𝕮𝖍𝖎𝖙í𝖗𝖎

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Mátame, Jae. Mátame ahora mismo. Acaba con mi sufrimiento.

Inmortalidades aparte, el sentimiento era sincero.

—Dios, Eileen, ¿pero qué le has dicho? —murmuró Choi.

Nos encontrábamos a un lado del público de Mark Tuan, entre muchas otras personas. Todos los asientos estaban ocupados, lo que reducía el espacio y la visibilidad al mínimo. Tenía suerte de estar con el personal en nuestra sección reservada, desde la cual gozábamos de una vista perfecta de Mark mientras éste leía unas páginas de El pacto de Glasgow. Aunque yo no quería estar en su línea de visión. De hecho, preferiría no tener que volver a encontrarme cara a cara con él en la vida.

—Bueno —le dije a Choi, vigilando a Paige de reojo por si le llamábamos la atención con nuestros susurros—, me metí con sus fans y con lo mucho que tardan en salir sus libros.

Jae se me quedó mirando, superadas con creces todas sus expectativas.

—Después le dije... sin saber quién era... que estaría dispuesta a convertirme en la esclava sexual de Mark Tuan a cambio de ejemplares de avance de sus novelas.

No abundé en mi improvisado coqueteo. ¡Y pensar que me imaginaba estar halagando la vanidad de un pobre tímido! Santo cielo. Mark Tuan probablemente podría acostarse con una grupy distinta cada noche si se lo propusiera.

Aunque no parecía de ésos. Frente a la multitud había hecho gala del mismo nerviosismo inicial que conmigo. Se le notaba más cómodo cuando empezó a leer, sin embargo, entrando en faena y dejando que su voz subiera y bajara con intensidad e ironía.

— ¿Qué clase de seguidora estás hecha? —Preguntó Jae—. ¿Es que no sabías qué pinta tenía?

— ¡No sale ninguna foto suya en los libros! Además, me lo imaginaba mayor. —Ahora suponía que Mark tendría unos treinta, un poco mayor de lo que parecía yo en este cuerpo, pero más joven que el escritor cuarentón que siempre me había imaginado.

—Bueno, piensa que no hay bien que por bien no venga, Eileen. Conseguiste tu objetivo: se fijó en ti.

Contuve un gemido, dejando caer la cabeza patéticamente en el hombro de Jae.

Paige se giró y nos miró como si quisiera estrangularnos. Como de costumbre, nuestra directora estaba estupenda, vestida con un traje rojo que realzaba su piel de chocolate. Una ligerísima curva del embarazo asomaba por debajo de la chaqueta, y no pude evitar sentir una punzada de celos y anhelo.

Cuando anunció su embarazo no planeado, lo hizo riéndose, diciendo: «En fin, ya sabéis que estas cosas pasan sin más.»

Pero yo nunca había podido entender cómo era posible que esas cosas pasaran «sin más». Había intentado desesperadamente quedarme en estado cuando era mortal, sin éxito, convirtiéndome en objeto de conmiseración y cuidadosamente disimuladas (si bien no lo suficiente) burlas. Transformarme en súcubo había aniquilado cualquier resquicio de posibilidad de ser madre que me quedara, aunque no me diera cuenta enseguida. Había sacrificado la capacidad creadora de mi cuerpo a cambio de juventud y belleza eternas. Un tipo de inmortalidad a cambio de otro. Los siglos te dan mucho tiempo para aceptar lo que puedes tener y lo que no, pero aun así dolía que te lo recordaran.

Tras dedicarle a Paige una sonrisa que prometía buena conducta, volví a concentrarme en Mark. Estaba terminando de leer y pasó a las preguntas. Tal y como esperaba, las primeras fueron: « ¿De dónde sacas las ideas?», y « ¿Terminarán juntos alguna vez Cady y O'Neill?»

Miró fugazmente en mi dirección antes de contestar, y yo hice una mueca, recordando mis comentarios sobre él empalándose cuando le hicieran esas preguntas. Girándose de nuevo hacia sus fans, respondió seriamente a la primera pregunta y eludió la segunda.

Succubus [M.T]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora