𝗦𝗘𝗚𝗨𝗡𝗗𝗔 𝗧𝗘𝗠𝗣𝗢𝗥𝗔𝗗𝗔 𝗗𝗘 𝗦𝗛𝗜𝗡𝗢𝗕𝗜.
La aldea oculta de la hoja ha continuado su modernización, pero siempre manteniendo la paz. Carros eléctricos recorren toda la ciudad conectada por distritos llenos de rascacielos con enormes mo...
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======= :Esperanza: =======
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―¿Quieres cenar en mi casa?―le pregunta Kiochi a Mitsuki, mientras ambos caminaban por las oscuras calles de Konoha.
El albino asintió con una leve sonrisa. Al ser hijo de Orochimaru, se veía en la obligación de vivir completamente solo en un pequeño departamento ubicado en el centro de Konoha. Solo podía visitar a su padre una vez a la semana, y aunque este siempre se mantenía comunicado con él gracias a sus serpientes, no podía evitar sentirse solo al llegar a casa diariamente.
Kiochi sabia eso, y para evitar que su amigo se deprimiera solía invitarlo constantemente a su hogar. A Sasuke no le molestaba en absoluto, porque aunque jamás lo admitiera en voz alta, ella amaba a Mitsuki.
―Parece que ya ha llegado.―comenta el albino, observando de lejos la tenue luz que desprendían las habitaciones de la casa Uchiha.
Su amigo tragó saliva nervioso. Esta noche planeaba interrogar un poco más a su madre para conseguir algo de información sobre su progenitor. Aunque sabia que probablemente no lograría sacarle mucho, con cualquier cosa le bastaba.
Abrió la puerta de la casa, para luego anunciar su llegada. Se quitó los zapatos junto a su amigo para dejarlos en la entrada, escuchando como su madre le daba la bienvenida desde la cocina.
―No sabia que tenias un gato.―comenta Mitsuki sorprendido, observando al pequeño felino. Este se encontraba durmiendo plácidamente en uno de los escalones de la escalera, haciendo que lo inundaran unas inmensas ganas de ir a acariciarlo.
―Mmmm, ¿no lo habías visto antes? Lleva mucho tiempo con nosotros ―cuestiona sorprendido, para luego chasquear sus dedos―. Ya, es que siempre se va de casa y vuelve cuando quiere, es un vagabundo ―le reprocha al felino, observándolo con el ceño fruncido. Al ver el adorable rostro del animal, no pudo evitar sonreír y observarlo con cariño―. Aw, era mentira. Te amo.
―¿Como se llama?―pregunta el albino, acercándose por fin para acariciar el pelaje del animal.
―Shoto ―responde, para luego suspirar pesadamente y rascar su nuca―. Yo quería llamarlo Shukaku, pero mamá no me dejó.―refunfuña enojado, cruzándose de brazos.