Prólogo

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Los acordes de una balada de Celine Dion resonaban en el pequeño apartamento

y el aroma de las velas de vainilla impregnaba el aire.

Lena Luthor emergió del baño de burbujas, se envolvió en un albornoz y salió a la sala tarareando la canción de amor que sonaba.

Todo era perfecto.

Las luces bajas, el champán en hielo... había ahuecado los cojines del sofá y las fresas cubiertas de chocolate se enfriaban en la nevera.

Era el día de San Valentín y mientras otras chicas se esmeraban en citas y vestidos, ella dedicaba el día más romántico del año a mimarse.

Después de un baño relajante, estaba preparada para disfrutar de una sesión de películas de Audrey Hepburn, empezando por su favorita: Desayuno con diamantes.

Siempre había preferido el romanticismo de las películas antiguas al de la vida

real.

En las películas clásicas, el amor era emocionante, arrebatador y perfecto.

La pobre experiencia que había tenido en su vida en ese campo había resultado

decepcionante.

El amor real era incómodo, agotador y a veces aburrido.

Sus fantasías eran mucho mejores.

Y un día de San Valentín sola resultaba preferible a la otra alternativa, a pasar un montón de nervios y quedarse con expectativas sin cumplir.

Además, ¿qué otra cosa podía esperar una chica como ella?

En el instituto había sido la chica que nunca tenía novio y se pasaba el tiempo libre estudiando.

Su vida social había consistido en visitas a ferias científicas, maratones académicos o citas con la ortodoncista.

Así había conseguido una beca completa para la universidad de Northwestner, donde había decidido estudiar Botánica.

Pero desde entonces habían cambiado pocas cosas, aparte de que le habían quitado el aparato de dientes.

Y aunque había tenido algunas citas, no había

encontrado al amor de su vida.

Lena tomó su diario y se sentó en el sofá, con los pies debajo del trasero.

-Otro día de San Valentín sin una pareja -murmuró mientras escribía-. Procuro

mantenerme optimista; sencillamente no he encontrado al hombre ideal, pero

está en alguna parte y tengo que tener paciencia y esperar que me encuentre,

como encontró Paul a Holly.

Aunque sí que había alguien casi perfecto, que era el rostro que veía cuando

pensaba en su media naranja y que además vivía abajo, como el Paul de

Desayuno con diamantes.

En realidad Paul había vivido arriba, pero eso era un detalle insignificante, teniendo en cuenta que su persona casi perfecta no la había mirado nunca como miraba Paul a Holly, con lujuria en los ojos.

Lena movió la cabeza y cerró el diario, que dejó en la mesita de café, decidida a

no entregarse a la melancolía. Llorar no iba a servir de nada, aunque supiera que, en ese momento, Kara Danvers, su princesa de cuento, estaría vistiéndose para salir con una de sus muchas amigas.

Legalmente Suya (Kara G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora