Capítulo 10

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El ambiente en la Academia Olympea había decaído drásticamente

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El ambiente en la Academia Olympea había decaído drásticamente. Ya no habían tantas risas y habían muchos que se andaban solos por toda la Academia, supongo que porque su único amigo era del grupo contrario.

El ala este –la residencia masculina- se había convertido en el área de los alfas, y el ala derecha –la residencia femenina- se había convertido en la de los omegas. Había tenido que llevar todas mis cosas de mi habitación hacia una idéntica dentro del ala este. Eran iguales, pero me sentía fuera de lugar. El saber que esa habitación había pertenecido a alguien más y que la mía ahora le pertenecía a otro era incómodo.

Todo esto solo porque me había hecho amiga de un omega. Era una estupidez. Era lo suficientemente madura como para saber lo que debo y lo que no debo hacer. El Primero no quiso admitir que era por esa razón, pero su mirada firme en mi rostro era todo lo que necesitaba para saber que así era.

-Halia –me llama mi madre del otro lado de la puerta- Llegarás tarde al entrenamiento.

-Dame un segundo –respondo terminando de atar los cordones de mis botas militares color negro- Lista –digo abriendo la puerta.

Me miró de arriba abajo, examinándome, antes de sonreír.

-Perfecta –dijo simplemente- Vamos.

Al llegar a la sala de entrenamiento, tuve un pequeño sentimiento de tristeza al no ver a Alexander golpeando con ganas a uno de esos muñecos de entrenamiento, con sus hermosos ojos brillando por la luz del sol y su cabello oscuro, sudado y despeinando, cayendo por su frente.

Por todos los dioses, ahora estaba delirando.
Sacudí la cabeza y me coloqué los guantes rápidamente y me acerqué al muro de dagas.

-Señorita Thalassinos, tenga cuidado –me dijo el profesor.

Asentí y tomé cinco dagas de plata. Me coloqué frente al blanco y coloqué mi brazo hacia atrás por encima de mi hombro, apuntando. Me concentré en el centro de la diana y lancé la daga con la mayor fuerza posible, dando justo en el centro.

-Parece que tu puntería no ha sido afectada por los días libres –me felicita Melody.

-Gracias –respondo mirando mis pies.

-Lo extrañas, ¿verdad?

-¿A quién? –pregunto sabiendo la respuesta.

-A Alexander –dice obvia.

-¿Qué? No... yo no lo extraño... ¿por qué habría de extrañarlo? La amistad de Alexander y yo era algo temporal.

Los Herederos - PARTE ÚNICADonde viven las historias. Descúbrelo ahora