Ahorita es ahorita

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Hace algunos ayeres uno de mis pasatiempos favoritos era ir a fiestas y bailar hasta el amanecer. Recuerdo que en la universidad, mis amigas y yo organizamos la fiesta del año, nuestro depa sería la sede de una fiesta imperdible. La organización duró una semana y durante esos días no pude pensar en otra cosa. En clase el profesor hablaba, pero mi cabeza no procesaba, era imposible poner atención, mientras él explicaba teorías Freudianas yo reescribía la lista del súper preguntándome si habría sangría suficiente o si deberíamos comprar menos cacahuates y más vino. 

Por fin llegó ese sábado tan esperado. El éxito fue tal que nuestro apartamento fue nombrado el “depa fiesta” a partir de entonces, pero yo no me divertí. 

Recuerdo bien que pasé más de la mitad de la noche pensando en que no debería estar ahí, pues tenía muchísimo que estudiar, se acercaba el fin de curso y el profesor (al que no puse atención) había decidido adelantar el examen al lunes, me quedaba un día. No me divertí en la fiesta ni tampoco al día siguiente cuando entre el desvelo y las copas de más, las palabras estudiadas se resbalaban de mi mente cual trucha en mano. 

Fue aún menos divertido cuando llegó el examen, estaba mucho más fácil de lo que creía, así que perdí la concentración a la mitad pensando en lo buena que estuvo la fiesta y lo mal que me la pasé por estar pensando en el bendito examen. Mi cabecita regresó a la fiesta durante una hora, tratando de recordar momentos sin mi “carota”, cuando me di cuenta el profesor me arrebató el examen de la mano.

Mi roomie, quien además era mi amiga y compañera de clase, sacó la mejor nota del salón, se divirtió a lo grande en la fiesta y hasta novio consiguió ese día. 

¿Cómo pudo ser? ¡El tiempo que tuvimos tanto para organizar como para estudiar fue el mismo! ¿La diferencia? que yo usé mi máquina del tiempo interna para viajar a un pasado y a un futuro inexistentes y ella simplemente vivió y disfrutó cada momento, a la hora de bailar bailó y la hora de estudiar estudió. 

De ahí aprendí que aunque el tiempo sea “igual” para todos y cinco minutos en México duren lo mismo que en Rusia, el tiempo es relativo y cada uno decide como aprovechar sus minutos. Aprendí que cuando decides enfocarte en el presente y apagar tu máquina del tiempo interna es cuando empiezas a vivir.

No importa si crees que el tiempo es relativo, es una ilusión o es un absoluto, lo que importa es que sólo hay un momento: “ahora” y como decía mi mamá, ahorita es ahorita.

Para ser más feliz sólo ahorita libérate de tu máquina del tiempo y disfruta este momento en su perfección. 

Happy MoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora