Primera parte.

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Debería de haber huído de allí lo más rápido que pudo. Pero no, ¿para qué?

Oía como era rodeado por los enemigos, sin inmutarse. Norte, Sur, Este y Oeste, estaba plagado de la mísera existencia de aquellas basuras.

No le molestó en lo absoluto. Su cabeza yacía baja, mechones de su rojizo cabello tapaban su perdida mirada hacia el suelo, o más bien, hacia el cadáver que yacia a sus pies; sus brazos estaban estáticos al lado de sus caderas, anhelando el momento de tomar con ligereza las armas que traía debajo de la gabardina negra, justamente en el cinturón que sostenía sus pantalones.

Y entonces, su habilidad lo predijo.

Era acribillado por cientas, tal vez incluso miles de balas a la vez, en un sin fin de ocasiones.

Oh, su poder de habilidad, lo amaba. Estaba completamente extasiado, deseaba con todas sus intenciones: matar, matar y matar. Matarlos a todos.

Se mentalizó una sola cosa antes de comenzar con aquella masacre.

Su jefe estaría orgulloso. Estaría plenamente orgulloso de él, tal vez incluso le daría un premio o incluso lo ascendería de rango, si tan solo eso era posible. Puesto a que estaba en lo más alto.

Sakunosuke Oda, uno de los ejecutivos más experimentados, despiadados de la Port Mafia, estaba entre la espada y la pared. O eso diría cualquier estúpido novato que lo viera en una semejante situación como esa.

Sabía que perfectamente estaba todo bajo control, había enfrentado situaciones similares a la que actualmente se encontraba con demasiada frecuencia, pues, su cabeza valía millones de yenes.

Sakunosuke tuvo un plan.

Levantó sus brazos lenta y cuidadosamente, posó sus manos detrás de su cabeza, también, se arrodilló hacia el cuerpo sin vida del líder de aquella patética organización, como si estuviera implorando, en silencio, por su propia vida.

Oyó como algunos de los hombres a su alrededor se le acercaban con sigilo, incluso, podría jurar, como otros bajaban la guardia, riéndose, quitando las armas de su fervoroso objetivo; él.

—Pedazos de mierdas, inservibles. —murmuró por debajo, casi inaudible para los otros oídos humanos.

El enemigo más cercano a él, novato de primera, quedó helado y cuestionándose qué carajos había dicho, pero, ¡ah!, ya era demasiado tarde para reaccionar. Sakunosuke le colocó su propio revólver, literalmente, en la boca, y sin pensarlo dos veces, se escuchó el ¡bang! de aquél primer disparo que daría inicio a una de las misiones más sangrientas que habría completado.

El espectáculo había comenzado, el sujeto cayó de espaldas con la quijada hecha pedazos, el agujero detrás de su cabeza era enorme, lo dedujo inmediatamente por la cantadidad de sangre que inmediatamente comenzaba a salir, formando un charco de sangre. Quedó facinado por la efectividad de aquél disparo y lo brutal que fue aquello, sin dudarlo, se llevaría semejante belleza consigo.

Todo había salido perfecto, los demás a su alrededor estaban temblando, y apenas había matado a uno, su curiosidad despertó, cuestionándose a sí mismo; “¿el último de pie, quedará loco de remate, o se suicidará frente a mis ojos?”.

No les dió tiempo a reaccionar.

En un abrir y cerrar de ojos, el rojo de su cabello, también estaba plasmado en aquél suelo. Ah, carajo. Se había olvidado de algo. De dejar alguno vivo para quitarle información, aunque no era realmente necesario, ahora que lo pensaba. El líder y sus subordinados, estaban todos muertos. Pensó que hasta incluso algún desconocido lo querría poner a prueba a él, pero no le dió la importancia suficiente.

El hombre de aproximadamente unos treinta años agarró una cajetilla de sus cigarros favoritos dentro de uno de los bolzillos de su gabardina, sacó uno de aquella caja y se lo colocó en la comisura de sus labios. Necesitaba fuego. Tanteó uno de los bolsillos de su pantalón por si tenía algún encendedor, afortunadamente allí estaba; lo sacó del bolsillo y se lo llevó a la punta del cigarro prendiendo este. Dió una profunda pitada, comenzando a fumar, soltándolo todo, relajándose como si no hubiera ocurrido absolutamente nada.

Por casualidad, llevó una de sus manos hacia su pómulo derecho puesto a que sintió una extraña sensación entre dolor y comenzón. Algo lo rozó, y ni él mismo supo el momento en el que eso ocurrió. Tocó aquella "herida" y luego quitó su mano de allí, para ver si era sangre o algún otro líquido. Y afirmativo, la roja sustancia allí estaba. Sin duda alguna maldijo al inútil que falló, no veía la hora de irse de este mundo de mierda.

Sin dudarlo, merecería un descanso tras tanta inutilidad proviniendo de sus enemigos asesinados.

 EROS  -  odazai fic. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora