Ese espadachín, es molesto ( 3 )

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La joven de ojos plateados se removió entre las sábanas con pereza, forzándose a despertar ante el insistente sonido de su alarma.

Un bostezo abandonó sus labios antes de por fin silenciar tan molesto ruido y sentarse sobre el comódo colchón mientras frotaba sus ojos con el dorso de la mano.

«Hora de entrenar.»

Pensó levántandose aún somnolienta, procediendo a estirarse un poco con la intención de espabilarse. Peinó con cuidado su cabello negro atándolo en una coleta alta y tomó su katana. A pesar de que todavía no había amanecido se había propuesto entrenar desde temprano, antes de asistir a la preparatoria luego de las dos semanas de vacaciones a mitad de semestre.

No perdió más tiempo y salió tratando de hacer el menor ruido posible, no pretendía molestar a quienes dormitaban a aquellas horas.

Caminó de puntitas hasta la salida y cerró la puerta tras sí con lentitud, evitando cualquier posible rechinido que pudiera provocar la madera.

Una vez fuera, respiró con mayor libertad, llenando sus pulmones de aire fresco antes de encaminar sus pasos hacia el salón de entrenamiento, encontrándolo vacío tal y como se había dejado el dìa anterior.

«Muy bien Eiko, comencemos de una vez.»

Se dijo a sí misma iniciando un pequeño calentamiento que consistía en lanzar estocadas al aire mientras practicaba distintas posiciones y recordaba los consejos que siempre le brindaba su padre.

No pasó mucho tiempo para comenzar a entrenar con los maniquíes, centrándose tanto en lo que hacía que no se percató de que un chico la observaba recostado al marco de la puerta, puerta que, había dejado semiabierta.

—¿Por qué entrenas tan temprano?

Aquella pregunta la sobresaltó un poco, no esperaba que alguien estuviese presente en aquella sala y mucho menos el dueño de aquella voz.

—¿No duermes? —respondió llenando sus pulmones de aire, retomando la velocidad de las estocadas.

—Lo mismo digo —contestó siguiendo a detalle cada movimiento que la chica hacía.

—¿Qué haces aquí, Kamikaze?

—Me dio sed así que fui por un vaso de agua y cuando regresé me di cuenta de que tu habitación estaba abierta y vacía —explicó cruzándose de brazos— .Dos ideas me vinieron a la mente, que te habían vuelto a secuestrar o que estarías aquí.

—En ese caso ya puedes volver a dormir, no me van a secuestrar en mi propia casa y además no me gusta que me observen entrenar —dijo limpiando el sudor que bajaba por su frente.

Kamikaze no respondió de forma inmediata, simplemente se ató el cabello en una coleta.

—Quiero luchar contigo.

La pelinegra detuvo sus estocadas para por primera vez dirigir la mirada a ese espadachín.

—¿Ahora?

—Por supuesto, será un buen calentamiento para mí —comenta confiado desenvainando su katana.

—¿Calentamiento? —negó con gesto desinteresado— .Me subestimas, Kamikaze. —Lo apuntó con su espada— .Me encargaré de que pierdas, otra vez —resaltó sus últimas palabras antes de esbozar una sonrisa ladina, alguien tenía que darle una lección a ese engreído y quién mejor que ella para ese trabajo.

—Eso lo dudo mucho, llanura —replicó caminando tranquilamente hacia ella.

—Ataca de una vez, vaca.

Ese espadachín engreído | Atomic Samurai |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora