzas temiendo que fueran vistos por los ahora hombres que apoyaban a la secta.

—Esto no puede estar pasando, no puede haber muerto así — Alicia se lamentaba mientras el guerrero la resguardaba en el interior del bosque.

Blue Mage: Tod Lender And The OtherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora