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For Hölle
(Infierno)

1 año después
Madrid(España)

Al fín había encontrado la entrada. Después de un año sin decir una palabra y mandarme únicamente sus notas calcinadas con misiones, había decidido saber lo que pasaba allí abajo.

Conocí a un hechicero, caza a los demonios malos que ocupan los cuerpos de los mortales para hacer cosas malas. Todavía no entiendo mucho eso, pero le di mi ayuda y él me ayudó a mí. Así que cuando me dieron las vacaciones, tomé el primer vuelo a Madrid y me encontraba en las puertas del infierno.

Una fuente, la fuente del ángel caído. El primer ángel caído, Samael. Está situada a 666 m sobre el nivel del mar en el parque del Retiro. No era la única entrada, había tres más en todo el mundo, una en Quito (Ecuador), una en La Habana (Cuba) y la última en Turín (Italia) donde se encontraban actualmente mi familia en una misión así quedó descartada totalmente.

Debía esperar a que cerraran el parque, para poder entrar sin ser vista, y que el secreto del submundo, siguiese siendo un secreto. Lo fácil era esconderse, lo difícil entrar. Toda puerta necesita una llave, y la de esta era la sangre. Se supone que solo los seres celestiales pueden entrar y salir del infierno sin morir. Y yo no era un ser celestial, y mucho menos tenía una invitación, pero era su creación, yo pertenecía de alguna manera al Hades.

Tomé unos de mis cuchillos de mi bota y corté la palma de mi mano vertiendo la sangre, que rápidamente dejó de caer cuando la herida se cerró, dejando la piel intacta. El agua De la Fuente se había teñido de rojo completamente y los demonios empezaron a expulsar la sangre. La escultura del ángel se hizo ligeramente a un lado. Me subí sobre la fuente y en el espacio que había dejado la estatua se encontraba un pozo sin fondo, sin muchas expectación me lancé por el tobogán al infierno y aterricé después de 10 minutos de caída libre, en suelo arenoso y blanco muy suave. Fruncí el ceño cuando vi que no habían ríos de lava y fuego, ni almas atormentadas por doquier.

– ¿Qué mierda es esto?– murmuré levantándome del suelo.

– Brina Victoria West Castelli. Además de que debes recortar un poco en nombre, me preguntaba cuánto tardarías en llegar.

– Drake Lahey. Oye lo siento por el disparo y eso.– movió la mano quitándole importancia.

– Conseguí lo que quería y gracias a eso el jefe me ascendió. Ya no soy un perro.– dijo señalándose.– déjame que te guíe.– lo seguí por un largo pasillo con muchas puertas. Muchísimas puertas.

– ¿Qué son esas puertas?

– Son celdas.

– Pero no parecen cerradas.

– Son libres de irse cuando quieran.– lo mire más confundida.

– Pero no se supone que tienen que pagar por sus pecados por toda la eternidad.

– El jefe no elige quien va a la sala de tortura por sus pecados, ni elige sus torturas. Somos nosotros mismos quienes elegimos castigarnos por la culpa que sentimos por el mal que hemos hecho. Así que por eso es difícil salir de aquí, nunca dejamos de sentir culpa.

– Tiene sentido. ¿A dónde me llevas?– dije cuando el pasillo de las puertas se terminó y se abrió una explanada con arena fina roja como la sangre y un calor insoportable.

– Vamos al castillo.– dijo señalando al horizonte donde se levantaba en ladrillos negros como el carbón una estructura bastante terrorífica y hermosa sobre la arena.– el jefe nos espera, y espero que no nos encontremos con ninguno de los príncipes.

– No te preocupes por nosotros, preocúpate por ellos si intentan algo.

– Es por eso por lo que me preocupo, no quiero una guerra de demonios, gracias.

– Aburrido.

Seguimos caminando en completo silencio hacia el imponente castillo que casi parecía una enorme catedral. Debía contarle a John todo lo que había visto nada más llegar a Alemania. Cuando al fin no quedaban apenas ni 6 metros para llegar a la puerta, apareció una gran figura, que desprendía deseo. Sabía de quién se trataba, estaba claro.

– Mi señor.– dijo Drake arrodillándose en el suelo. El príncipe me miró interrogativo cuando se dió cuenta que yo no estaba junto al vigilante de la puerta , pegada al suelo junto a sus pies en su lugar empecé a limar las uñas en una actitud desinteresada.

– Ohh, ¿Quieres que me arrodille al igual que él?– dije cuando su mirada empezó a dolerme.– ya, yo no hago eso. Tu no eres a quien sirvo, y además eres la razón por la que mi mejor amigas está muerta.

– Me avisaron de que eras insolente e irritante, pero no imaginé cuánto, hija de las tinieblas.

– Un placer.– dije mirando mis uñas con devoción, buscando alguna imperfección.– pero si me disculpas, tengo que ver al jefe y no soy una persona con mucho tiempo. Oh por cierto casi no me acordaba, ¿le gusto al avaro de Amón mi regalito? Me lo tomaré como un sí. – dije palmeando el hombro. Pasé por su lado intentando acercarme de una vez a mi destino pero la mano del príncipe del infierno me paró agarrándome del cuero cabelludo hacia atrás.– si que te enciendes rápido, ¿es por que eres el demonio de la lujuria o por qué estás aquí abajo?– dije soltando una carcajada genuina.– ¿sabes que no siento dolor físico? Una de las ventajas de los seres infernales. – dije mirándole directamente por primera vez. Al establecer el contacto visual, pude hacer un movimiento rápido y coger las dagas que tenía amarradas en mis muslos y lo amenacé dispuesta a matarlo.– pero aunque no sienta dolor no me gusta que me toquen y yo que tu me aseguraría de que no tienes armas antes de intentar hacer algo contra alguien.– dije señalando a mi mano que sostenía la daga apuntando a la entrepierna.– yo que tu me soltaría ahora, siendo el demonio de la lujuria no querría perder mi mayor activo. – dije sonriendo, cuando empezó a aflojar el agarre. Cuando estuve completamente libre aparté el cuchillo y en el momento más inesperado hice un movimiento rápido dejándole un corte en el brazo.– hay que ver lo que pueden hacer las dagas de metal infernal.– cuando se dio cuenta de que no cicatrizaba, sus facciones se endurecieron y el enfado salía por sus ojos de forma que alguien normal seguro que se asustaría.– te dije que no me gusta que me toquen y por mucho que seas un príncipe aquí abajo, no me detiene.–dije antes de que me volviese a tomar pero esta vez del cuello, alzando me, haciendo que no tocará el suelo con los pies y volví a reír.– ¿cuántas veces tengo que decirte que te asegures de que no voy armada, que no me haces daño y no me puedes matar? – dije colocando la daga en su cuello.

– Ya basta, baja el arma Vico y Asmodeus suéltala, suéltala ya.– dijo gritando lo último, a regañadientes me tiró al suelo y cuando caí mis carcajadas desfiguraron el rostro de Drake quien todavía seguía arrodillado en el suelo con la mirada en sus manos.– no ves que se ha vuelto una sadomasoquista. Le gusta jugar con sus víctimas. Y tú has caído en su juego.

– Lucero del alba.– sonreí levantándome del suelo.– pensé que nunca diría esto, pero extrañe tu voz diciendo tonterías todo el día, sabes que si no siento dolor no puedo ser masóca.– me sacudí la arena, guarde los cuchillos en su sitio y me peine el cabello.– oye tú deberías relajarte un poquito, no se te puede gastar ni una broma.– dije siguiendo al diablo. – sabes, aquí no necesitáis sauna.– dijo siguiendo con sus carcajadas ensordecedoras.

Der BoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora