No somos nada.

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Durante la mitad de la clase revisó los ensayos con un humor de perros

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Durante la mitad de la clase revisó los ensayos con un humor de perros. La mayoría los regresaba no sin antes hacer comentarios ácidos sobre los errores de redacción en ellos. Sólo admitió dos trabajos y ambos se llevaron la calificación mínima, uno era el de un muchacho con rasgos asiáticos (no pude recordar su nombre) y el otro era él mío. Nadie estaba muy contento. Pero ella hizo lo que mejor le salía en el mundo, ignorar la indignación de sus alumnos.

Finalmente el timbre que marcó el final de la clase se escuchó, dejando a la profesora a la mitad de una frase. Todos se levantaron y guardaron sus cosas antes de que ella lo ordenara.

—Señorita Garzón tengo que hablar con usted.

Lucía me miró preocupada y al final fue la última en salir del salón. La conocía perfectamente como para saber que no le hacía gracia dejarme sola con la maestra. Me sentí pequeña en mi asiento y aún más cuando sus ojos me acorralaron.

—Veo que es muy sobreprotectora-dice mirando la puerta por donde había salido Lucía.

—Es mi mejor amiga-se lo digo despacio para que le quede claro.

—Tu trabajo fue muy bueno.

Cambió el tema bruscamente.

—Gracias-solo eso se me ocurrió decir.

—Solo quiero pedirle, por favor, que se evite dar ciertos espectáculos dentro de esta institución.

Volvemos al punto. Tenía una forma bastante extraña de conversar.

—No pasó lo que usted está pensando.

Arquea las cejas.

—¿Sabe lo que pienso?

—Es fácil adivinarlo. Es lo mismo que se imaginan todos.

—Deben tener motivos para que su imaginación se aventure tan lejos.

Me apresuro a negar con la cabeza.

—Pues no los tienen. Lucía es solo mi mejor amiga, yo no tengo nada con ella y lo del baño, ya le dije que fue un jueg...

Levanta la mano indicándome que me calle.

—Francamente me da igual, a mi no me tiene que explicarme como conduce su vida, al final y al cabo no somos nada.

Y lo sentí, sentí la hoja fría y filosa atravesar mi carne y penetrar lentamente en mi órgano vital. No había un arma en sus manos. Ella me destrozó con sólo una frase.

“No somos nada.”

El terrible eco de la verdad dicha a la cara me ensordecía. Me levanté y puse mi mochila en mis hombros. Cuando ya estaba girando el pomo de la puerta ella se acercó a mi y volvió a hablar.

𝑺𝒊 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒂𝒔 𝒎𝒊́𝒂. [𝑪𝒂𝒍𝒍𝒆 𝒚 𝑷𝒐𝒄𝒉𝒆́]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora