Ese espadachín, merece una lección ( 4 )

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Susurros, murmuros, comentarios y miradas curiosas, eso era lo que rodeaba a la tan peculiar pareja que no paraba de discutir ni siquiera dentro del instituto.

—Tonta.

—Tarado.

—Estúpida.

—Necio.

—Tabla.

—Puñetazo.

Dijo de repente golpeando con el puño cerrado el abdomen de aquel espadachín, tómandolo completamente desprevenido.

—A ver si así aprendes a respetar a tus superiores. —Le regaña con expresión fría, observando de reojo a ese engreído llevar ambas manos a la zona dañada, tratando de recuperar el aliento— .Vaca estúpida.

—¿Superior? —bufa el mayor intentando mantener una postura erguida, pues aunque trató de disimularlo al máximo no pudo evitar formar una mueca de dolor ante aquel impacto— .Ya quisieras, llanura. —Le retó con la mirada.

—Sí que eres engreído, no continuaré perdiendo mi tiempo en alguien como tú.

Aquellos orbes plata y azabache no tardaron en encontrarse con intensidad, a punto de soltar chispas si fuera posible, eran como dos imanes de polos opuestos atrayéndose constantemente si de pelear se trata, pues ambos eran malos perdedores y la derrota solo les impulsaría a seguir luchando.

—¿Y si tenemos una revancha por lo de esta mañana? —sugiere el mayor dando un paso hacia la joven sin apartar la mirada— .Vamos, sé que quieres hacerlo. —Le incitó rompiendo cada vez más la distancia entre sus cuerpos.

—No te cansas de perder, ¿eh? —replicó colocando ambas manos en la cintura, levantando un poco el mentón debido a la diferencia de alturas que había entre ambos.

—¿Qué dices? Solo me has ganado por pura suerte —asegura el pelinegro forzando una sonrisa en el rostro.

—¿Pura suerte? Ya te gustaría que fuera así —contraatacó la joven entrecerrando los ojos, no lo iba a negar, le estaba tentando la idea de darle una buen escarmiento a ese espadachín engreído.

Ambos dieron de forma sincronizada un paso más, quedando separados por tan solo pequeños milímetros de distancia, su objetivo, incitarse a decir las palabras mágicas, en este caso «desenvaina tu espada.»

Ambas miradas, plata y azabache seguían conectadas destellando cierta rivalidad, sin siquiera darse cuenta que se habían vuelto el centro de atención de la mayoría de los alumnos.

Un repentino peso extra en uno de los hombros de ambos jóvenes fue lo que le puso a fin a la posible riña.

—¿Tan temprano y ya peleando? —interviene cierto rubio dejando escapar un suspiro cansado, agradeciendo mentalmente el hecho de detenerlos a tiempo.

—Y-yuto —murmuró la menor algo apenada, posando sus orbes plateados en su mejor amigo, quien correspondió a su mirada haciéndola sonrojar levemente— .Todo es culpa de ese idiota. —No dudó en acusarlo.

Kamikaze lanzó un quejido cruzándose de brazos.

—¿Qué voy a hacer con ustedes? ¿eh?—comenta algo divertido por la situación— .A todo esto, ¿qué haces aquí Kamikaze? —inquiere curioso, prestándole atención a su más reciente compañero de dojo.

—Erio-sensei me inscribió para terminar los estudios en esta preparatoria —responde con cierto fastidio, pues la verdad es que eso de estudiar era una completa pérdida de tiempo para él— .Además de pedirle a la llanura que me llevase con el director para entregarme el uniforme y los libros de texto.

Ese espadachín engreído | Atomic Samurai |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora