| Adicto | SasuNaru |

439 39 30
                                    

Un cigarrillo.

Dos cigarrillos.

La cajetilla completa.

Han pasado alrededor de dos horas desde que Sasuke empezó a fumar como loco intentando controlar la angustia y la desesperación que siente, el síndrome de abstinencia se lo está comiendo vivo y la ansiedad no deja de aumentar mientras observa como la pantalla de su teléfono móvil se ilumina cada cinco segundos, el nombre "Naruto" se puede leer en la interfaz.

Sasuke no quiere responder, aunque cree que quizás oír su voz le ayude a calmarse.

Finalmente decide abrir otra cajetilla de cigarrilos y golpear la pared de cemento destrozándose los nudillos en el proceso.

El rubio está histérico, lleva cinco horas intentando que su novio le conteste el teléfono y al final decide que irá a buscarlo a su departamento, ese en el que se independizó cuando sus padres lo echaron de casa por ser gay.

Si, la homofobia había desterrado a Sasuke de su propio hogar.

Naruto lo había conocido en un bar de mala muerte hace unos años atrás, lo vio golpeándose con otro tipo, envueltos en una pelea campal donde las patadas y los puñetazos volaban de un lado para el otro a la velocidad de la luz y cuando el rubio junto a otro grupo de personas se acercaron para separarlos, Naruto notó de inmediato que el azabache enfurecido tenía las pupilas dilatadas, como si hubiese esnifado unos cuantos miligramos de esa sustancia blanquecina conocida como cocaína y en lugar de ser una persona con sentido común que se alejaría de un adicto, lo siguió.

Lo siguió durante horas, días y semanas, hasta que el azabache cedió.

Naruto lo acompañaba a orillas del lago, bajo el puente que marcaba la entrada a la ciudad, le acompañaba a tomarse unos tragos, a fumar tabaco o hierba y a veces lo acompañaba a esnifar cocaína.

Sasuke amaba la cocaína.

Amaba como su mente parecía liberarse de los problemas terrenales que lo atormentaban, parecía despegar a otra dimensión donde solo lo acompañaba el rubio que le cogía la mano, la euforia dominaba su cerebro y sus sentidos se activaban hasta tal punto que su novio parecía mil veces más hermoso de lo que ya era, sus ojos azules danzaban ante los suyos, tan profundos y tan alegres.

Sasuke solía preguntarse por qué sus ojos brillaban tanto sin necesidad de consumir nada.

Él resplandecía sin ayuda de ninguna sustancia y a Sasuke le encantaba.

Pero cuando el efecto de su amada droga terminaba, el de los ojos negros volvía a ensombrecerse, la furia lo consumía y los deseos de volver a volar y sonreír lo hacía inhalar otra línea de cocaína que lo devolvía a la euforia compulsiva y aunque a Naruto no le gustaba ver que la felicidad de su novio dependía de una droga, lo dejaba, porque ver sus ojos dolidos era peor que ver sus ojos drogados.

Craso error.

El rubio todavía se culpaba por permitirlo.

Era una de esas noches de verano bajo el puente, a la orilla del lago, los cuerpos descansaban sobre la arena fina y las miradas se cruzaban, ambos deleitándose con los ojos del otro, Sasuke se perdía en las lagunas azules de su novio, disfrutando los detalles que el copo de nieve le permitía observar, mientras Naruto analizaba las pupilas dilatadas del otro.

Aunque ese momento de paz no duró demasiado, el azabache se puso de pie exaltado, la coca lo alteraba, lo ponía inquieto, su corazón iba al máximo y su piel pálida se cubría de un sudor exagerado, siempre ocurría. Naruto lo observaba con la culpabilidad en el estómago, mirando como su otra mitad se agitaba producto de lo que había esnifado, pero se consolaba al ver la sonrisa brillante que adornaba su rostro, el rubio realmente deseaba que algún día una sonrisa así de deslumbrante le curvara los labios sin necesidad de ningún químico.

La felicidad se esfumó, el cuerpo estropeado y agitado del chico de las hebras oscuras se desplomó sobre la arena convulsionándose violentamente, los ojos azules no demoraron en llenarse de lágrimas cuando lo observó de cerca, el sudor profuso le llenaba el rostro y le pegaba los mechones de cabello a la piel, su frente ardía y su corazón latía a tanta velocidad que Naruto pensó que se le saldría del pecho.

El azabache convulsionaba y el de los ojos azules creyó que moriría.

La ambulancia no demoró en llegar y mientras los paramédicos intentaban descender la taquicardia que amenazaba con matarlo, Naruto decidió que no permitiría que Sasuke siguiera dañándose, le arrebataría su cocaína, su amado copo de nieve, el que le entregaba una euforia inigualable.

Ahora Naruto corría por las calles atiborradas de la gran ciudad en la que vivían, el departamento que el hermano mayor del azabache pagaba para él no estaba tan lejos de su propio hogar, pero la ansiedad y la histeria que sentía por el estado de su novio le hacía sentir que la distancia era larguísima.

Tenía un mal presentimiento, uno muy malo.

Sasuke llevaba apenas cinco días sin consumir cocaína y su novio se culpaba por haberlo dejado solo, pero el azabache insistía en que tenía que conseguirlo por su propia cuenta y Naruto se sintió tan feliz de observar el entusiasmo de su parte para dejarla, que se lo permitió.

Pero Sasuke no contestaba el móvil y Naruto tenía un presagio desolador.

El rubio decidió correr por la escaleras hasta el departamento del amor de su vida, corrió y corrió como alma que es llevada por el diablo, quería verlo, quería ver sus ojos negros que lo miraban con amor y admiración.

El panorama con el que se encontró fue un simple desastre.

Las colillas de los interminables cigarrillos que había fumado estaban desparramadas por las tablas de madera en bruto que cubrían el piso, la vajilla blanca en la que solían comer algunos días había sido quebrada en un millón de pedazos, los que descansaban tristemente en el piso junto a los cigarros consumidos.

Pero lo peor estaba a unos cuantos centímetros de la pared más lejana, justo en frente de Naruto. 

Apoyado en la esquina que formaba la ventana y la pared de cemento, estaba el pelinegro, la cabeza chocaba lánguidamente contra el vidrio y el rubio se sintió morir cuando identificó la aguja clavada en la vena de su hermoso azabache.

Corrió a su lado, lo sacudió, le mordió los dedos y le pegó el oído al pecho para tratar de encontrar su respiración o el latido de su corazón, ese que, según Sasuke, latía solo para él.

Naruto se preguntó si Sasuke le había mentido en más cosas porque ese corazón ya no estaba latiendo, esas costillas ya no se elevaban para respirar e irónicamente no fue la cocaína la que lo mató.

El azúcar negra se había llevado a su azabache una soleada tarde de verano.

Naruto se destrozó la garganta gritando, la culpa nunca lo abandonaría.

——

Perdón por lo trágica, pero así soy.

Por cierto, no suelo escribir en tercera persona, pero necesitaba relatar ambas partes de la relación je.


One Shots | NarutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora