Cuarta Parte.

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El de hebras rojas no habló. Su mirada era incrédula, perdida en el ya anaranjado cielo y la belleza de sus esponjosas acompañantes, las nubes.

—Yo... — Fue interrumpido apresuradamente por el castaño. Quien, al parecer, lucía molesto y preocupado a la vez.

—No te excedas. No quiero perder a un valioso peón.

Oh, aquello. Lo dejó estático, incluso más de lo que ya estaba. Su pecho, por alguna razón, sintió que daba grandes brincos. Era su corazón, ¿tal vez sería una pequeña taquicardia? ¿O se había emocionado? ¿O estaba impresionado al oír aquellas palabras? No sabía cuál respuesta era la correcta.

—Mis disculpas. —Alcanzó a decir.

Casi instantáneamente, obtuvo una rápida contestación del otro.

—Ah. ¿Te disculpas? —El muchacho de las vendas en ningún momento perdió la paciencia, ni mucho menos la calma con la que lo había enfrentado al inicio. Era terrorífico. —¿Crees que eso es suficiente?

El otro solo se limitó a no decir ni una palabra. Sabía que si hablaba se formaría un gran drama, caso que querría evitar a toda costa.

—Cuando intente suicidarme, y tú te preocupes, también te diré: “Lo siento, Odasaku”, y luego me iré. —Apoyó su taza de café en la mesa de vidrio que tenía delante de él.

El mayor llevó su diestra a su rostro, cansado, tocó sus cienes, una con el pulgar, y la del otro lado con el dedo del medio, masajeando un poco aquella zona. —Aquí vamos de nuevo. —mencionó hacia sus adentros.

—No debería preocuparle mi bienestar, solo soy un perro más. —Sakunosuke se enderezó, tenía planeado irse. No aguantaría el berrinche de su líder. —Usted mismo lo mencionó cuando asumió al trono.

Aquellas palabras cayeron como una incesante lluvia de dagas hacia Dazai. Sabía a qué se refería exactamente el mayor. Chasqueó su lengua. Se levantó abruptamente del sofá.

—Odasaku. —Le llamó, había perdido un poco la compostura. Su pecho, todo su ser ardía. Solo con aquél hombre le sucedían cosas que él mismo no podría darle alguna explicación lógica.

El mencionado dirigió su visión hacia el otro. El café y el azul se fulminaron entre sí durante unos cortos segundos. Uno de los dos rompió el silencio. El más bajo corrió hacia posicionarse delante del otro, como si estuviera prohibiéndole el paso para que se fuera y no pudiera huir de allí.

—¿Porqué te cuesta tanto entender que lo que hice, fue por protegerte a ti?

–El otro solo le miró a los ojos, sin musitar una palabra.

—Nunca dices nada, ¡siempre es lo mismo, o te vas o me ignoras! —Dazai apretó sus puños.

—... —Sakunosuke suspiró pesadamente, oh, aquí iba de nuevo.

—... ¡Dí algo, maldita sea! —No aguantó más, estaba sufriendo de una forma que no había extrañado en lo absoluto. El silencio del otro lo estaba torturando de la manera en que más odiaba.

—... Yo no te pedí que me protegieras. —Largó sin más, completamente desinteresado en el actual tema de conversación.

Ahora era Dazai quién estaba estático. Mordió su labio inferior con fuerza. Llevó su zurda hacia su pecho, agarrando sus ropas, presionando con suma fuerza la misma, como si estuviera jalándose a sí mismo.

—Solíamos ser amigos... Incluso tú mismo lo decías, que era tu único amigo, que fui la única persona que pudiste llamar de esa manera tan especial para ti... —Dirigió sus manos hacia el rostro del más alto, posando sus manos en sus mejillas haciendo que el mayor no dejara de mirarle en ningún momento. —¿Porqué eres tan frío y cruel conmigo...?

Aquella cuestión resonó como eco en su cabeza una y otra vez, incansablemente.

—Morí aquella vez, junto a los niños. —El inexpresivo hombre levantó un poco su ceño, no le quitó la mirada a su líder en ningún momento.

Dazai comprendía el motivo del comportamiento del otro con solo aquella frase.

—Aquella venganza casi te cuesta la vida, estoy seguro que eras consciente de eso.

—Lo era. —contestó al unísono.

—Eres un maldito egoísta. —escupió. —¿No crucé por tu cabeza una vez siquiera?

—Sí. —Admitió a secas, no quería ponerse sentimental.

—Entonces... ¿No te importé? —Se le dificultó el habla, dijo aquello con un nudo en la garganga. Carraspeó tras decir aquello, ¿cómo ha de ser posible que solo un hombre, despierte tanta emoción en alguien tan frío como lo era el mismo Dazai?

En el lugar inundó un nuevo silencio. Hasta que esta vez Oda fue quién lo rompió. —Confiaba en que harías lo correcto en el caso de que yo falleciera.

—¿Hacer lo correcto...? —Repitió aquellas palabras con cierta duda. Entrecerró sus ojos y bajó su mirada.—¿Crees que lo correcto hubiera sido volar mis sesos y morir... junto a ti?

Odasaku frunció el ceño. Una extrañeza en su estómago le incomodó. Sus manos se dirigieron a las delgadas muñecas del delgado hombre de vendas blancas y las sostuvo con un tanto de fuerza inconscientemente. —¿Acaso estás al tanto de lo que me estás diciendo?

—Por supuesto. —sonrió, como si estuviera por alguna razón, feliz. —Mi mayor sueño es morir en un suicidio doble junto a una beeeella damisela. —Agregó, bromeando. —Aunque tampoco me hubiera importado morir a tu lado.

El pellirojo suspiró y frunció un poco más, si era posible, su ceño y soltó el agarre en el otro, le había hecho una de sus bromas y había caído. Otra escena más, otro drama agregado a la tan laaarga lista. No lograba diferenciar cuándo hablaba en serio y cuándo no. Se sentía estúpido.

—¿Crees que debería ser actor? —Declaró el más joven.

Aquello lo desconcertó de cierta manera. —¿Todo este show fue parte de una broma?

El otro solo asintió con la cabeza en reiteradas ocasiones, sonriéndole. Llevó sus brazos detrás de su cabeza y  dirigirse hacia domde estaba su merienda, divertidamente, a pasos largos, de robot. El mayor solo lo siguió con la mirada. Se sentía frustrado, su estrés había crecido demasiado rápido, pero también, así como creció, descendió fácilmente cuando su superior le mencionó que se trataba de una broma, y una de muy mal gusto.

 EROS  -  odazai fic. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora