Deslicé mis manos por su torso, tocando su piel desnuda con gracilidad, continué hasta que mis dedos alcanzaron la sutil curva de su cintura y ahí me detuve, sentí como su cuerpo tibio se estremecía ante mi tacto y sonreí por su gesto. Lo atraje aún más cerca de mí si es que eso era posible, cada centímetro de su ser unido al mío, lo miré con los ojos llenos de deseo. Itachi era una flor, pero no cualquier flor, era mi rosa, hermoso y adictivo como una y no me cansaba de mirarlo. Sin embargo, no podía acercarme demasiado a él, porque me pincharía, me dañaría sin quererlo, pero la verdad es que no me importaba, me heriría todas las veces que fuese necesario para volver a estar así, para tocar su piel, para besar sus labios de metal, esos que me quemaban más que los rayos del sol.
Me daba igual quemarme mil veces, porque las mil veces valdría la pena.
Nuestro lenguaje para amar se reducía a esto.
Al dolor y al amor que me hacía sentir de manera sincrónica.
Mi rosa escaló desde mi pecho hasta mis labios, su calor abrasador me incineró en cuanto nuestras bocas hicieron contacto, su lengua uniéndose a la mía, quemándome hasta el alma. Me perdía en el laberinto de su cavidad bucal sintiendo que a cada milímetro que recorría lo conocía un poquito más, aunque en el fondo de mi corazón sabía que nunca lo conocería totalmente y que tenía que conformarme con esto, con tocarlo mientras pudiese antes de que me dejara de un día para otro y a pesar de que solía regresar a mis brazos, siempre cabía la posibilidad de que no volviese.
Y esa incertidumbre que podía durar semanas, me lastimaba.
Pero no me importaba, porque cuando regresaba a mi pecho y me abrazaba, se me olvidaba el dolor, sus besos me curaban sus propias injurias en solo cinco segundos, volvía a sentirme perdidamente enamorado de sus ojos negros y de sus cabellos azabaches, volvía a desear renacer para buscarlo de inmediato y disfrutar toda mi vida a su lado, porque los años que nos quedaban por delante me parecían pocos, quería más y más de él.
Quería que cada milímetro de su cuerpo y de su alma me perteneciera.
Y no me importaba que me lastimara, porque había decidido que él sería el único que podía hacerlo.
—Te amo. — me susurró con la voz entrecortada por la agitación del momento y aunque me encantó escucharlo, sabía que me mentía, pero decidí perderme en la ilusión y creerle.
Sus piernas me rodeaban la cintura y poco a poco levanté mis brazos hasta que mis manos subieron por sus caderas hasta que pude presionarlas en su espalda, acercando su pecho hasta el mío, trazando los detalles de su columna vertebral con las puntas de mis dedos, cuidando cada toque, que cada uno fuese lo más delicado posible, como el cosquilleo de una pluma.
Me empujó suavemente sobre las sábanas de la cama y enredó nuestras piernas, acostándose sobre mí, su caja torácica chocando con la mía al son de nuestras respiraciones, por un momento me quedé maravillado sintiendo que incluso ventilábamos al mismo tiempo, llegábamos a un nivel de conexión e intimidad simplemente magistral.
Itachi, mi rosa carmesí, me besó el cuello con sutileza y escaló con delicadeza hasta mi oído, sentía sus labios posados cerca de mi sien y me estremecí con el vaho de su exhalación.
—Shisui.— soltó mi nombre en un murmullo casi inaudible, pero la cercanía de su boca y mi oído me permitió escucharlo perfectamente, incluso pude percibir el ruido de su saliva al modular. — ¿Acaso tú no me amas?
Sus dedos acariciaban la nuez de mi cuello rítmica pero lentamente, seguía sintiendo su aliento a un costado de mi mejilla y sabía que estaba esperando una respuesta, me pareció irónico que se lo cuestionara.
¿No se daba cuenta lo mucho que lo amaba?
¿No notaba lo mucho que había perdido por seguir manteniendo estos encuentros fortuitos que me daban la vida?
Giré mi rostro para encontrar el suyo, sus ojos felinos me miraban atentos. Alcé mi mano hasta tocar su mejilla y le ofrecí una sonrisa ladina cuando se recargó contra mi palma, con un ronroneo de gusto que me volvió loco. Esa belleza suya era tan singular que me hacía perder la cabeza.
—Te amo. — confirmé finalmente, Itachi volvió a abrir sus ojos y parpadeó esbozando una pequeña sonrisa antes de volver a dedicarse a mis labios, enredé mis dedos en su cabello negro y cerré los ojos dejándome llevar por el mar de sensaciones mágicas que me producía su cuerpo.
No sabía cómo describir lo que era esta rosa para mí. Aún con sus espinas, era lo mejor que me había ocurrido en la vida, con sus inestabilidades y con sus decisiones extravagantes y bizarras. El tiempo iba más lento cuando lo tenía entre mis brazos, mejor dicho, se detenía y lo agradecía porque me permitía disfrutarlo al máximo, porque sabía que cuando despertara al amanecer, ya no estaría aquí.
Pero no me importaba, porque mientras tanto recorrería con mis labios cada centímetro de su cuerpo.
Porque la magia estaba en su piel.
——
Wa, estaba escuchando la canción que dejé arribita y se me ocurrió esto, no es demasiado largo pero me gustó bastante el resultado.
Intenté escribirlo con otros personajes pero no me salió, así que sepan perdonarme porque escribiré sobre las mismas tres parejas de siempre.
Espero que les haya gustado ♡
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One Shots | Naruto
FanfictionUn recopilado de historias cortas que iré escribiendo a medida que tenga ideas. ✨ Yaoi. ✨ SasuNaru ✨ ItaDei ✨ ShiIta ✨ Aún no aprendo a sentir con otros personajes. ✨ Amo las tragedias, el drama y la melancolía.