Capítulo uno: Cuando menos lo esperes

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La alarma sonó e inmediatamente la apagué. No pude dormir en toda la noche, no sé si es por miedo o emoción; sin duda estoy nerviosa y no es para menos.

Hoy será mi primer día de escuela en una nueva ciudad... ¡Que emoción!

Me levanté de la cama y salí de mi cuarto para ir al baño. Entre por la puerta que decía ladies y un poco más abajo había un letrero de cartón que tenía escrito and king. Me enjuagué la cara con agua y jabón, no estoy acostumbrada a bañarme en las mañanas, siempre es en las tardes. 

Regresé a mi cuarto, me peine mi corto cabello y me puse el uniforme. Tener un uniforme era bastante bueno, mucho mejor que pensar todos los días que me debería poner. Ir a una escuela privada podría traer beneficios.

El uniforme era una falda azul marino que me llegaba un poco mas arriba de las rodillas; la camisa blanca tiene botones por todo lo largo pero son ocultos gracias a un chaleco de un tono más oscuro que el de la falda, las mangas de la camisa son bastante grandes y holgadas; me puse los calcetines y decidí usarlos largos, llegando tres dedos por debajo de la rodilla, los zapatos que elegimos entre mamá, Eda y yo fueron unos cafés bastante simples, las tres concordamos que era lo mejor, conociéndome los mancharé en menos de cuatro horas.

También tomé la ultima prenda de mi uniforme: El moño.

Después de dos pobres intentos de amarrarlo concluí que no podría sola.

 —¡Luz! ¡Luz!

—¡Voy, Eda!

Agarré la mochila, al parecer en esta escuela todos tenían que tener el mismo tipo de mochila por lo que las vendían en la escuela, aunque Eda dice que es solo para que ellos ganen más dinero (y probablemente tenga razón), me parece un toque muy bonito por parte de la escuela. Parece un pequeño portafolio café.

Al bajar las escaleras fui rápido a la mesa del comedor, enfrente de una de las sillas ya estaba puesto un bowl con lo que cereal. 

—Buenos días, Eda— la saludé mientras tomaba asiento para comer mi desayuno.

—Hola, Luz—la mujer se sentó a mi lado mientras comía un cereal también.

—Si mamá nos viera nos mata—y es que mamá siempre prepara una buena comida, no importaba que fuera tan temprano y nunca dejaría que solo desayunara algo tan simple como cereal, ella dice que el desayuno es la comida más importante del día y hay que desayunar como rey.

—Pero no le dirás nada ¿verdad?—preguntó Eda después de que se acabara su cereal de un sorbo y guiñara el ojo.

—Nop, no diremos nada—reí un poco e igual acabe el cereal, recogí el plato de Eda para limpiar la evidencia de nuestro crimen atroz.

—Por cierto ¿me ayudas a ponerme el moño, Eda?

Me acerqué a ella y me ayudo a ponerme el moño amarillo. Cuando fuimos a comprar el uniforme nos dijeron que podía escoger un moño del color que quisiera ¡pero quería todos! Al final mamá eligió el amarillo porque fue el primero que vio.

—¡Gracias!

Fui al baño de la planta baja y me lavé los dientes lo más rápido que pude.

—Muy bien, niña ¿estás lista?—preguntó la mujer mientras agarraba un par de cascos.

—Si, creo que no me falta nada—respondí mientras agarraba dinero para comprar un almuerzo allá.

—Oh, no es necesario que tomes dinero. La colegiatura ya incluye una comida para el recreo, si quieres algo extra como dulces o refresco lleva el dinero.

Días de escuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora