Capítulo 8: El primer beso.

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- buenos días, Roberto – Ana entra a la cocina y encuentra a su hermano desayunando - ¿Cómo amaneciste, hermanito? Lo besó en la cabeza y se sentó para tomar también el suyo, ya que tiene un compromiso con sus compañeros en la universidad Sergio Arboleda, ya que tenían planeado realizar algunos estudios adelantados sobre unos temas sobre finanzas internacionales.

- hola, hermana, bien gracias y ¿tú, para dónde vas? – pregunta cuando la mira detenidamente y lista para salir

- voy a la universidad, ¿te acuerdas que te dije que íbamos un estudio de finanzas que tenemos para el próximo semestre? – lo vio asentir – y te recuerdo que en el mes de enero tengo que viajar a México para el intercambio, para el estudio final de la carrera.

- está bien, ve haciendo todas las vueltas y me avisas con tiempo para hacerte la transferencia de los costos, ¿vale, hermanita? – le sonríe – yo también me voy, tengo que ir primero a la universidad y luego tengo pacientes – se levantó de la silla y se acercó para darle un beso en la mejilla. Tomó sus llaves y salió en busca de su coche.

Después de entregar todas sus notas y hablar con el rector, se marchó. Ya en la clínica, entró en su consultorio y su secretaria le entrega el listado de pacientes para el día de hoy, él la toma, la coloca en el escritorio mientras se pone la bata, cuando ya termina se sienta en su silla y vuelve a tomar la lista para mirar quién es el primer paciente y ve que una de las últimas pacientes es Luisa Fernanda Benavides, "rayos" pensó – la chiquilla otra vez en mi camino – dio un suspiro largo y flexionó los hombros para quitarse un poco el estrés que sentía al pensar en ver a la chica malgeniada. Toma el teléfono para decirle a Mildred que haga pasar el primer paciente.

Así pasan las horas, hasta que llegó el turno de Lucía Fernanda, que estaba sentada en la sala de espera con su celular en su mano viendo un vídeo.

- Mildred, ¿faltan más pacientes, además de la señorita Benavides? – le pregunta Roberto a su secretaria – ella levanta la vista y repara en Lucía Fernanda que está bien concentrada en su celular.

- no, señor, solo ella es la última, porque la señora Sara Jiménez canceló ayer la cita, porque se le cruzaba con una de odontología.

- está bien, Mildred, haga pasar a la señorita Benavides y me trae implementos para quitar el yeso y vendas por si las necesito. ¿llegó acompañada?

- no señor, está sola – respondió ella. - ¿Luisa Fernanda? – cuando ella levanta la vista le dice – ya puedes pasar, ¿quieres tomar algo?

- muchas gracias, Mildred, no deseo tomar nada – se acerca a donde está Mildred y le pregunta con una sonrisa traviesa. ¿cómo está el doctorcillo? ¿se encuentra de mal humor? – Mildred se sonríe y le guiña un ojo, le dice en voz baja:

- estaba de buen humor cuando llegó, pero ahora que entres, ¿quién sabe? Jajajaja, ríe más fuerte y Luisa Fernanda se dirige hacia la puerta y toca, escucha a Roberto:

- adelante, señorita Benavides – levanta la vista y le dice que se siente.

- buenos días, doctor Montemayor - saluda ella, muy seria.

- muy bien – dice Roberto, levantando una carpeta con la historia de ella - ¿Cómo se ha sentido? ¿tiene molestias en el brazo?

- claro que tengo molestias, - dice la chica – me pica, me pesa y es un fastidio llevarlo dijo molesta

- bien, miremos cómo ha evolucionado durante estos meses, - dice Roberto – puede subirse a la camilla, por favor – la puerta se abre y entra Mildred - ¿trajo todo, Mildred? – le pregunta.

- sí señor, aquí está – le entrega una bandeja con una pequeña sierra, gafas, mascarillas, un abridor y vendas.

- ¿va a dolerme? – pregunta Fer un poco nerviosa mirando la bandeja con la sierra - ¿sabe utilizar esa sierra? ¿y si me corta el brazo? – mientras dice eso, Mildred le coloca las gafas y una mascarilla, además de una bata azul; ella observa cuando Roberto se pone sus gafas de protección y la mascarilla.

- claro que no le va a doler, solo sentirás una pequeña molestia. Responde Roberto y para molestarla le dice:

- una casi doctora y todavía no sabes que eso no duele – dice sin mirarla con seriedad – y con respecto a tu pregunta, sí, si se utilizar esa sierra – y luego le advierte – puedes aprender cómo se quita, para cuando te toque. – luego toma la sierra y comienza a partir el yeso.

Luisa Fernanda, mira atentamente a Roberto cómo utiliza la sierra, de verdad que hace mucho ruido ese aparato, luego levanta la mirada para verle la cara y en seguida la retira y vuelve a mirar lo que él está haciendo. Pasaron como unos diez minutos cuando ya tenía el brazo libre de ese yeso, pero lo veía muy pálido y casposo.

- listo, ahora debes tener mucho cuidado, la fractura se siente bien, toca mandarte unos rayos X para ver como soldó el hueso – decía Roberto mientras se quitaba los guantes, la mascarilla y las gafas – Mildred, hazme el favor de llevar a la señorita Benavides a rayos X, toma la orden y que lo hagan urgente – se vuelve hacia Fer y le dice te mandaré unas terapias de rehabilitación, para que ejercites los músculos y el movimiento del brazo, manos y dedos, ¿vale? – el ve que la joven asiente mientras se va bajando de la camilla – cuando te hagas los rayos X, vuelves para ver como salieron.

- ok – contesta ella y sale con Mildred para realizar el examen. Roberto la ve salir y lanza un largo suspiro pensando que estaba muy tenso, no sabe por qué esta chiquilla lo pone así, trató de no tocarle la mano, menos mal que tenía guantes, pero se sentía muy tenso a su lado.

Pasaron treinta minutos, mientras hacía los rayos X a Luisa Fernanda y sacar los resultados. Mildred llegó con el sobre donde traía las imágenes y la lectura, Roberto lo toma y las observa antes de mirar la lectura. – llama a Mildred para decirle que mande a entrar a Luisa Fernanda. Ella entra y se sienta.

- ¿qué pasa? ¿está todo bien? – pregunta ansiosa.

- no ha sanado del todo – la observa – debemos poner otro yeso – ella abre los ojos asombrados.

- ¿otro?

- sí, pero vamos a ponerlo de fibra de vidrio que es más liviano, ¿vale?

- está bien, contestó resignada – menos mal que ya salí de clases.

- gracias a Dios, pero es mejor que lo mantengas en reposo, no moverlo tanto. – Mildred, trae implementos para escayola de fibra, por favor.

Hicieron todo lo necesario para colocar la escayola en el brazo de Luisa Fernanda. Ella se veía triste, eso fue lo que notó Roberto.

- ¿Qué pasa, chiquilla hermosa? Le dijo bajito

- otra vez enyesada – dijo con voz quebrada y con los ojos llorosos – pensé que iba a pasar navidad, mi cumpleaños y año nuevo sin esto – lo miró a los ojos y Roberto acercó su cara a la de ella, levantó su mano derecha y le tocó una mejilla y logró tomar unas lágrimas que se resbalaban por ella.

- no le des tanta importancia a eso, le dio la mano para ayudarla a sentarse en la camilla, quedando frente a frente, quedaron mirándose como hechizados, su mano bajó hasta la barbilla y la acercó a sus labios tocándolos con suavidad, Luisa Fernanda al sentir los labios de Roberto en los suyos, se sorprendió y tembló, pero los abrió un poco cerrando sus ojos. Roberto sintió que se le aceleraba el corazón, en su cuerpo le recorrió una descarga eléctrica, cambió de posición y profundizó el beso. Ella estaba como en trance, ya que nadie la había besado de ese modo, sentía el cuerpo temblar, pensó que el corazón se le iba a salir del pecho.

Roberto retrocedió un poco y separó su boca de la de ella, diciéndole:

- perdón, no debí besarte – cerró los ojos y se pasó las manos por el cabello – pero no lo lamento – le sonrió. - ella también le sonrió, pero no lo miró de frente.

- yo tampoco lo lamento, pero no está bien, usted es mi médico y mi profesor, ¿Qué dirá la gente?

- me importa un comino lo que diga la gente, - dijo con enojo, pero se calmó – disculpa, si tienes razón, es mejor que lo olvidemos – suspira y se da media vuelta para sentarse en su silla - pídele a Mildred la fórmula y que te dé cita para ver cómo vas con la recuperación, ¿vale?

- sí, gracias, ya me voy – salió casi corriendo del consultorio, pasó al escritorio de Mildred, ella le entregó las órdenes y le dijo:

- en estos días te llamo para darte a cita, ¿sí? – la miró - ¿te sientes bien? ¡estás muy pálida!

- estoy bien, gracias por preguntar, me asusté mucho con esto – dice rápidamente y toma los documentos y se despide de ella – adiós.

MI ADORABLE CASCARRABIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora