Ocho

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Amador

― ¡Estás loco! ¡Ya te dije que no pienso ir! ―murmuró Arian cruzándose de brazos.

― ¡Por favor! ¡No seas caprichoso! ¡Nunca te pido nada solo has esto por mí! ―pedí sin saber cómo convencerlo.

Al fin y al cabo, mi hermano menor era muy diferente a mí.

Y a pesar de que en pasado era un niño muy obediente, hoy en día es un adolescente de catorce que siempre quiere tener la razón.

― ¿Por qué tengo que ser tu representante familiar? ―preguntó notablemente fastidiado. ―Hubieras dicho que eras hijo único, o que tus padres te odian y ya... ¡Adiós al problema!

―Mentir nunca es una solución, más bien, siempre es la causa de los problemas, ―sentencié algo decepcionado de su forma de pensar. ―Además, ellos eventualmente se hubieran enterado la verdad.

―Eres demasiado bueno, me haces quedar mal...

¿Este era el mismo niño que se pellizcaba las mejillas como castigo cada vez que cometía un error?

Vaya cambio.

Y no necesariamente en el buen sentido.

― ¿Acaso no estás engañando a nuestros padres? ―indicó empezando a alzar la voz. ― ¿Qué diferencia hay entre variar una verdad y omitir información?

―Esto es cuestión de sobrevivencia, ―respondí sin pensar y en el segundo que escuché mis propias palabras sentí un peso menos encima. ―Sé que mamá y papá nos aman... Pero estoy seguro que nuestra relación cambiará cuando lo sepan, ellos quizás nunca hayan maldecido abiertamente a los homosexuales, sin embargo sus diversos comentarios... Siempre me han hecho pensar que no recibiría muy bien la noticia...

― ¡Que difícil es ser tú Amador! ―se burló en un intento de relajar el tenso ambiente que había formado con mis palabras.

―Basta de bromas Arian porque en verdad estás hiriendo mis sentimientos, ―apunté desviando la mirada. ―Siempre hemos sido unidos y cuidarte nunca ha sido un peso para mí, lo he disfrutado. Así que te lo pido otra vez, acompañame al almuerzo del fin de semana, por favor.

Mi hermano menor me observo en profundo silencio lo que me pareció una eternidad, aunque eventualmente...

―De acuerdo, iré.

― ¡Genial! ¡Eres el mejor! ¡Te amo! ―grité mientras le daba una abrazo.

―Guarda todo ese azúcar para tu novio, ¿si?

Me sonrojé.

Luego de la rapidez en que había pasado todo ninguno de los dos pudo hablar en lo absoluto, a lo mejor debería de contactarlo...

* * * *

Tomás

―Jamás creí que mis comentarios podrían herirte tanto, ―terminé por decir observando los salvajes ojos de Isco contenerse. ―Uno de mis recuerdos más vividos de nuestra niñez fue cuando me dijiste que si tenía algún problema y no sabía cómo lidiar con él solo... Te usará como pelota antiestrés.

La intensidad de su mirada se disipó, no obstante su guardia seguía activa.

Honestamente jamás creí que mis palabras podrían herirlo tanto, ya que usualmente hablo sin pensar.

―A veces puedes ser muy literal.

―Lo sé, lo siento, ―comenté sin saber cómo seguir expresándome. ―Pero... ― ¿Debería decirle lo que me estaba pasando? Si no es él, ¿en quién más? ― ¿Podrías creer en lo imposible una vez más?

3 veces túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora