XII

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✨ CAPÍTULO 12

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CAPÍTULO 12. Revivir de entre los muertos ✨

-¿Y qué tenés pensado hacer? ¿Quedarte aquí encerrada?

Martín estaba frente a Sofía, con los brazos cruzados, y un gesto de claro enfado en el rostro.

- Eso es justo lo que pretendo – coincidió la morena, acercándose a él – Al menos por el momento.

- No me parece decente por tu parte que actúes de ese modo.

- No me vengas a hablar tu de decencia – atacó Sofía sin muchas ganas de empezar una discusión – Prefiero no encontrarme con ellos por ahora. Cuando lo considere necesario, volveré.

- ¿Y yo mientras tanto que tengo que hacer? ¿Aceptar el pésame que me den por la muerte de una hermana que está más viva que otra cosa? ¿Ver la cara de muerto que Sergio probablemente traiga tras haber perdido a su novia y a su hermano? Me vacilás querida.

- Tú simplemente no digas nada – las manos de la argentina se posaron sobre los hombros de Martín – Por favor.

El hombre iba a decir algo más, cuando sintieron la puerta del Monasterio abrirse, y un coro de voces a su alrededor.

- He llegado el momento – susurró la chica, echándose un par de pasos hacia atrás – Se bueno, hermanito – le guiñó el ojo y no tardó en caminar hacia su habitación, el único lugar en el que podría evitar encontrarse con la banda. Su antigua familia.

Sofía tuvo que reconocer que se moría de ganas de salir y abrazarlos a todos. De decirles que estaba viva, y que estaba bien. Pero todavía no se encontraba con fuerzas. Aunque los últimos tres años lo había llevado mejor de lo esperado, desde la muerte de Berlín sufría ataques de pánico casi todas las semanas, y creía que encontrarse con ellos lo único que haría sería provocar que estos fueran aún peores.

Martín miró una última vez la dirección por la que su hermana había desaparecido antes de girar la esquina del pasillo y encontrarse con Sergio, acompañado de un variopinto grupo de personas.

- ¡Sergio, viejo amigo! – exclamó con falsa ilusión, yendo a abrazarle - ¿Qué hacés aquí? – preguntó, a pesar de que ya lo sabía. Le gustaba poner al hombre en un compromiso.

Sergio lo miró a través de las gafas con una actitud seria.

- He venido a pedirte ayuda – terminó respondiendo, apartando la mirada – Dejame que te presente a la banda – se hizo a un lado para dejar paso a los demás.

Uno a uno se fueron presentando, todos con nombres de ciudades. El argentino los observó con los ojos levemente entrecerrados y, cuando Sergio le pidió que eligiera un nuevo nombre, este lo tuvo claro.

- Palermo – se presentó, inclinando levemente la cabeza.

Ese día no hicieron nada más. Cada uno de ellos ocupó una habitación del Monasterio, todas ellas alejadas de la que ocupaba Sofía, para así evitar encontrones indeseados. Palermo y el Profesor, en un momento dado, se alejaron del grupo para mantener una conversación a solas.

C R A C O V I A [Profesor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora