VIII

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✨ CAPÍTULO 8

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✨ CAPÍTULO 8. De mal en peor ✨

La situación dentro de la Fábrica se calmó levemente hasta que, como Cracovia comprendió que sería habitual en ese atraco, todo se torció de nuevo. Esta vez con un escándalo que afectaría única y exclusivamente a Andrés de Fonollosa.

Alguien, la morena no supo bien quien, había vuelto a encender la tele y, ahora, las noticias inundaban el despacho en el que la mayor parte de los miembros de la banda se encontraban.

"Conocido por perpetrar numerosos atracos a joyerías y establecimientos de lujo, a Andrés de Fonollosa también se le atribuyen otros delitos de carácter sexual".

La reportera los tenía a todos con la vista clavada en la pantalla de la televisión, donde se podía ver una imagen de Berlín en primerísima plana.

- Menudo currículum, colega - Nairobi chasqueó la lengua con desagrado, mientras que Cracovia no apartó la vista de su viejo amigo.

Sabía que las palabras de la reportera no eran ciertas, pero lo que le preocupaba era la postura corporal de Berlín, que no deparaba nada bueno. Lo conocía lo suficientemente bien como para saber que en esos momentos su interior estaba lleno de ira. Una ira que temía que pronto estallaría.

"En concreto la pertenencia a una red de tráfico de mujeres. Se le atribuyen varios delitos de proxenetismo, extorsión de menores..."

- ¿Menores? Eso es caer muy bajo, Berlín.

- Nairobi, cállate - le recomendó Cracovia, lanzándole una mirada que decía, claramente, que era mejor que mantuviera la boca cerrada. No era buena idea seguir por ahí. Desde luego que no lo era.

Pese a todo, la advertencia de la morena llegó demasiado tarde, y no tardó en ver como Berlín se abalanzaba sobre Nairobi, rodeando su garganta con la mano, y apretando con fuerza. Cracovia observó la situación desde una prudente distancia. La pelinegra trató de defenderse, propinándole dos fuertes puñetazos en el rostro a Berlín, pero este ni se inmutó. De hecho, sucedió lo contrario: ejerció aún mayor presión.

Finalmente tomó la decisión de acercarse a ellos con la intención de separarlos. Agarró a Berlín del brazo y, si bien no tenía fuerza física suficiente como para separarlo de Nairobi, cuando sus ojos entraron en contacto, la fuerza ejercida cesó, separándose de la mujer, que empezó a toser y cogió aire con dificultad.

- Yo nunca vendería a mujeres. Y muchos menos sería su chulo.

Cracovia sabía perfectamente que esas palabras no iban dirigidas a ella en exclusiva, a pesar de que el hombre la estaba mirando, pero sintió que Berlín se trataba de justificar ante ella.

- Lo sé, Andrés, lo sé - susurró entonces.

Con el dorso de su mano le limpió la sangre que colgaba de su barbilla. Ese simple gesto le valió a Berlín para comprender que Sofía seguía confiando en él, que no se había creído las mentiras de la prensa.

C R A C O V I A [Profesor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora