Capítulo 11: Nunca antes habían estado realmente juntos

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PRESENTE.

Esa institución era una de las diez mejores escuelas internacionales de la Ciudad Wan. No sólo sus profesores y su entorno fueron especiales, sino también eran amigables con los estudiantes discapacitados. Admitían a todos los alumnos con extremidades discapacitadas, incluso si nacieron con ello o lo adquirieron más adelante en sus vidas.

La escuela contaba con pasillos y ascensores específicamente para el uso de sillas de ruedas, sus autobuses tenían plataformas diseñadas que podían subir y bajar. Desde los edificios de la institución hasta los dormitorios, el campo de deportes, los jardines, los senderos y otras instalaciones similares tenían la accesibilidad para discapacitados; incluso se reservaron instalaciones especiales para ellos. Pero la escuela no sólo admitía a estudiantes discapacitados; más bien, dieron a los jóvenes como Leyao la oportunidad de asistir a clases junto con alumnos sin discapacidades.

Tan pronto como ingresó al campus, Leyao ya no necesitó la ayuda de nadie y podía moverse por su cuenta.

Las únicas dos cosas que deprimieron a Zhou Luoyang fueron: la primera, que la matrícula era demasiado costosa y la segunda, que requerían que todos los alumnos vivieran en la escuela para recibir el mismo trato.

—Hay que dejarlo para que se adapte a la vida del campus, al igual que los otros estudiantes —comentó el responsable de grado de Leyao, obviamente acostumbrado a tratar con padres ansiosos—. De lo contrario, aunque puedas cuidar de él durante toda su vida, ¿planeas mantenerlo encerrado en casa todo el tiempo? Necesita experimentar la oportunidad y el entorno para ser independiente, para aprender gradualmente a integrarse a la sociedad por su cuenta. Leyao tiene una discapacidad física, pero no mental. Mira, tenemos estudiantes como él que pueden vivir en el campus, así que, ¿por qué él no?

Zhou Luoyang admitió que Leyao necesitaba de esa vida. Las citas, el matrimonio, una familia y una carrera no eran la preocupación en ese momento. Aunque estaba mejorando continuamente, China no creaba un entorno muy conveniente para las personas en silla de ruedas; al menos en comparación con los países desarrollados, era muy escaso.

Muchas personas discapacitadas rara vez salían, ni siquiera tenían la intención de hacerlo y parecían presas en sus casas. Incluso, si de vez en cuando paseaban por la calle para aliviar el aburrimiento, no se aventuraban muy lejos de sus hogares al no estar acompañados por otra persona y mucho menos tomaban el transporte público, metro, llamaban a un taxi o cualquier otro transporte. La mayoría de ellos estaban acostumbrados a respirar aire fresco en sus vecindarios, sólo eso.

—Es muy agradable. —Du Jing llevó las bolsas de Leyao, grandes y pequeñas, a su dormitorio.

Zhou Luoyang quería tender la cama; sin embargo, Leyao sonrió deteniéndolo.
—Déjame intentarlo, puedo hacerlo.

Entonces, Zhou Luoyang se paró a un lado y observó cómo su hermano trabajaba duro para colocar la ropa de cama en su silla de ruedas mientras que Du Jing inspeccionaba a su alrededor. El dormitorio de dos personas era muy espacioso, suficiente para que una silla de ruedas se moviera; había dos baños, uno de los cuales no tenía barreras para la ducha y el retrete. Todos los días, un miembro del personal vendría a limpiar y si Leyao lo pedía, también lo ayudarían a bañarse o lo esperarían al otro lado de las cortinas de la ducha.

Du Jing analizó específicamente la ventana y Zhou Luoyang supo que estaba pensando en la habitación que solían compartir; ambos intercambiaron una mirada.

—Esto es mucho mejor que nuestro antiguo hogar. —dijo el hombre.

Leyao preguntó—: ¿Ves? Estaré bien.

Tiandi Baiju: Caballo Blanco del Cielo y la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora