°Prólogo° |♪| Todo va a Estar Bien.

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4:30pm

Era una tarde común y corriente en California.

Paulina, una mujer morena de 29 años, se encontraba en su casa, paseándose por la sala lentamente, en forma de mecer a la criatura que ha estado llevando 9 meses en su vientre. Así es, estaba embarazada.

Y mientras esperaba que su esposo llegara del trabajo, miraba el cielo a través de la ventana, sonrió con sus labios cerrados mientras acariciaba su panza delicadamente con su mano.

— Gracias, Dios. —dijo mirando el cielo para luego cerrar sus ojos. No podía estar más agradecida con Dios por darle el privilegio de ser madre— Puede que muchos no crean en Ti, pero, pase lo que pase, yo siempre lo haré. ¿Cómo no creer en Ti si puedes escucharme? Por más que no te vea, te puedo sentir... Eso es lo que me enamora de Ti siempre, Señor. —al terminar de hablar con Dios en oración, abrió los ojos.

Y en seguida su vista se enfocó en un libro que había en una pequeña mesa en frente de ella, pero no era cualquier libro, era la Biblia. Y como lo habrán notado, ella es cristiana, al igual que su esposo.

Sintió que algo le incitó a tomarla entre sus manos y comenzar a leerla; era el Espíritu Santo y ella lo sabía, y sin más, la tomó y la abrió.

Apenas al abrirla, sus ojos se enfocaron instantáneamente en un versículo:

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Romanos 8:28

Al leerlo, sintió en su espíritu que algo pasaría ese día, no sabía si sería bueno o malo, sólo sabía que Dios lo iba a permitir.

Estuvo tan concentrada en sus pensamientos luego de leer ese versículo, que no se percató de que su esposo estaba entrando a la casa.

Mi amor, ya llegué. —canturreó el moreno mientras abría la puerta.

Ella al escuchar su voz, se giró hacia él, y fue allí cuando pasó... Todo a su alrededor parecía estar sucediendo en cámara lenta.

La Biblia en sus manos se cayó, accidentalmente, al suelo gracias al fuerte dolor que sentía en su vientre, pensó que era una contracción, pero esta era más fuerte que todas las que había tenido, y fue cuando su fuente se rompió que se dio cuenta...

La bebé ya venía.

Su esposo al verla, totalmente preocupado, no lo pensó dos veces y fue corriendo hacia ella lo más rápido posible para que no terminara de caer de rodillas. La tomó por los hombros y, como pudo, la ayudó a levantarse y caminar hacia la puerta para subirla al auto.

Necesitaban ir al hospital con urgencia, y en eso estaban; los minutos se hicieron eternos para Paulina ya que el dolor no cesaba.

Resiste, amor, resiste. —decía su esposo tomándola de la mano, lo cual se le hacía un poco difícil, ya que él estaba conduciendo y su esposa estaba acostada en los asientos traseros, gritando de forma ahogada y gimiendo del dolor— Aguanta, sólo aguanta. —le pedía mientras que ella apretaba su mano con fuerza, apretando los dientes, estaba respirando con dificultad.

Todo la estaba atemorizando, jamás pensó que el labor de parto fuera a ser así, tan... Extraño.

Paulina, al igual que Walter, su esposo, sólo le pedía a Dios, mentalmente, que lograrán llegar a tiempo a su destino.

Sin Dios... Nada Somos.© |🔛| Historia Cristiana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora