III

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¿Pero a este tipo que le pasa?, Cómo se le ocurre decirme esas cosas

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¿Pero a este tipo que le pasa?, Cómo se le ocurre decirme esas cosas.

—señor profesor, le recalcó que la perfección no existe—mantuve mi voz firme.

—Claro que existe señorita García— Se acercó poco a poco hacia mí—señorita Velázquez por favor venga al frente— miro hacia aquella chica.

La chica tenía una cara de fastidio y que te arrojaba con tan solo sus ojos lo realmente miserable que era mientras resplandecía su sonrisa tan falsa y que te podía arrojar veneno.

—Aquí estoy Profesor—se paró a lado mío.

—Señorita Velázquez... ¿Cuál es su peso actual? — le pregunto a la chica.

—47 kilos y mido 1.65m— respondió la chica siendo de nuevo a su pupitre.

¿47 kilos? Ese ya no es un peso adecuado para alguien de nuestra edad.

—Ese es el peso ideal al cuál ustedes— me apunto— tiene permitido entrar va esta sala de clases— volvió hacia la puerta—, salga afuera de mi salón y no regrese hasta que haya logrado bajar esos 30 kilos de más que se carga.

¿Dejaría que me insulte? Y si menciono a mi abuelo... No, eso es una mala idea. Nadie sabe—a excepción de mis tíos— que mi abuelo es el directo.

—Discúlpame profesor, pero no le permitiré que me insulte y dejé en burla delante todos mis compañeros de clase— comenzó a caminar hacia él —, de esta manera. Este es una escuela donde no se permite la discriminación y falta de valores hacia los alumnos como también a los profesores. Así que usted no tiene el mayor derecho de hacerme retirar de este salón por solo no tener "la perfección" que usted quiere ver— lo empujé y cerré la puerta del salón.

¡Oh por Dios! ¡¿Que hice?!

Ok, cálmate no fue tan malo ¿O sí? Muy bien, piénsalo bien lo hiciste por defenderte. Si eso, solo por defenderme ya que él me estaba faltando el respeto.

—¡Oye! — gritó un chico que se encontraba en medio de aquella puerta cerrada y yo.

—¡¿Qué quieres imbécil?! ¡No ves que estoy pensando! — grite desesperada.

Sentí como alguien me abrazaba por detrás y como un aroma muy peculiar pero agradable me rodeaban.

—violeta tranquila.

Aquella voz era suave y tranquilizadora. Si no fuera porque no estaba en mis cinco sentidos le daría un puñetazo a la persona que me abrazo.

—Salgamos de aquí— me susurro al oído aquella voz que desconocía, pero me traía tranquilidad y paz.

Debería dejar de lado aquel sentimiento de soledad e incomprensión que me arrebata mi verdadera razón de vida y que usualmente me ciega.

Sin darme cuenta ya me encontraba en mi espacio de soledad y gran tranquilidad que a veces prefiero encontrar. Aquella persona que me tranquilizo era Damián. ¿Por qué él? ¿Por qué siempre que me pasaba o empezaban los problemas él estaba ahí para tranquilizarme?

—¿Por qué siempre que pasa algo malo estás ahí? —pregunte sin previo aviso.

—¿Por qué siempre que estoy yo ahí te metes en problemas? — me respondió.

—Esto es absurdo, hace dos días nos conocemos y ya formas parte de mi vida como si fuera de hace años— lo miré a los ojos.

Un silencio se hizo presente entre ambos, este silencio no era incómodo para nuestra suerte, pero ambos sabíamos que si no decíamos algo pronto si se volvería incómodo.

—No lo sé, pero lo que si se es que ambos cruzamos en esta vida por mera casualidad— desvío su mirada viendo hacia aquel desierto lugar donde nuestra preparatoria se encontraba. — ¿Te pasa algo verdad violeta? — preguntó sin siquiera pensarlo.

—Si, me pasa que mi familia es más que perfecta y no puedo vivir con ello, me pasa que mis amigos son geniales y creo que ya están hartos de mí y mis estupideces, me pasa que solo estoy en un lugar donde siento que no soy muy bien recibida solo por mi condición, me pasa que a pesar de la gran vida que tengo para mí es una gran mierda y apuesto que hay chicas de nuestra generación escogerían mi vida sin siquiera pensarlo— sentí como mis lágrimas caían y rodeaban mis mejillas—, me pasa que mi vida es grandiosa y soy yo quien la hecha a perder por cualquier estupidez.

Seguí mirando hacía aquel paisaje mientras mis lágrimas caían. Mi desdicha no es con mi familia, si no conmigo; aquel dolor que he sentido durante tanto tiempo es solo por mí y no por mi familia. Dar la cara por tus errores no es fácil, pero si valiente, das la cara para reconocer en lo que te equivocas. Todo este tiempo culpe a mi familia sin siquiera averiguar por qué lo hacía. Talvez me sentía sola en algunos puntos y me refugiaba tanto en mi mente que sin querer cree problemas completamente falsos que me ocultaban la realidad. quiero cambiar y quiero ser algo mejor para mí, pero como lo puedo hacer sin morir en el intento.

***


Cartas que nadie leerá [Cartas #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora