No puedes fiarte de un hada.
Las palabras de su padre resonaron en su cabeza con dolorosa claridad mientras atravesaba el pasillo en penumbras y se alejaba del salón. Él tenía razón, como siempre.
Gwyn Ap Nudd había dejado ese apestoso olor en su manto porque él se había llevado a Caer, aunque no sabía por qué.
En cualquier caso, Oengus pensaba recuperarla. Perseguiría a ese repugnante duende hasta el centro de la tierra si era preciso pero devolvería a la chica, sana y salva, a su mundo antes de que dieran las doce.
Pero resultó que no tuvo que ir tan lejos. Al final del pasillo, unos fuegos habían prendido en las paredes dibujando el contorno de la puerta que daba al mundo mortal. En el polvoriento dintel de esta, se recortaba la figura alargada de Gwyn apoyada sobre él; aún sostenía la copa dorada que resplandecía en su mano.
El dios se paró a cierta distancia, clavando en el otro sus ojos esmeralda oscurecidos por la furia.
—¿Dónde está?
—En el reino de Anwnn.
—¿Has llevado a Caer a Anwnn? ¡¡ ¿Por qué?!!
Gwyn Ap Nudd soltó una carcajada histérica, agitándose como poseído por un ataque.
—¿Cómo se os ocurrió traer a una mortal a este lugar? —Se encogió de hombros con una mueca burlona—. ¿De verdad creíais que ese harapiento manto podría ocultarla? Su presencia alteró tanto a la Cacería que no tuve opción más que entregársela...
Las piernas del joven temblaron ante esa idea, pero arremetió fingiendo seguridad.
—¡Está prohibido que la Cacería Salvaje devore almas humanas! ¡Aunque sea Samhain!
—Solo en la superficie —Apuntó el otro—. Esa prohibición no se aplica si la victima ya está en Anwnn.
>>. Entonces, es un sacrificio valido.
¿Sacrificio?
La respiración se le atascó mientras trataba de recordar si eso era verdad. Pero no lo sabía. Las hadas eran expertas en encontrar los puntos flacos en las prohibiciones para así eludirlas, de modo que podía serlo.
Lo de la Cacería... ¿sería ese el problema por el que su padre le buscaba antes? Si eso era cierto entonces... ¿Caer estaba realmente en Anwnn?
¡No, no! Ese lugar es...
—Solo es una humana —comentó Gwyn con ligereza. Oengus dio un paso hacia él movido por la ira que lo estaba invadiendo pero entonces algo le paralizó.
La culpa. Porque aquello era su culpa. Si hubiera sacado a Caer de la fiesta antes nada de eso habría pasado.
—Si tanto la queréis... —El dios alzó la mirada de inmediato. Una afilada línea blanca en mitad de las sombras le indicó que el otro sonreía al tiempo que jugaba con su copa—; podéis ir a Anwnn y reclamársela al rey.
Sin duda, algo turbio empañaba esas fáciles palabras.
—Presentarme allí para reclamarla... —murmuró para sí, aunque sabía que el duende escuchaba expectante—. Esos modos podrían no gustarle al rey.
Una nueva risita que terminó con un aullido de júbilo le confirmó que llevaba razón. Nada excitaba más a un hada que los conflictos y el caos; eso era lo que Gwyn había pretendido desde el principio.
Quizás les había estado observando en la fiesta, se había dado cuenta de lo mucho que Caer le importaba y aprovechó su falta de cabeza al dejarla sola, para llevársela y así forzarle a ir hasta Anwnn... No quiso ni preguntarse lo que pasaría si accedía a ir.

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Festín de Dioses
FantasyNovela Corta. Fantasía . Oengus, el joven dios del amor de los celtas, no soporta las antiguas tradiciones de su pueblo. Él prefiere vivir entre los mortales y divertirse pero, por desgracia, es la noche de Samhain y le toca volver a las profundida...