Sus manos temblaron al sostener la espada mientras entrenaba por última vez, dentro de un rato partiría hacia aquel importante torneo que se llevaría a cabo en Ciudad Q. Competencia que tenía el deber moral de ganar, destacando el prestigio de su tan afamada familia.
—¿Sigues nerviosa? —Le preguntó aquel espadachín que había aparecido en su vida de repente, quien se encontraba en una esquina del salón con los brazos cruzados, observándola entrenar.
—No estoy nerviosa —respindió dando una fuerte estocada al muñeco de prácticas antes de llenar sus pulmones de aire y dejarlo escapar con lentitud por sus labios entreabiertos.
—Claro y por eso te tiemblan las manos.
—¿Y por qué mejor no te dedicas a masticar hierba y cerrar esa boca? —sugirió la joven de dieciocho años con poca amabilidad. Desde hace una semana ese chico había comenzado a vivir en su casa e incluso ocupaba la habitación de invitados, habitación que se encontraba justo al lado de la suya.
—Con ese mal carácter me sorprende que Yuto te soporte.
Ella chasqueó la lengua sin ocultar su molestia para luego continuar entrenando, no tenía tiempo que perder con ese engreído que resultó ser un año mayor que ella y aunque le molestara admitirlo rápidamente se convirtió en uno de los mejores espadachines por lo que participaría también en el torneo.
—¿No deberías estar entrenando? —Le reprochó con la vista fija en su objetivo, sin perder el ritmo de las estocadas.
—¿Para qué? Tengo talento natural, a diferencia de otros —aseguró con extrema confianza y gesto despreocupado como todo engreído que es, recibiendo un golpe en la frente por parte de la azabache, quien le había lanzado uno de los zapatos que estaba usando.
—Te he juzgado mal, resultaste ser más idiota de lo que pensé —confesó con desgano, riendo internamente por la cara de molestia que tenía su supuesto compañero.
—Si querías pelear, haberlo dicho antes —aseguró desenvainando la katana con una sonrisa siniestra.
—Adelante, te haré probar el sabor de la derrota —afirma dando un par de largas zancadas hacia su adversario— ,otra vez.
—Eso no sucederá de nuevo, llanura —juntó su frente con la de ella en un vano intento de intimidarla. Eiko correspondió a su mirada dedicándole una sonrisa desafiante.
«Interesante.»
Pensó satisfecho con la expresión de su contrincante.
—No puedes cambiar lo inevitable, estúpida vaca.
La tensión podía palparse en el ambiente, ambos oponentes dieron dos paso atrás dispuestos a iniciar un fiero combate en cualquier momento.
—Chicos, Erio-sensei dice que. —El rubio dejó la frase a medias al encontrarlos a punto de pelear, aunque la verdad era que no le sorprendía para nada ese hecho, pues conocía bien la personalidad de la trigueña y la tolerancia no era una de sus virtudes— .¡Ey! Mejor dejen esas energías para el torneo —aconsejó caminando hacia aquel dúo para colocar una mano sobre los hombros de tan enérgicos compañeros, logrando que la disputa cesara al ellos percatarse de su presencia.
—Yuto, que bueno que llegas —habló la ojiplata enfundando su espada antes de abrazarlo con cariño, olvidando ya de paso el por qué estaba a punto de pelear hace unos segundos.
—Somos compañeros, no deberían pelearse entre ustedes. —Los regañó luego de corresponder al cálido abrazo de su amiga.
—Es que este inepto me saca de mis casillas —confesó, dedicándole una mala mirada al de ojos oscuros, mirada que fue correspondida con igual intensidad.
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Ese espadachín engreído | Atomic Samurai |
Fiksi PenggemarDescripción : Namikaze Eiko, futura heredera del famoso dojo Namikaze, conocido por su gran prestigio y reputación en Ciudad N debido al buen manejo de la espada. Sin embargo con la llegada de un nuevo discípulo, su reputación de ser la mejor queda...