Su vida cambiaba como una cometa movida por el viento.
Se encontraba en un callejón sin salida, estaba atrapado en la más oscura oscuridad, pequeñas partículas de luz le hacían tener esperanza y seguir caminando por el puente del destino.
Las horas pasaban y su interior se encogía.
Sólo la pequeña esperanza que guardaba en su interior le permitió resistir a los fuertes vientos.
Pasaba desconfiado y a paso lento por el estrecho puente, pero poco a poco llegó al final, donde encontró la luz y la paz que necesitaba.