Hoy será diferente, lo noto, lo percibo, algo en mí me dice que ésta vez, va a ser la vez. Yo, mis botas marrones, mi bolso con los tres mil negativos esparramados por todos lados, mi botella de agua y Lucky, mi cámara fetiche(Cámara genial, perfecta,divina y muy fina). Salgo dispuesta a recorrerme medio Madrid en busca del momento perfecto, del lugar mágico que me haga creer que puedo conseguirlo; encontrar ese recuerdo que merezca la pena recordar.
Paseo distraída por todo lo largo de la Gran Vía, incluso me he permitido el lujo de visitar ese museo escondido del romanticismo, a ver si, con suerte, me da algo de inspiración con la que trabajar. Y de pronto, el destino. Un perro. Odio correr. Pero esta foto seguro merece la pena. Decido correr. Me ahogo. Nota mental; Lerea, estás que das pena físicamente. Fijo mi atención en el, ¿ cada vez más?, enorme perro, que no sólo corre, prácticamente vuela por encima del pavimento como si le fuera la vida en ello; tiene pinta por su aspecto despeluchado de ser callejero. Rezo porque tenga un rincón en el que refugiarse y se pare las cuatro patas que parece lleva a motor. Un giro a la izquierda, dos a la derecha, carretera para arriba (aquí ya estoy suplicando por un papa móvil que me lleve, los 24 se notan, y mucho), carretera para abajo, la cámara se pone a disparar sola, yo me pongo histérica y en mitad de mi maldición...el perro. Se para frente a un portón oscuro. Echa la vista hacia atrás. Me escondo. Los animales son terribles si ven a alguien que no conocen. Salen disparados. ( Y si lleva una cámara más). El perro se...¿pone a dos patas?.( Lerea, tienes hambre. Porque si no, las visiones no se explican. Es lo que tiene alimentar a un culo de mi talla, que entra hambre todo el rato).
Entra. Y cuando estoy segura que no me ve, me acerco al portón entreabierto, y sólo entonces me doy cuenta de que no estoy entrando a un edificio abandonado cualquiera, esto parece un palacete. En mitad de Madrid. Un palacete. Abandonado. Mi fotógrafa interior se pone como loca de la emoción al pensar las posibilidades de la fotografía aquí. Ya ni el perro, ni el sabor férreo en mi boca tras correr me distraen de nada. Es mi momento. Mi foto. De aquí sale la exposición que me hará famosa; o como mínimo quedar como una Hipster en las redes sociales. Y eso es bueno también. Lo noto, lo percibo. (Voy avanzando por la antesala). Esto va a estar genial. (Unas escaleras delante de mí me invitan a subir). Subo un peldaño. ¡Este día va a ser genial!. (Otro peldaño más). ¡Ya verás cuando se lo cuente a Sergio!. (Tres peldaños más. El corazón me palpita más de lo normal). Las fotos serán perfectas. (Otro peldaño más). Huele a...¿bosque?. (Casi estoy al final de la escalera). Y entonces...
Mi memoria comienza con un día precioso, el sol rozando mis mejillas traspasaba los ventanales de mi izquierda y se colaba entre los cortinajes marfiles, desplazándose con graciosa meticulosidad por todas las baldosas color hueso hasta llegar a la alfombra verde oscuro situada debajo de la cama en la que me encontraba. Era un sitio muy mullido, olía a fresas, a rosas y amapolas. Olía a brisa dorada, a calidez...Seguramente yo llevase allí más de una noche y eso me preocupaba, a parte de esto, lo que me incomodaba más que nada era la aguja punzante que cortaba poco a poco mi piel, la notaba ahora en mi tobillo izquierdo, y se movía con rapidez, pero con muchísimo cuidado.
-¿Cómo te encuentras?- Pregunto un chico muy alto, de unos 28 años de edad.
-Yo...emh...Me duele....mareada...-Intenté explicarme lo mejor que pude, pero entre las ganas de vomitar, los martillazos ficticios incesantes en mi cabeza, la aguja jugueteando en mi tobillo a sus anchas y el olor agridulce, envolvente y pesado que imperaba en toda la habitación, solo alcancé a titubear palabras sueltas que por lo visto el chico, (ahora que me fijo más en él; ENORME) entendió, porque hizo un ademán con la mano, y al instante la aguja paró.
-Vale, estas peor de lo que pensaba- Dijo con un bufido de agobio- ¡Tú! (esta vez se estaba refiriendo al pelirrojo que sostenía la aguja y llevaba unas gafas como de piloto de avión en la cabeza), -¿crees que va a aguantar si se lo hicieras hoy entero?-Preguntó con un gesto de cabeza-
-Contando que seguramente tenga fiebre, que me queda más de la mitad por terminar sin contar colores y brillos y que todavía no está adaptada a la atmósfera... ¡Claro que no!, ¡no puede ni pronunciar dos palabras sin marearse¡-Explicó haciendo aspavientos desesperado con las manos.
-¡Vale, vale!, ¡lo he captado! .Pero entonces vas a ser tú el que le explique al alfa, por qué una humana, sin nada de especial, ha estado a sus anchas pululando por la casa de la manada haciendo fotitos-dijo el gigantón poniendo los dedos en forma de comillas al pronunciar la palabra fotitos- (no son fotitos, son arte)
-Concretamente, ahora mismo, a sus anchas, no está....¿De verdad pretendes que se lo haga todo hoy?, es una equivocación, pero los de rango mandan....- Exclamó resuelto y..¿feliz?-
Ahora se dirigió directamente a mí: Bella durmiente, siento decirte esto, pero te va a doler, a lo mejor te mata...o a lo mejor con suerte sigues viva el suficiente tiempo como para liarla y enterarte de lo que está pasando aquí. Suerte. (Siguió a lo suyo y la aguja volvió a saludarme)
-Yo... ¿Qué...?...-Quería preguntarles de todo, es mas, si estuviera en condiciones, les haría un interrogatorio exhaustivo que dejaría a los de la policía como simples preguntones casuales, pero no podía. Ese olor a jardín recién cortado, fresco; pero lluvioso y gris de la habitación se me metía en la cabeza causándome estragos notables en todo aquello que fuese necesario para pensar o levantarme de esa cama sin darme de bruces en el suelo...Lo que yo quería eran respuestas; dónde estoy, por qué estoy aquí, quien puñetas sois vosotros, cuántos días han pasado, y por qué habéis decidido tatuarme el tobillo como si esto fuese Las vegas, baby. Vale, quizás sin el baby, pero quiero mis respuestas y las quiero ya. Y por eso en un ademán de mi elocuencia del momento dije: adfgsh.-Y me quedé tan ancha-
Las caras de los presentes eran un poema.
-Deberías irte...Creo que no se encuentra muy bien, y tu presencia no lo mejora...-Dijo divertido el chico de las gafas.
-Eso ya lo veo...-exasperó el ¿voluminoso? (me estoy quedando sin adjetivos, ¡viva la lengua española Lerea¡) hombre.
(en serio, ¿por qué tenían que ser todos tan altos?)
- y salió resuelto hacia el portón de la sala sin más-
-Quita...deja quiero...¿de quién...?...-yo seguía torpemente intentando levantarme o mirar el dibujo (cualquier cosa que hiciese en ese momento me parecería una hazaña) sin éxito.
-Será mejor que dejes de intentar hablar o siquiera pensar...hasta que no te adaptes a esta atmósfera no creo que puedas ni ser consciente de que existes...Además no se te entiende nada... No creo que puedas protagonizar un intento de huida tampoco...y menos ahora que te has convertido en la única novedad en años-hablaba el dueño de la aguja con mucha calma- Mi nombre es Marco, aunque no te vayas a acordar- sonreía mientras se concentraba más que nunca en el dibujo de mi tobillo-
Yo sólo pensaba en que la culpa de todo la tenía mi cámara, era la que me había llevado hasta alli. Cámara horrorosa, mala, sosa y mohosa. Empiezo a pensar que este no es mi día.