F I N A L

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente.

Y se durmió a su lado, sin siquiera tocarlo.

Él viento la arrulló esa noche, y las estrellas la cobijaron con un manto resplandeciente, lleno de constelaciones.

Ahí, en el frío ambiente de aquel cementerio, encontró la paz que estuvo buscando durante todo un mes.

A la mañana siguiente, la lápida fría seguía presionando su mejilla y el olor de la tierra mojada, junto con esa sensación de gelidez, le hacían saber que había caído rocío, pero no pensaba en levantarse. No estaba lista para enfrentarse a todo de nuevo.

Sintió el toque de alguien en su hombro y no supo que hacer, no tenía ni idea de que diría para explicar su prescencia en aquel cementerio durante toda la noche. Porque la única explicación parecía extraña incluso para ella.

Y de la nada algo cambió.

La lápida empezó a sentirse más cálida y su cuerpo a sentirse extraño. La humedad del rocío mañanero en su ropa ya no se sentía. Y todo el ambiente en sí se pareció diferente. Pero no tuvo tiempo para cuestionarse nada.

Porque luego lo escuchó.

- Hey, despierta.

Sus ojos se abrieron de golpe, no por obedecer a aquella voz, si no por la sorpresa de a quién podía pertenecer.

Sé mareó al levartar la mirada y todo lo que creía haber recordado se volvió difuso al dase cuenta de que no estaba en aquel cementerio al final de la calle, si no en un lugar más cálido.

El aula de clases 204.

Y que la voz que había pronunciado esa frase era la que había estado anhelando escuchar hace mucho.

O tal vez sólo hace unas horas.

Giró su rostro para comprobar lo que había escuchado. Y al encontrarse con la mirada azulada del chico de quedó sin aliento.

Estaba ahí, de verdad estaba ahí. Con su mirada glacial y sus pálidas mejillas.

Miró hacia sus pies, leyó el pizarrón, e incluso se pellizcó el brazo, todo rápidamente para corroborar que no estuviera soñando. Y no, no le importó parecer ridícula ante la mirada de Ian, porque él seguía estando ahí. Y eso era lo que le importaba.

- ¿Qué... Qué día es hoy? -preguntó al tiempo que él frunció el ceño.

- Dos de febrero. -contestó dándole una mirada cargada de extrañeza.

Dos meses antes... de su muerte.

- Oye, ya tenemos que irnos. -empezó a decir el chico.

Pero ella no lo escuchaba, estaba demasiado centrada en sus propios pensamientos.

INVIERNO. | Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora