Como pollo espinado

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De esas veces en que te enamoras de unos zapatos que no te quedan y sin embargo, te los compras creyendo que con alcohol aflojaran, la mantequilla ayudará o que tus pies mágicamente encogerán y se adaptaran a ellos. La realidad es que vas por la vida caminando como pollo espinado, con esos hermosos zapatos que siempre quisiste y que por fin encontraste, pero con un dolor tan intenso que incluso provoca el llanto. 

Las curitas se vuelven insuficientes para sanar el sangrado de tus ampollas, pero consideras que es un pequeño sacrificio y lo pagas con gusto por el placer de andar sobre esas suelas. 

La gente lo percibe a simple vista, nota lo bonitos que son los zapatos y lo mal que lucen en tus pies, lo terrible de tu caminar y tu sufrimiento. Y terminas por culpar a los zapatos por no ser más grandes, por no adaptarse a tus pies y por darte tanto dolor. Te culpas a ti por no tener pies más pequeños y por tener una piel tan sensible. Pasas tus días entre esa constante pelea interna de amor y resentimiento, pero lo peor es que comienzas a ver el mundo a través de esos lentes incongruentes. 

Ahora imagina por un momento que no son zapatos, piensa que es tu trabajo, la ciudad en la que vives o esa pareja de la cual te enamoraste perdidamente.

Si alguna de estas cosas no te queda y te trae más lágrimas que sonrisas y más sufrimiento que placer ¡QUITATE LOS ZAPATOS! ¿Por qué quieres seguir sufriendo?

Al principio te sentirás raro sin ese constante dolor, hasta puedo asegurar que lo extrañaras, sufrirás la pérdida y traerás a tu memoria los mejores momentos y los sueños futuros que ya nunca despertarán, pero ten la seguridad que sólo quitándotelos podrás encontrar esos zapatos perfectos que se adapten a tus pies sin sufrimiento, sólo tomando tú las riendas de tu vida podrás encaminarte a la felicidad. No tengas miedo y da un pasito más hacia la felicidad.

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