Prólogo

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En los oscuros albores de la creación, cuando el caos reinaba y la luz apenas comenzaba a asomarse, tres diosas emergieron de la nada: Nayru, Farore y Din. Con manos de fuego y corazones de tormenta, moldearon el mundo con su poder divino, infundiendo en cada rincón su esencia. Susurros de creación resonaban en el vacío, y cada chispa de luz que brotaba de sus dedos sembraba la semilla de la vida. Pero su obra, aunque grandiosa, no estuvo exenta de sombras.

Al concluir su tarea, las diosas, conocidas como las Diosas de Oro, comprendieron que su legado debía ser protegido por un alma pura, un faro de esperanza en un mundo lleno de oscuridad. Así, en medio de un mar de almas, la diosa Hylia fue elegida.Su luz era brillante, su corazón, un refugio de bondad. Sin embargo, el equilibrio es frágil, y pronto, el Heraldo de la Muerte, un demonio de insaciable ambición, emergió de las profundidades del abismo.

Su deseo de poder lo llevó a invocar a las criaturas más oscuras, y con un ejército de monstruos, desató una ola de terror que arrasó la tierra, sumiendo a los inocentes en un río de sangre y desesperación. Hylia, al ver el horror que el Heraldo había desatado, supo que debía actuar.La guerra estalló como un rayo en una tormenta.

Las tierras de Neburia, que una vez habían sido un paraíso de luz y armonía, se convirtieron en un campo de batalla desgarrador. Las criaturas del abismo, deformadas y sedientas de sangre, avanzaban en hordas, sus ojos resplandecían con un brillo malévolo mientras arrasaban aldeas y devoraban todo a su paso.

Los gritos de los inocentes resonaban en el aire, y el suelo temblaba bajo el peso de la desesperación.Hylia, con su luz resplandeciente, se alzó como un faro de esperanza. Con un ejército de valientes guerreros, descendió sobre el campo de batalla, su espada brillando como el sol. Cada golpe resonaba con el eco de la justicia, y su determinación era inquebrantable.

Las fuerzas del bien se unieron bajo su estandarte, luchando con fervor y sacrificio, mientras el cielo se oscurecía con las alas de los demonios.La contienda fue brutal y sangrienta. Hylia invocó su poder divino, llamando a los elementos a su lado. Con un gesto de su mano, desató torrentes de agua que arrastraron a las criaturas oscuras, mientras llamas sagradas danzaban a su alrededor, consumiendo a los monstruos que se atrevían a acercarse.

El terreno temblaba bajo sus pies, y el firmamento se oscurecía con las alas de los demonios. Con cada destello de su espada, la diosa cortaba la oscuridad, pero el Heraldo de la Muerte, con su risa burlona, se alzaba entre las sombras, un titán de maldad que parecía invulnerable. Su risa era un canto macabro que resonaba en el aire, desafiando a la luz y alimentando la desesperanza de aquellos que luchaban.

En el clímax de la batalla, el Heraldo invocó a sus criaturas más poderosas, monstruos que se alimentaban del miedo y la desesperación, sembrando el caos entre las filas de los guerreros de Hylia. Pero la diosa no se rindió.

Con un grito de guerra, canalizó el poder de la Trifuerza, y un resplandor dorado iluminó el campo de batalla. Desde lo alto, una lluvia de luz descendió, desintegrando a los enemigos y restaurando la esperanza en los corazones de sus aliados.La lucha culminó en un enfrentamiento titánico entre Hylia y el Heraldo.

Con cada golpe, la tierra temblaba, y el aire se llenaba de energía. El Heraldo, con su magia oscura, lanzó un torrente de sombras hacia Hylia, pero ella, con un movimiento ágil, invocó un escudo de luz que desvió el ataque. Con un giro de su espada, desató un torbellino de energía que arrastró al demonio, debilitándolo.En un momento de pura determinación, Hylia reunió toda su fuerza y canalizó la esencia de la Trifuerza, desatando un rayo de luz que atravesó las tinieblas y selló al Heraldo en el abismo.

La explosión de luz fue tan intensa que iluminó el cielo, y el eco de su victoria resonó a través de las tierras.Pero su triunfo dejó cicatrices imborrables. La tierra, aún temblando por el eco de la batalla, se cubrió de cenizas, y Hylia, consciente de que el mal siempre acecharía, trazó un plan desesperado.

Renunciar a su inmortalidad fue el precio que debía pagar. Hylia se despojó de sus recuerdos, guardando solo los más esenciales en los templos de las tierras bajas, con la esperanza de renacer en un cuerpo que compartiera su esencia. La nueva portadora de su luz debía ser valiente y pura, destinada a enfrentar la oscuridad que siempre acecharía.Los años se deslizaron como sombras, y en las islas de Neburia, una niña nació.

Su nombre era Zelda, y con su llegada, el ciclo de luz y oscuridad estaba a punto de comenzar de nuevo, un eco de la lucha eterna entre el bien y el mal, donde cada susurro del pasado podría despertar a los demonios que aguardaban en la penumbra.Zelda creció entre leyendas y mitos, su vida marcada por un destino que la llamaba desde las profundidades de su ser. Desde pequeña, sentía una conexión inexplicable con la historia de Hylia, como si los ecos de su sacrificio resonaran en su alma. Los ancianos del pueblo susurraban su nombre en ceremonias, y las estrellas parecían brillar más intensamente cuando ella estaba cerca, como si el universo mismo reconociera su destino.

Sin embargo, la paz en Neburia era frágil. A medida que Zelda alcanzaba la adolescencia, las sombras comenzaron a alargarse nuevamente. Ruidos extraños y susurros inquietantes surgían de las profundidades del bosque, y los aldeanos hablaban de un nuevo mal que se cernía sobre la isla. Las visiones de Hylia, que una vez habían sido meras historias, comenzaron a manifestarse en sueños inquietantes, llenos de imágenes de caos y destrucción.

Zelda sabía que su vida estaba a punto de cambiar. Con cada amanecer, sentía la presión de un destino que la llamaba, un legado que debía abrazar. La Trifuerza, el corazón de su linaje, latía en su interior, recordándole que la luz y la oscuridad estaban destinadas a enfrentarse una vez más.

Con la determinación de las diosas que la precedieron, Zelda se preparó para el desafío que se avecinaba, consciente de que su viaje no solo sería una lucha por la supervivencia, sino también un renacimiento de la esperanza en un mundo que había olvidado lo que significaba creer.

La Leyenda De Zelda "Pasión Y Renacimiento"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora