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Mi nombre es Simona Díaz y vivo con mi mejor amiga, Alma García, en un departamento en Barracas, Buenos Aires. Tengo 17 años y desde hace un año estoy de novia con Mateo Palacios, más conocido en el mundo del freestyle como Trueno. La verdad es que nunca me imaginé que terminaría de novia con él, pero así es la vida, llena de vueltas y sorpresas.

Les cuento un poco cómo empezó nuestra historia. Mi mejor amigo, Daniel, compite en la FMS, y Mateo también. Yo iba a ver a Dani cada vez que podía para apoyarlo, y fue ahí donde empecé a notar a Mateo. Desde la primera vez que lo vi, me pareció un pibe hermoso, con esa actitud segura y su sonrisa de lado que hacía que se me parara el corazón.

Con el tiempo, empezamos a coincidir más. Dani me invitaba a las jodas, y Mateo siempre andaba por ahí también. Entre charlas y miradas que decían mucho más de lo que queríamos admitir, nos fuimos conociendo. Llegó un momento en que nos empezamos a juntar a solas, a veces para garchar y otras simplemente para hablar y reírnos de pavadas hasta las 3 de la mañana.

Salíamos a comer, aunque siempre elegíamos lugares poco concurridos. Ya me bastaba con ser la amiga de Dani como para también ganarme los comentarios de la gente por "salir" con Mateo. Estuvimos en esa situación por unos cuatro meses, sin definir nada y disfrutando de lo que teníamos, hasta que una noche, entre cervezas y risas, él me miró a los ojos y se puso serio.

—Yo quiero que cuando me pregunten por vos, poder decir: ‘es mi wacha’ —dijo con esa voz profunda que siempre me desarma. Esa fue la primera vez que él dejó claro que no quería que siguiéramos siendo simplemente algo.

Fue después de ese momento que me presentó formalmente a su viejo, Pedro, a quien ya conocía de las compes pero ahora con otro título: su novia. Después de seis meses de estar juntos y hablarlo hasta el cansancio, decidimos hacerlo público. Me acuerdo de los mensajes que me llegaron: algunos llenos de odio, otros de apoyo. Fue un tsunami de opiniones, pero Mateo y yo teníamos claro que nadie iba a meterse entre nosotros.

Nuestra relación siempre fue especial, llena de risas, complicidad y charlas profundas. Confiamos plenamente el uno en el otro, y sabemos que no hay nada de lo que no podamos hablar. Pero, como toda historia, no todo fue perfecto. Hubo un momento en el que estuvimos cuatro meses sin vernos porque Mateo me cagó. Algún día contaré cómo pasó todo y cómo logramos superarlo.

Eso nos lleva al presente, al punto en el que me encuentro ahora, con el corazón latiéndome en las sienes mientras me preparo para contarle a mi novio algo que probablemente no le guste nada.

La vida nos va a cambiar para siempre y, aunque estoy aterrada, también estoy lista para enfrentar lo que venga.

PAPÁDonde viven las historias. Descúbrelo ahora