VI

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Afrodita

La hora se acercaba cada ves más, eran las 10:30 de la noche y Jimin tenía ya un rato de haberse ido, no tenía certeza de a dónde pero tampoco deseaba saberlo.

Pensó mucho lo que iba a hacer, le parecía una total locura; sin embargo, Jimin tenía razón en que le traería beneficios. Desde que su hermano era esposo del emperador noto su vida más fácil, tenía dinero, sirvientes y se convirtió en alguien de alta sociedad en un abrir y cerrar de ojos.

  —¿Sabes donde está Jimin? —fue Lo primero que escucho al entrar a la habitación del emperador, trago grueso de los nervios, ni siquiera había levantado la mirada para verla.

  —No preguntes por mi hermano —dijo con una seductora voz— estoy aquí, ahora y dispuesta a todo.

La bata de seda se deslizó por sus hombros dejando su esbelta figura expuesta; sin ninguna prenda encima camino hasta el soberano de Roma y gateo a él sobre la cama.

La risa de Taehyung fue exagerada y fuerte —¿Dispuesta a todo? —volvió a reír—. ¿Porque traes la bata de Jimin? —cuestionó— Ponte algo, no hagas el ridículo.

  —Hablo en serio —dijo seria— es común que los emperadores tengan sus aventuras.

  —También hablo en serio —dijo cubriendo con la manta de la cama a la joven. —No soy como los demás emperadores.

  —¿Entonces no lo deseas? —acaricio la pierna de su egregio— vi bien como me has visto desde que llegué.

Taehyung tomo la mano de su cuñada dejándola a un lado —Malinterpretas las cosas —se levantó— sabes que soy un hombre casado, y amo demasiado a tu hermano. No tengo ninguna intención contigo, ni con nadie que no sea mi esposo —El emperador salió de su habitación en busca de su marido.

No esperaba que Taehyung la rechazara, le dolía, una vez más había sido menos que su hermano menor. Esta situación solo le hacía recordar aquella vez que le declaró su amor a Jungkook, confundió la amabilidad con cortejo escuchando lo mismo, un amor que no era dirigido hacía ella "estoy enamorado de tu hermano".

Siempre había tenido un amor platónico con el único hijo de los Jeon. Amigos desde críos, ambos de la misma edad, para ella estaban destinados a estar juntos, los dioses la habían mandado a la familia Park para casarse con Jeon Jungkook y sacar a su familia de ser obreros. Tendría dos hijos y comenzaría la familia Jeon, Park; su hermano menor nació cuando era muy pequeña, creció viendo a sus padres felices abrazar a su pequeño bebé, así que cuando creció y entendió su enamoramiento hacía Jungkook le gustaba imaginar que su pequeño hermano era su hijo. Una vez cumplió los diez tuvo que formar parte de la servidumbre en casa de los Jeon, no era malo pues su tarea era servir a su mejor amigo y según ella futuro esposo.

Años después su hermano se unió a ellos, ella y Jeon se habían distanciado pero se aferraba a qué era un etapa, después volverían a ser los de siempre. Eso no sucedió, un día vio a su hermano riendo con Jungkook, su castaño hermano menor con trece años charlaba con entusiasmo con el amor de su vida; le vio acariciarle el rostro sonriendo con una dulzura que jamás vio en él, se aferró a pensar que era una simple caricia de un hermano mayor.

Al cumplir los 20 años de edad se sentía la mujer más linda del reino, sentía que podía derribar cualquier barrera con tan solo una sonrisa.
Arreglo su cabello, tomo su mejor vestido y maquillo el rostro con el maquillaje de su madre. Una vez lista llegó a donde el día anterior (cumpleaños de Jeon) había citado a Jungkook.

Él estaba ahí, cómo siempre tan puntual. Miraba hacia el mar sentado sobre una barda de rocas dejando ver su ancha espalda encorvada y su cabello azabache un tanto crecido.

  —Jungkook —dijo acercándose a él— es un alivio que hayas llegado bien —expreso con una sonrisa, el día anterior no habían podido platicar, ya que a pesar de ser su cumpleaños era la bienvenida de su regreso de la guerra.

  —No puedo morir antes de ser el mejor soldado de Roma —bromeo.

  —Yo... —titubeó— quería hablar contigo sobre algo importante.

  —Soy todo oídos —exclamo con una suave sonrisa.

Suspiro dándose un poco de valentía —nos conocemos desde que Hera nos mandó a este mundo, y yo eh tenido mucho tiempo contigo en mi mente y corazón. Yo quisiera que intentamos ser algo más que amigos.

  —Jennie yo... —dijo esquivando su mirada...

  —Yo sé que tal vez es muy de la nada, pero soy una buena chica que cuidara bien de casa y de nuestros hijos —menciono dando razones antes de escuchar su respuesta— y dudo que tu familia esté en desacuerdo, ellos serán felices con ver qué soy una mujer muy responsable

El contrario carraspeo para llamar la atención de la chica que seguía dando razones para aceptarla —perdoname Jennie pero, estoy enamorado de tu hermano.

Esa escena se repetía una y otra vez por su cabeza, se había mudado a las montañas huyendo de que Jungkook le volviera a ver; tres años después de su confesión se enteró de que su hermano se convertiría en emperador de Roma.

Cuando Jungkook la busco para traerla una llama de esperanza se encendió en su interior, pero al volver y ver el anhelo en los ojos de Jeon, no le quedó duda, cómo siempre su amor ara dirigido hacía su hermano y no a ella.

No tenía nada que hacer ahí, tomo la bata de su hermano y volvió a tapar su cuerpo, un guardia la vio salir de la habitación, avergonzada camino hasta la propia a paso lento y dudoso ¿Por qué nadie podía amarla a ella? ¿Por qué su hermano siempre está en medio de todo?

Taehyung caminaba enojado de vuelta a su habitación, lo único que necesitaba era a su marido, abrazarlo y olvidar lo que su hermana había hecho. No espero encontrarse con el segundo en sus tropas para decirle "Se vio a Jeon Jungkook salír con su esposo de la ciudad".

Quería romper todo a su paso, ¿Por qué carajo su esposo se había ido con él?

Jennie paso frente a él, estaba enojado y quería sacarlo con alguien, cómo sea. Dio pasos pesados hasta ella, sin mucho cuidado entro a la habitación de la chica y volvió a despojar su cuerpo de la prenda que solo le hizo pensar en su marido yéndose con otro hombre.

Enojado la tomo para él, engañando por primera vez a su marido, no quería pensarlo por qué sabía que se arrepentiría.
Tirado sobre la cama, a un lado de su recién amante, tenía la mano sobre sus ojos, consciente del nombre que había dicho al terminar, no era más que de la única persona que realmente amaba.

Ares Donde viven las historias. Descúbrelo ahora