Fuertes estocadas era lo único que resonaba en aquella sala de entrenamiento, donde el silencio reinaba y la concentración era evidente, pues dentro de unas semanas se llevaría a cabo un importante torneo donde solo los mejores y hábiles espadachines participarían por el premio y el reconocimiento del mejor dojo en el país, torneo en el que era costumbre que el apellido Namikaze saliera a la luz, pues desde tiempos inmemorables los portadores de este apellido siempre han sido reconocidos por su gran destreza y habilidad, obteniendo merecidamente la victoria en cada competencia que participan. Hecho del cual Eiko estaba bastante orgullosa, pues por fin tenía la edad necesaria para presentarse a tan importante evento, en el cual se jugaría el honor de su familia, pero a pesar de esto se encontraba tranquila ya que desde los seis años había comenzado a entrenar bajo la orden directa de su padre, quien no la forzó a seguir esa línea, sino que la dejó elegir su propio camino.
La de ojos color plata apenas y se dio cuenta que sus estocadas iban dirigidas al aire. El muñeco de prácticas hace mucho había sucumbido ante tan brusco trato. Sin más dilación procedió a enfundar su espada, espada que su padre le regaló nada más cumplir los quince años, cumpliéndose hace unas semanas tres años desde ese día.
«Tomaré un pequeño descanso y luego seguiré entrenando.»
Se dijo a sí misma retirando el sudor de su frente con el dorso de la mano para luego salir al patio, siendo recibida por el tenue sol que anuncia el pronto atardecer reflejado en el cielo, el cual adopta tonalidades rojizas y naranjas mientras la brisa fresca sopla las hojas de los árboles, así como sus rebeldes cabellos negros.
«¿Cuándo pasó tanto tiempo?»
Se preguntó internamente tomando asiento en una de los antiguos pero fuertes escalones de madera que dan al césped recién podado. Contempló el atardecer divagando en sus pensamientos, aunque tuviera confianza en sí misma y en el entrenamiento, cada cierto tiempo los nervios se hacían presente.
«En fin, una última ronda de práctica.»
Se dijo esbozando una sonrisa al ya haber tomado el descanso necesario. Se levantó sin pereza alguna para volver a adentrarse en aquella sala y acomodar el muñeco que todavía permanecía en el suelo. Sin más dilaciones procedió a desenvainar su espada con la intención de retomar su entrenamiento.
—No lo haces mal, pero yo soy mejor.
Aquella repentina voz hizo que se detuviera al instante. A esa sala
solo tenían acceso aquellos que han demostrado tener potencial para campeones y hasta donde Eiko sabía, solo había una persona que podía entrar además de ella y ese era Yuto, su mejor amigo.—¿Quién eres tú? —cuestionó en tono despectivo, desplazando la vista hacia el invitado no deseado, quien la mira con una sonrisa ladina mientras mastica una brizna de hierba.
—Soy Kamikaze —Se presenta despreocupado el joven cabellos negros atados en un pequeño moño— .Solo pasaba por aquí para comprobar si este dojo me merece.
—¿Qué? —replicó la joven enarcando una ceja ante semejante soberbia.
—Y por lo visto, no hay nada especial —continuó el individuo, echando un vistazo a los alrededores con desinterés y arrogancia, arrogancia que ya estaba comenzando a hartar a la pelinegra— .No veo a nadie fuerte por aquí, que dojo tan sobrevalorado.
Y esa fue la gota que colmó el vaso. Eiko no se tomó la molestia de ocultar su enfado ante tales comentarios altaneros por parte del imbécil que tenía enfrente, claro que no. Si lo que el tal Kamikaze quería era un rival fuerte, lo tendría.
—Desenvaina tu espada. —Le retó con severidad, lo haría tragarse sus palabras.
—¿De verdad piensas retarme? —Se burló, dando un par de pasos hacia su nuevo adversario.
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Ese espadachín engreído | Atomic Samurai |
FanfictionDescripción : Namikaze Eiko, futura heredera del famoso dojo Namikaze, conocido por su gran prestigio y reputación en Ciudad N debido al buen manejo de la espada. Sin embargo con la llegada de un nuevo discípulo, su reputación de ser la mejor queda...