CAPITULO 2.

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(Un buen recuerdo)

Ayer mis parpados comenzaron a cerrarse mientras veía un cuarto al final de mi vista, asfixiado, y consumido por el ardor y el quemar de lo que quiera que fuese aquello el  panorama que captaban mis ojos de difundió; hace poco desperté ya es el segundo día… eso creo, no sé cómo medir el tiempo así que lo mediré en cada despertar, mi cuerpo reacciona normal, aunque ahora siento cada uno de mis órganos internos, como roza uno con el otro, el hueso y su interior, es extraño.

Sandra, su rostro, sus manos, su sonrisa, la brizna del roce de su cabello, toda ella sigue divagando en mi mente, además extraño mis amigos: Dave y a Joe extraño reírme  y pasar buenos momentos con ellos, por el contrario en el caso de mis padres no siento tristeza o algún sentimiento similar ya que cuando despierto siento como si estuvieran a mí lado y oigo sus oraciones –como si salieran por altavoces en toda la casa- que me tranquilizan, ellos me sacan al menos una sonrisa cada día.

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Hoy pase mi tiempo caminando por este lugar, trato de mantener mi ojos abiertos para que no cambie el lugar de las habitaciones, ahora me resulta más fácil ya que no se casan mi ojos; el sentir de mis órganos se ha calmado un poco, ahora lo puedo controlar, el sentir, el tacto.

No he encontrado nada…perdía la esperanza, vagaba mirando mis manías y mañas con mis dedos cuando detrás de ellos se asomaba el marco de una puerta muy estrecha, miro detenidamente retirando la mirada de mis manos y veo... Es una pequeña puerta que me llegaba a la cintura, pensé por un momento que era una salida pero aquella puerta dirigía a un pequeño cuarto -aquí podría vivir un hobit, pienso gracioso- vacio a excepción de encontrar un mueble deteriorado y de color café -por fin algo con color-.

El mueble con cuatro cajones en frente y era del tamaño de la puerta pero algo en él me era familiar, entre al cuarto a cuclillas, me acerque lo suficiente mis ojos se abrieron de momento de par en par, dándome un empujón hacia atrás, como si me disparan en la cara y el impacto me empujara, segundos después logre ver queme hundía en un túnel ondulado, de coloridas franjas, parecía un túnel sin fondo.

Aquel punto negro al final de mi vista una luz me consumía la cual me llevo hasta el día en la casa de mis abuelos, cuando bajábamos por unas escaleras de madera que chillaban al pisarlas que dirigían al sótano de su casa y… allí, allí, ¡allí! estaba este extraño mueble siendo pintado por mi abuelo y tallado con rosa en sus esquinas, tan refinadas y delicadas como las manos que las habían tallado –las de un anciano con mentalidad de un joven poeta soñador-, mi abuelo se ponía en pie, sacudía sus manos y se acercaba y me daba un abrazo, luego de esto me alejaba de él, atraído por el túnel colorido y siniestro a la vez.

Desperté recostado en un rincón del cuarto con una lagrima descendiendo por mi mejilla, acariciando mi cuello y desapareciendo entre el espacio de mi camisa y mi pecho; me recuperaba despacio, mientras recordaba que mi abuelo ya había fallecido y esperaba encontrarlo, si es que esta en este lugar, me acerque al mueble, deteriorado ya con astillas, pintura descascarada y reseca, busque en sus cajones y no encontré nada… ¿sería esto un símbolo de mi abuelo? ¿Porque estaría aquí?… lo hice a un lado empujándolo como pude y debajo de él había un extraño lápiz, era hermoso y de él salía un esplendor blanco lo tome salí con el lápiz prácticamente sin quitarle la vista, llegue al cuarto donde pasaba el tiempo me acosté en el suelo y pase un largo tiempo mirándolo, pero algo no me dejaba utilizarlo o solo era el hecho de pensar por que estaría aquí y porque brillaría, hasta que debilitado, mis ojos se cerraron.

En un lugar desconocido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora