Capítulo 12: Las declaraciones.

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Roberto, llegó a su casa de muy mal humor, se sentía rabioso por las cosas que le dijo esa chiquilla, que no se guarda nada, es una mocosa metiche que se mete donde no la han llamado. ¿Cómo se le ocurre sermonearlo de ese modo? Ella no tiene derechos de criticarlo de cómo educar a sus hijos; que tenga los suyos, para que lo crie como a ella le dé la gana, ¡faltaba más! Uffff, pero que rabia. Entró a la sala y estaban dos agentes de policía, Ana, su hermana y Cristian, su mejor amigo y compañero de trabajo.

- ¡Danny!, ¡Angie! – gritó de alegría Ana, corrió a abrazarlos y besarlos – ¡ay, sobrinitos míos! Qué susto nos han dado.

- Doctor Montemayor, ¿Qué fue lo que pasó? ¿Dónde los encontró?, porque hay que hacer una denuncia e ir a interrogar a la familia donde sus hijos estaban – dijo uno de los agentes.

- no hay necesidad, señor agente; pregúntele a los niños, que ellos les dirán que ruta cogieron hasta llegar a la casa donde los encontré. - expresó Roberto sentándose en uno de los sillones.

- pero, ellos solo tienen cinco años, doctor, ¿Cómo van a saber, por donde caminaron? – protestó el agente.

- Daniel, ven acá. Dile al señor agente, qué ruta tomaron y por qué llegaron hasta la casa de la familia Benavides.

- ¿usted conoce a esa familia?

- por desgracia, sí, señor- dijo con enojo.

- ¿Benavides? Se sobre saltó Ana mirando a Roberto – la familia de la chica...

- esos mismos – dijo Roberto, sin dejar terminar de hablar a su hermana – además, ellos no tienen nada que ver – ya a Roberto se sentía que se le reaviva el enojo

- ¿Por qué no hace el denuncio? Ya que ellos retuvieron a los niños hasta esta hora. Replicó el agente.

- porque ellos no tienen la culpa, aquí Daniel, no le dio la información a ninguno de ellos para que se comunicaran conmigo.

- sí, es verdad, le dije a mi hermana que no dijéramos nada quien era nuestro padre – dijo Daniel, el agente quedó impresionado por cómo se expresaba el niño – porque cuando ellos nos encontraron en el refugio, estábamos muy fríos y ellos nos arroparon con mantas tibias para calentarnos.

- Quieres decir, mantas térmicas – contestó Ana.

- no sé, pero eran tibias y nos quitó el frío, luego nos dieron desayuno, después Fer, nos llevó a su habitación, nos aseamos, después Angie se sintió mal con fiebre y yo también y la abuela Yolanda nos dio jarabe para fiebre.

- ¿abuela? – gritó Roberto – no es abuela de ustedes. – dijo enojado

- yo le dije abuela, y ella le gustó – dijo Angie, es muy cariñosa como las abuelitas. – y sonrió

- Bueno, Daniel dinos, ¿Cómo salieron de esta casa? ¿y de quién fue la idea?

- la idea de escaparnos fue mía. – dijo Angie – tomamos una muda de ropa, ropa interior, toallitas una mantita y mi alcancía – respondió muy satisfecha de lo que había hecho.

- salimos de a casa cuando todos estaban durmiendo – siguió el relato Daniel – nos fuimos por la calle que va al jardín donde vamos y caminamos derecho, llegamos al sendero donde vamos con las bicis y caminamos por allí, casi al terminar la calle nos salió un mendigo y salimos corriendo por otra calle y corrimos, luego vimos el carro de mi tía Ana y nos escondimos a tras de unos arbustos, nos cambiamos las chaquetas, porque son de doble color y seguimos caminando, pero ya era casi de día y Angie ya estaba cansada, luego pasamos por unas casas bonitas con rejas y jardín, llegamos a una que la reja estaba abierta y nos entramos, encontramos como una casita,... bueno después nos enteramos que era un refugio de Fer y Sofi, nos metimos en un rincón y Angie y yo nos arropamos con su mantita y nos dormimos abrazados los dos – dio un suspiro de alivio por haber terminado el relato más largo de su vida.

MI ADORABLE CASCARRABIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora