| Venenoso | ShiIta |

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Venenoso.

Venenoso y ponzoñoso, teñía cada fibra de sus nervios con el tósigo de su mirada, inundándolo, asesinándolo. Se perdía en sus lagunas oscuras y era incapaz de pensar racionalmente cuando lo tenía al frente. Nubló sus sentidos, los que alguna vez fueron agudos y perceptivos, hasta que lo conoció y se extravió en el laberinto de su toxicidad.

Lo vio por primera vez con pistolas en las manos, cuchillas atadas a las caderas y los vestigios de la muerte opacándole los ojos. El rizado pensó que eran sombras y tinieblas amargas, pero con un encanto extravagante, la típica atracción humana hacia lo peligroso, hacia lo prohibido.

Y él no le temía a la muerte.

Se enredó en sus encantos, su racionalidad y cordura sucumbieron a los toques delicados que le profesaba con sus delgadas y pequeñas manos pálidas, las mismas manos que utilizaba para arrebatar vidas y descuartizar cadáveres. Sus ojos negros lo admiraban con pasión y Shisui no podía creer que ese hombre con rostro angelical fuese capaz de tales atrocidades.

¿Cómo fue que terminó atado a un hombre como Itachi? ¿Cómo fue que dejó de importarle algo tan importante como su despiadada manera de ganarse la vida?

El amor de su vida era un despreciable asesino a sueldo, un repugnante sicario. Sin embargo, lo amaba, estaba profundamente enamorado de él y de sus toxinas.

Shisui alargó su mano hasta el rostro contrario y trazó la silueta de su nariz con la punta de la uña, descendiendo por sus labios hasta que alcanzó el esternón en su pecho desnudo. Con una sonrisa ladeada pudo identificar el pequeño escalofrío de placer que le recorrió la epidermis y no se contuvo ante la tentación de besar la protuberancia que se alzaba en su cuello.

Amaba estos pequeños momentos íntimos llenos de lujuria y ansias por tomar todo lo que ese cuerpo pudiese ofrecerle. Amaba ser el único que podía catar y degustar la verdadera esencia del hombre que aprisionaba entre sus brazos.

Los ojos negros de Itachi lo observaban con atención, Shisui creyó que podría morir si esa mirada pasional seguía posada sobre su rostro con esa intensidad desbordante. Realmente creía que podía morir si seguía tocando su piel ardiente.

—¿De verdad me amas? —preguntó el sicario rompiendo la burbuja silenciosa, escudriñándolo con pesadumbre.

Shisui quiso soltar una pequeña risita, sentía la necesidad de cortar la tensión y el nerviosismo que Itachi emanaba. Acunó su rostro con delicadeza, sintiendo el filo de sus huesos mandibulares en las palmas de las manos. El pelilargo seguía con las cejas fruncidas, pues su peor miedo era que el mayor se hartara de arriesgarse por estar a su lado. Si era sincero, él también temía por su vida y no lo culparía si decidía abandonarlo.

No se perdonaría que le sucediese algo por culpa de su deshonrado trabajo, el que intentaba abandonar por todos los medios sin éxito alguno, ya que una vez que entras al círculo vicioso de las mafias y hombres malvados con exceso de poder, no se puede salir de ahí e Itachi lo sabía y aun así lo intentaba.

Shisui valía cada esfuerzo que ponía en dejar atrás esa vida.

—Te amo, Itachi —susurró con simpleza el rizado provocando que la comadreja levantara la cabeza y volviera a enfocar sus pupilas en él.

—No soy una buena persona —musitó.

—Nadie es perfecto, Ita.

—Ya, pero no todos somos unos malditos sicarios.

El pelilargo creía que Shisui solía olvidar el calibre de las actividades que realizaba cada vez que salía por esa puerta con armas escondidas bajo el abrigo y unas cuantas navajas atadas en el cinturoncillo de su pantalón. Supuso que también le gustaba olvidar los métodos autodestructivos que solía utilizar para olvidar cada uno de sus pecados y aunque sabía que odiaba que se metiera unas cuantas dosis de alquitrán negro por las venas para calmar la culpa incontrolable, seguía permitiéndoselo.

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⏰ Última actualización: Nov 28, 2020 ⏰

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