Capítulo 7

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FAMILIA

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FAMILIA

Como si les faltara una última confirmación para que se marcharan, un gruñido rebotó entre los árboles. Iza sintió la sangre abandonar su rostro en ese mismo minuto, antes de que sus instintos de supervivencia la sacaran de su estado inmóvil y la hicieran correr. No estaba segura de que la salida de la reserva estuviese en la dirección que había tomado, pero lo primero era alejarse del animal.

Si bien ya había comenzado a anochecer, la cantidad de árboles que cubría los últimos rayos del sol oscurecía el lugar mucho más rápido. Iza solo veía ramas y troncos por doquier, no podía encontrar a Derek. Esperaba que también hubiera decidido irse corriendo.

—¡Iza, no te detengas! —exclamó él poco después.

En un intento por hallar el origen de su voz, la mujer miró hacia atrás, solo para ver cómo una figura enorme y negra se movía entre los árboles. Sin duda, no debió haberse volteado. El pánico la atacó: sirvió como un motor para lograr que corriera más rápido, pero también aumentó su miedo. A medida que se adentraba al bosque, menor era su visión. Aquel no era su terreno; el de la bestia, sí.

—¡Sígueme! —pidió Derek, aunque para Iza fue como si los árboles le hubieran hablado.

—¡No te veo! —respondió Iza mirando a ambos lados sin dejar de correr. No sabía en qué dirección estaba yendo ni en cuál se encontraba Derek.

Sintió una mano cerrándose sobre su antebrazo y tirando de ella hacia adelante. La poca luz le permitió ver el rostro de Derek, a lo que Iza suspiró de alivio. Al menos no moriría sola. Él, sin dudas, era más rápido, pero por un instante llegaron a tener el mismo ritmo. Derek entonces soltó su brazo, para sujetarla por la mano en su lugar.

Los rugidos no se detuvieron, ellos tampoco. Iza no tenía idea de si Derek sabía hacia dónde estaban corriendo, pero solo le importaba estar lejos de la criatura que quería tenerlos para cenar. De un momento a otro, los árboles se terminaron para dar lugar a un espacio abierto donde predominaba una enorme casa. Iza solo soltó su mano una vez que estuvieron en el interior de la vivienda.

Ninguno de los dos decía nada, solo estaba el sonido de la noche y sus respiraciones agitadas. Entonces, un aullido hizo callar todo lo demás. Iza sintió un terrible escalofrío por su cuerpo; Derek, en cambio, soltó un gruñido. Mientras ella temía por su vida, tenía la impresión de que él estaba —más bien— fastidiado por que un lobo interrumpiera su búsqueda.

Iza estaba intentando calmarse a la vez que Derek observaba por la ventana, quizá buscando al animal. Era algo difícil, pues no había mucha luz. Pocos minutos transcurrieron, y ninguno de los dos vio señales de que el lobo los hubiera seguido hasta la casa. Derek abrió la puerta principal y salió, seguido por Iza, quien había visto un problema: estaban en medio del bosque y aún debían regresar al auto.

Night Howls | Derek HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora