VIII

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Atenea

La delicada piel que recorría la espalda le hacía recordar a su marido, tersa y blanca, con los hoyuelos de Venus marcando la delicada extensión.
Solía despertar a su marido repartiendo besos por toda su espalda, acompañado de todos los halagos que cruzaban su cabeza; esta vez no podía hacerlo ni aunque quisiera.

Taehyung intentaba dormir de espaldas a su nueva amante, no le gustaba verla después de tener sexo con ella, le hacía sentir que traicionaba a su marido.
No quería pensar en Jimin, hace dos noches que se había ido con su mejor amigo, y no podía más que pensar lo peor. Si ellos eran amantes le dolería su traición pero ambos eran tan importantes para él. Mandaría a Jeon lejos del palacio, alejado de Jimin. Y a su marido, lo llenaría de amor y regalos, aparte de poner guardias personales que lo acompañes las 24 horas del día, no le importaba hostigarlo, pero se aseguraría de que él jamás se vuelva a ir con alguien más.

El egregio suspiro mirando al techo y después a la chica que dormía en el espacio de su cónyuge, decidió salir de la habitación, estaba agotado, desde que su marido se había ido no podía conciliar el sueño, la horrible imagen de su bello rayo estando en manos de alguien más le  provocaban nauseas e inmensas ganas de asesinar a todo el que le pusiera el ojo encima.

A su regreso a la habitación encontró la puerta siendo abierta, ahí estaba su marido asomando la cabeza  —Jimin.

El joven dió un pequeño brinco del susto —Disculpa, creí que estarías solo.

Quería gritarle, tomarlo de los cabellos y obligarlo a decir que tenía con Jungkook, su rabia inundaba su cabeza queriendo castigar a Jimin para que aprendiera. Pero no podía hacerlo, se le revolvía el estómago con el simple pensamiento de dañar a Jimin, a su rayo del Olimpo. —No te vayas, quiero hablar contigo —El castaño asintió nervioso— Con Jungkook también.

Las tres personas permanecían calladas en el salón del trono, esperando a que alguien tuviera el valor de expresar alguna explicación. El emperador, su gladiador y su marido, los tres en un triángulo amoroso.

  —Te irás de Roma —Taehyung fue el primero en darse el valor para hablar, estipulando lo que harían— tendrás un puesto en las armadas de Hispania, no gozarás del fuero y serás un simple soldado.

Los ojos de Jeon se abrieron sorpresivos, eso era alejarlo sin aviso alguno. —Mi señor...

  —¡Te quiero lejos de mi esposo Jeon! —interrumpió Taehyung enojado.

  —Tae ¿Qué estás haciendo? —intervino el más joven.

El egregio suspiró con rabia, cómo eran tan cínicos de esconder algo obvio —¿Qué estoy haciendo? ¡¿Qué estoy haciendo?! —grito a su marido— ¡Eres tonto o qué! ¡Te fuiste con mi mano derecha Jimin! ¡¿A Qué?! —pregunto en burla— ¿a planear una fiesta sorpresa? —dijo con sarcasmo—. No me quieras ver la cara Jimin.

  —Taehyung —hablo calmado su marido.

  —¡Cállate Jimin! —exclamo exaltado, dejándose llevar por la rabia dejó caer su palma en contra de la mejilla de su esposo. El mismo retrocedió asustado ante su acto.

Jimin se acercó a el intentando persuadirlo —Amor déjame explicarte... —dijo entre lágrimas escondiendo su mejilla rojiza bajo sus manos.

  —¡¿Explicarme qué Jimin?! ¿¡Que eres amante de Jungkook!?

  —¡Siquiera escúchame!

El emperador se sentó frustrado en su trono —Habla entonces.

Jimin se aclaró la garganta tragando el nudo que se había formado por el llanto, tenía los nervios a flor de piel —Mi madre se puso mal, llegó un comunicado de mi padre donde pedían mi ayuda porque madre estaba en cama —suspiró intentando calmar sus lagrimas— ellos ya son grandes y sin los padres de Jeon que los sustenten no tienen con que pagar un médico, apenas teniendo para comer ellos dos —miro a su marido bajo las pestañas con los ojos aguados, el contrario tenía la mirada perdida asimilando su equivocación— yo iba a ir a verlos, y Jungkook se negó a dejarme ir sin un escolta, el se ofreció a acompañarme, les di dinero, les dejé algunas de mis cosas para que las vendieran —limpio las lágrimas en su rostro— Jeon no hizo más que su deber al proteger a la corona Tae, él solo fue a cuidarme.

Su egregio se quedó callado, avergonzado de pensar mal de su marido, arrepentido de haber estado con su hermana y haberle puesto una mano encima—. ¿Por qué no me dijiste? Yo hubiera ido contigo.

  —Por eso mismo —se acercó por completo una vez seguro que se había creído toda su historia— tú tienes tantas obligaciones como para yo llegar y llenarte con cosas de mi familia.

  —Perdoname —rogó el emperador dejándose caer a sus pies— perdoname por favor —hincado ante su marido pidió perdón por sus acciones.

  —No te disculpes Tae —delegó Jimin levantándolo por los hombros— yo debí decirte lo que pasaba, y el golpe fue sin pensar.

  —Disculpame también tú Jungkook —dijo abrazando a su marido— olvida lo de irte, te quiero aquí, protegiendo a Jimin a toda costa. —Jeon asintió haciendo reverencia a sus soberanos, aguantando las ganas de matar al hombre que se había atrevido a lastimar a Jimin— Lleva más oro y comida a casa de la familia de mi esposo, a primera hora.

Los amantes se miraron con angustia, casi son atrapados, si no fuera por lo bueno que era mintiendo el más joven o lo ingenuo que era el emperador ante él, ahora mismo estarían en graves problemas.

Al entrar a su habitación Jennie seguía sobre la cama, desnuda mostraba su espalda permaneciendo boca abajo en un estado de serenidad.

  —Jennie —hablo el emperador con fuerza.

  —No Tae —dijo el rubio en un susurro acariciando el brazo de su esposo—  está dormida, puedo dormir en otra habitación.

La gran carcajada del emperador levanto a la chica de un susto, cubriendo su cuerpo miro a los esposos.

  —¿Qué dices mi amor? —exclamo el emperador levantando a la mujer— esta es tu habitación. Nuestra habitación —corrigió al final—. Ve a tú cama Jennie —le dijo sin ser cortés— hablare a los sirvientes para que limpien la cama y duermas, estoy seguro de que estás muy cansado.

  —Lo estoy —comento el rubio con un puchero correspondiendo al abrazo de su marido— fue un viaje largo y quiero que me consientas toda la noche, por favor.

  —A ti —dijo tomando su mentón— lo que sea. Y en serio perdoname por golpearte, jamás Jimin, nunca voy a perdonarme si te sucede algo por mi culpa.

Ares Donde viven las historias. Descúbrelo ahora