| Arrancado | ItaDei |

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Suspiré por milésima vez en las apenas dos horas que llevaba despierto, observé el traje de etiqueta que descansaba a los pies de mi cama y otra vez me encontré preguntándome si realmente quería asistir a esa ceremonia.

Cuando recordé que a ojos del resto del mundo soy el mejor amigo del novio, asumí que tenía ir aunque sintiese que se me despedazaba el alma.

Finalmente me levanté de la cama, arrastrando los pies mientras me dirigía al baño para lavarme la cara e intentar despedirme del sueño, de las legañas que apenas me permitían abrir los ojos y de paso —si es que se podía— amainar la opresión que me estrangulaba los pulmones.

Até mi largo cabello rubio en una coleta alta dejando que dos mechones cayeran a los lados de mi rostro. No dejé de mirarme en el espejo durante todo el proceso, preguntándome qué tan feliz estaría de ser yo el futuro esposo de Itachi, pero para mi desgracia no era así, solo era el padrino, el que sostendría las argollas para que se atara de por vida a esa mujer.

Izumi se llamaba la castaña que tendría a su lado a mi amado Itachi, la que lo besaría frente a todo el mundo, la que sostendría su mano alegremente mientras caminaban por la calles, la que le daría hijos y la que moriría a su lado.

Yo nunca sería nada de eso aunque quisiera

Volví a dirigir mi mirada azulada hacia el traje y sin querer darle más vueltas a mi desgracia, empecé a vestirme.

Recordé que mi esmoquin lo adquirí junto a Itachi, el mismo día que él compró el suyo. Habíamos discutido por la mañana, yo había llorado suplicándole que no se casara y él simplemente frunció las cejas diciéndome con la voz triste que no había nada que pudiese hacer.

Estaba consciente de que si el azabache quería mantener buenas relaciones con su familia, tenía que hacerlo y lo entendía, pero también deseaba que fuese menos dócil y que pensara un poco más en sí mismo, porque sabía que este matrimonio nos arruinaría la vida a los dos, no solo a mí.

Llorando le grité que era un egoísta, que lo odiaba y que nunca pensaba en mi, Itachi simplemente ignoró mis insultos, me abrazó durante un largo rato y luego me invitó a comprar los trajes. Me propuso, susurrándome en el oído, que pensáramos que estaban destinados para nuestro matrimonio y yo acepté, la ilusión parecía más bonita que la triste realidad.

Respiré hondo nuevamente y me miré en el espejo, con delicadeza acomodé la pequeña rosa roja en el bolsillo de la chaqueta y sonreí con pena. Durante una de nuestras últimas noches juntos, Itachi salió con la idea, dijo que el usaría una rosa azul y que yo debería usar una roja, para simbolizar que su corazón se estaba uniendo al mío y no al de esa mujer, y yo acepté, porque aceptaba cada retazo de su amor que pudiese quedarme.

Acepté ser el padrino, acepté ayudarle a organizar la boda, acepté ser su amante y acepté perderlo definitivamente, porque estaba seguro de que tarde o temprano nuestro amor terminaría pudriéndose.

Irónicamente, ahora tenía que ir a buscarlo a su casa, había alegado que quería que yo fuese su conductor aún cuando su hermano pequeño se había ofrecido a hacerlo, supuse que solo quería despedirse de mi y yo preparé mi corazón para ese momento.

Recorrí las calles en mi Impala del 67, al igual que mi azabache, estaba enamorado de los autos antiguos, Itachi me había regalado este coche años atrás y perdí la cuenta de todas las horas que nos pasamos restaurándolo a nuestro antojo y disfrutando de las estrellas nocturnas acostados sobre el capó mientras fumábamos un cigarrillo.

Itachi me esperaba de pie sobre la vereda y al igual que yo, ya estaba vestido de etiqueta, listo para su boda. En cuanto me vio empezó a caminar lentamente hacia el coche, noté sus pasos temblorosos, su espalda tensa y su sonrisa forzada, similar a la que yo le ofrecí cuando identifiqué la rosa azul en su chaqueta.

—Hola —murmuré en cuanto estuvo sentado a mi lado, me miró con los ojos angustiados y alargó una mano hasta mi cuello para acercarme hasta él, apoyó sus labios en mi oído y lo escuché suspirar.

—Te amo, Dei —Ahora tenía ganas de llorar, toda esta situación me deprimía—. Te amo más que a nada y esto no tiene importancia, ¿vale?

Quise burlarme, ser sarcástico o algo, porque tenía la leve impresión de que Itachi estaba tratando de convencerse más a sí mismo que a mi.

—Si que la tiene, Itachi —dije seriamente, él se separó de mi y pude ver lo herido que se sintió, pero no podía evitarlo—. Te vas a casar con alguien que no soy yo, vivirás con otra persona, ella será tu familia y... —Pensar lo que quería decir me daba asco—. Tendrás... hijos con Izumi, eso es lo que tu padre desea, descendencia, por eso te está casando con una mujer y aunque quiera, no sé si podré vivir con eso.

Itachi se quedó mudo, sus ojos fijos en sus piernas y sus dedos jugueteando con la rosa azul que me simbolizaba a mi. Luego de un segundo levantó la cabeza, cualquier indicio de emoción se desvaneció de sus orbes, se había tragado la tristeza como siempre hacía y eso a veces me hartaba, preferiría verlo alterado, para no sentir que era yo el único que se veía sobrepasado, para no sentir que era un exagerado.

—Lo lamento —expresó en voz baja.

—Yo también lo lamento, no sabes cuanto.

—Te amo— murmuró de nuevo y yo lo miré de reojo.

—Yo también te amo, Ita.

✦✦✦

El peso de las argollas quemaba en el bolsillo de mi pantalón, la idea loca de decir que las había perdido había cruzado por mi cabeza muchísimas veces, pero rápidamente entendí que eso no evitaría la calamidad de nuestra historia de amor.

Ya venía el momento exacto en el que me arrancarían a Itachi definitivamente, nuestros ojos se cruzaron levemente mientras él esperaba frente al altar a que Izumi hiciera su aparición, me miró con tristeza y adiviné que quizás estaba pensando en cómo escaparse conmigo de este sitio, le sonreí levemente, queriendo decirle que yo también lo estaba pensando.

La novia apareció agarrada del brazo de su padre y quise golpearme internamente por pensar que se veía bonita en ese vestido blanco. Mi azabache esbozó una sonrisa, una sonrisa excesivamente plástica, pero sabía que nadie más notaría que lo era, porque yo era el único que lo había visto realmente feliz.

Su familia de alta costura nunca le había permitido estar genuinamente alegre.

Se dijeron los votos y no pude evitar que una lágrima rebelde se escapara de mis ojos ante las palabras bonitas que Itachi había pronunciado, actuando como si estuviese enamorado de esa mujer; la aparté disimuladamente, no podía demostrar que me dolía su boda.

Me acerqué sintiendo que mi pecho se quemaba al entregarle a Itachi las argollas que lo atarían a esa mujer para el resto de su vida, noté el temblor de sus dedos cuando las recibió de mis palmas sudorosas y quise coger su mano para calmar las sacudidas nerviosas de sus extremidades.

Pero no podía hacer eso por más que quisiera, solo pude mirar a Izumi y sonreírle lo mejor que pude.

—Cuídalo —murmuré y ella asintió, alegre—, es mi mejor amigo.

Noté el relámpago de dolor en los ojos de mi azabache, el mismo que me sacudió el corazón a mi, me alejé levemente para que la ceremonia finalizara, sintiéndome morir cuando pronunció el "Sí, acepto" y luego la besó.

La lágrima que se deslizó por la mejilla de Itachi pasó desapercibida para todos, menos para mí.

Esos labios eran míos y ahora besaban a otra persona.

Ese hombre era el amor de mi vida y acababa de amarrarse a alguien que no era yo.

Me lo habían arrancado de los brazos.

Acababa de perderlo.

One Shots | NarutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora