XXVI

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✨ CAPÍTULO 26

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CAPÍTULO 26. Entran los militares y la Banda se divide 

Arturo abandonó el Banco de España ante la atenta mirada de Cracovia, que lo vio partir con los brazos cruzados y cara de pocos amigos. Palermo, a su lado, la observaba en silencio, tratando de adivinar los pensamientos que cruzaban en aquel momento por la mente de su hermana. 

- Es más de lo que se merece - susurró entonces la castaña, desviando la mirada hacia el argentino - Tendría que haber muerto - añadió - Sería lo justo. 

- Pero no somos nosotros quien decide eso - respondió tras unos segundos pensativos. Él también creía que Arturito estaría mejor bajo tierra, pero aquel atraco no se podía permitir más muertes a sus espaldas - Van a entrar - murmuró entonces - Lo sabés, ¿no? La guerra va a empezar. 

- Supongo que a eso hemos venido, al fin y al cabo - sus ojos dejaron de mirarle para clavarse en una nerviosa Estocolmo que todavía no había procesado el disparo a su ex - pareja. 

- ¿En qué estás pensando? 

- Tengo un mal presentimiento. 

- No es el momento para tener malos presentimientos, Sofía. 

- Lo sé, yo... Da igual - sacudió la cabeza - No tiene importancia - añadió en un tono que su hermano no pudo escuchar. 

Palermo la vio subir las escaleras lentamente, perdida en sus pensamientos, y la preocupación se instaló en su pecho. Salió tras sus pasos, corriendo para alcanzarla. 

- ¿Es mucho pedir que te pongas a salvo? 

- Sí - ni siquiera le miró. 

- Hablo en serio - la sujetó del brazo para obligarla a girarse - No me gusta esto. 

- Ya es tarde, Martín - le habló con sorprendente suavidad - No me voy a esconder, porque el resultado será el mismo: o muero o vivo. Ya no hay grises, hermano. Ahora sólo hay blanco y negro - se soltó del agarre para continuar con su camino. 

Minutos más tarde se encontraba frente a Lisboa, que la observaba con una mirada que no supo descifrar. 

- ¿Cómo te encuentras? - le preguntó, aprovechando la soledad que en aquel momento las rodeaba. 

- Sorprendentemente tranquila - se sentó sobre una de las mesas que había en la sala antes de mirarla - Supongo que es la calma que anticipa a la tormenta, ¿no? - hizo ademán de sonreír, pero terminó convirtiéndose en una extraña mueca que Lisboa no fue capaz de corresponder. 

- Estoy preocupada por Sergio. 

- No te mentiré - suspiró - Yo también. Pero... Creo que estoy más preocupada por nosotros - clavó la mirada en sus manos, que había unido sobre su barriga - Van a entrar con todo. Y no vamos a poder hacer nada por evitarlo. Nada - enfatizó - Ni siquiera Sergio puede ayudarnos. 

C R A C O V I A [Profesor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora