Luces Apagadas

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Habían decidido que se irían de Úglich, empezarían a vivir en Moscú luego de pasar por Japón para ver a los padres de Yuuri. Hacía tiempo que los señores Katsuki no tenían noticias de su hijo y Viktor sentía que ellos merecían ese reencuentro tanto como su omega.

La ocasión en que Ayna y Sayna conocieron a sus abuelos fue emotiva, todas las partes lloraron; sus hijas estuvieron felices de que tendrían una familia completa al final y la noticia de que sus padres continuaban con su compromiso les alegro aún más.

Viktor y Yuuri se habían casado una tarde de primavera, lo hicieron frente al mar y con todos sus familiares presentes, Yurio les había dicho que ya era hora de que Yuuri afrontara su pasado y que le alegraba que Viktor le hubiera hecho caso al ir a Úglich (Yurio había descubierto el escondite de Yuuri unos meses antes de que Viktor le encontrara).

Fue una pequeña celebración ante la inmensidad del océano y la hermosura del azul del cielo. Algo que sin dudas no debían olvidar.

Y no, por más que quisieran no podrían olvidarlo.

(...)

Viktor llevó a Yuuri a la cama.

Habían acordado que las niñas se quedarían en casa de sus abuelos mientras ellos estuvieran de luna de miel y por los momentos aprovecharían la soledad que ese hotel en Canadá les proporcionaba.

Yuuri se sentía en un sueño, no pensó que lograría casarse alguna vez y que por fin hubiera arreglado sus problemas con Viktor era genial. Nunca hacía botado el anillo de compromiso que se dieron aquella vez, más por los recuerdos y la nostalgia que le daba, nunca quiso olvidar su amor por su alfa y que sus temores se disparan era lo mejor que pudo pasar.

Ya ellos estaban entrados en años, Yuuri pronto cumpliría los cuarenta y ya no era tan candente como en su juventud, había desperdiciado mucho tiempo en Úglich y por más que Viktor asegurara que no había problema con su pronta vejez él no se sentía tan tranquilo.

Sabía que le seguía gustando a Viktor, la manera en que lo miraba le decía que por más tiempo que hubiera pasado su amor por él seguía intacto.

Cuanto podría amar a una persona.

Los besos fueron repartidos por toda su piel, su ropa había quedado atrás y el calor de la habitación iba en aumento con cada roce de sus cuerpos.

Yuuri no podía evitar gemir ante las caricias de su alfa, eran amorosas, con mucha delicadeza, como si creyera que podría romperlo. Su omega se estremecía satisfecho, el olor a rosas de su alfa era tan intenso que lo sumergía en un pasadizo de flores y dulzor.

Podía volverse adicto a él. Le besó de nuevo y decidió que por esa vez el tomaría el control por más que se muriera de vergüenza. Con timidez se sentó en el regazo de su pareja, sin llegar a metérselo dentro y pausando de vez en cuando para acariciar su pecho y pasar su lengua por su cuello.

Viktor amaba cada parte de Yuuri, la forma en que lo complacía y se esmeraba por hacerlo sentir bien le encantaba, quería dedicarle más tiempo para compensar los quince años que habían perdido y esa era la mejor forma de empezar.

El alfa se introdujo en su interior luego de prepararlo lo suficiente, lentamente y sin mucha fuerza. Su respiración llegaba a su oído y le decía de forma ronca que era el mejor omega que existía en el mundo.

Yuuri se sentía complacido por el amor de su pareja, era tanta la dedicación que él no podía evitar estremecer por cada palabra.

Las sensaciones llegaban a su espalda, los besos en su cuello provocaban una pequeña comezón y los movimientos de Viktor le hacían removerse entre suspiros entrecortados.

Viktor siguió penetrándolo, mordiendo sus labios y acariciando su pecho. Su toque era suave y sudoroso, listo para continuar más de lo que alguna vez habían hecho.

---Viktor... marcame---el peliplata se detuvo para mirarlo asombrado---. Por favor. Hazlo.

Yuuri sabía que lo siguiente era un gran paso, después de lo de su antiguo alfa nunca creyó que pediría tan cosa, pero si era con Viktor no había miedo.

Su amor por él era demasiado grande.

Viktor continuó con las embestidas y cuando sintió que su omega estaba a punto de terminar se inclinó y mordió el espacio entre su cuello y su clavícula. Liberó su semilla en su interior y se quedó quieto esperando que el nudo se desinflamara.

Yuuri aspiró con fuerza, su entrada se sentía viscosa y el calor estaba presente en todo su cuerpo.

Ya eran uno sólo.

En la oscuridad de esa noche su amor fue testigo de que no importaba cuanto tiempo pasara algunas cosas no iban a cambiar, no necesitaban años para reconciliarse, solo paciencia y mucha confianza. Esa noche quedó demostrado que entre una pareja de enamorados el miedo solo empeora las cosas, pero que mientras el cariño siguiera presente y los malentendidos lograran superarse todo podía pasar.

Ellos se amaban y entre la luz de la luna y el frio del ambiente todo quedó resuelto.

Justo ahí entre luces apagadas.

Luces Apagadas [Viktuuri] [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora