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Der Teufel
(El Diablo)

– ¿Soy yo, o cada día que pasa te pones más cañón?

– Soy el diablo, es mi deber producir deseos. – respondió encogiéndose de hombros.

– Oye, me tienes que dar los datos del ser que ha hecho tan magnífica obra de arte.– dije admirando el castillo.

– Antoni Gaudí.

– ¿Está en el infierno?– él asintió sin parar de andar. – me debes una explicación.– dije cuando entramos en lo que parecía un bar por la cantidad de alcohol que había en las estanterías.

– No te la debo.– dijo sirviendo dos cosas de lo que parecía whiskey. – tu preparación acabó y no necesitas a nadie que te controle.– dijo señalándome acusatoriamente con el dedo. – por que no te puedo ni controlar yo. Y eso es mucho decir. – añadió.– te agradezco tu visita pero deberías de volver, no llevas ni una hora aquí y casi matas a un demonio importante y por ello casi empieza una guerra aquí abajo. Si no es que Asmodeo quiere matarte.

– Relájate.– dije quitándole importancia.– Primero, tu no lo dejarías y segundo es difícil deshacerse de mí. Ya sabes lo que dicen hierba mala nunca muere. Además le daría muchos dolores de cabeza si me matara, por que vendría directamente aquí.– sonreí divertida.

– Creo que te gustaría ver a alguien, además de a este sexy diablo.– dijo mirando detrás de mí.

– Es el infierno. El infierno os hace más sexys, definitivamente.– dije mirando a mi mejor amiga.

– No soy la única que le sienta bien la muerte. Pero dejando de lado los halagos, debemos hablar de una cosa. No creo que John sea un buen amigo. Y sigo estando en desacuerdo que no hayas hablado con ellos en tres años, ellos te necesitaban.

– No debes de preocuparte, solo somos socios. Un favor por otro favor.– dije moviéndome al centro de la sala donde se encontraba un precioso piano negro de cola, haciendo oídos sordos a la última replica.– mi madre siempre ha dicho que colocar cuadros o flores o cualquier cosa sobre un piano es un sacrilegio. Ocultan la belleza del piano. Pero tiene un sentido irónico que tengas un cuenco con manzanas.– dije comiendome una.– el fruto del pecado. Tengo curiosidad, cuéntanos tu historia.

– En realidad, el fruto del pecado, ademas de la manzana, fue mi plátano.– dijo sonriendo inocente, mientras Jade y yo nos habíamos quedado mirándolo con los ojos muy abiertos.– ¿por qué quieres saber mi historia?

– Porque los libros los escriben los que ganan y los que viven. Tu eres un ser celestial no pudiste contar tu historial sin revelarle al mundo quien eres. Hablar es la mejor terapia, y quien mejor para hablar que con quien tiene la familia más disfuncional del mundo. Claro después de la tuya.

– Cuando te señalan y te dicen monstruo, te vistes como uno y te comportas como uno.

– Te conviertes en uno.– terminé por él.

– Así es.

– Entonces, ¿quién es en realidad el diablo? ¿quien se esconde detrás de la máscara que el mundo le ha puesto?

– He sido muchos nombres a lo largo de los años, pero creo que nunca realmente he sabido quien soy.– miró la copa en su mano.– decidme, ¿qué historia queréis escuchar?

– Teniendo en cuenta que acabo de ver la fuente del ángel caído, ¿por qué no nos cuentas cómo caíste del cielo? Si estás de acuerdo, Jade.

– Siempre me he preguntado porque te revelaste.– dijo sentándose sobre el piano.– ¿Cómo fue tu infancia para llegar a esa decisión?

– Papá nunca estaba en casa y cuando estaba discutía con mamá en todo momento, no fueron buenos padres, nunca nos dieron cariño. Era siempre una competición por el poco afecto que Padre daba cuando no miraba a su mejor creación, los primeros humanos, Adán y Eva. Harto de escuchar lo perfectos que eran sus humanos, decidí intentar llamar la atención de padre. Creí que enseñándole, lo capaz que podía ser de hacer lo mismo que él, pensé que le gustaría y se sentiría orgulloso de mí. En cambio se enfado tanto, que entendí que se sintió amenazado por mi intento de parecerme a él.

>> Cuando comprendí que no quería otro ser celestial con su poder, me di cuenta que lo deseaba, junte un pequeño ejército de ángeles que pensaban igual que yo y nos enfrentamos a él, claramente me derrotaron. Fui el primer ángel en caer. Pero no me iba a dejar derrotar tan fácilmente, salí de mi castigo eterno y fui al jardín donde Adán y Eva, y los seduje a romper la única regla que mi padre le había impuesto. Es una historia ciertamente corta para todo el tiempo que duró.

– Finalmente te convertiste en un dios, Luzbel.– comentó Jade.

– Pero, los humanos siguen culpándome de sus decisiones.

– Los humanos son necios, necesitan culpar a otros para poder sobrellevar la suya.

Der BoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora