Capítulo 8

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PISTAS

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PISTAS

Intentó observar por la ventana, pero las gruesas cortinas no permitían ver nada en absoluto. Iza se apartó un poco de la puerta principal y observó el entorno. Había otra puerta, que conducía —probablemente— al patio trasero del hogar, así que decidió caminar hasta allá y llamar una vez más. No obstante, en cuanto sus nudillos tocaron la superficie de hierro, esta respondió con un chirrido que le mostró que ya estaba abierta.

Algo reticente al inicio, la investigadora asomó la cabeza para encontrarse con un pequeño patio. Estaba cubierto de muchas hojas, parecía que no había estado nadie en casa por mucho tiempo. Junto a la puerta que daba al interior de la vivienda había una mesa redonda con una sola silla. Sobre ella reposaba una taza, en cuyo interior aún quedaban partículas de café. La taza también funcionaba como pisapapeles de un sobre con una hoja a medio quemar. Toda la información que el sobre aportaba era que parecía provenir de Boston.

Iza, entonces, notó que alrededor de la mesa había vestigios de cenizas y trozos quemados de papel que no habían sido destruidos completamente por el fuego. Dedujo que Eleonor no quería que nadie leyera el correo que había recibido. Sin embargo, debajo de la taza estaba una foto que aún podía ser útil: solo la mitad estaba maltratada. Se trataba de la foto de una mujer joven, cuyos ojos, parte de su nariz y labios eran aún visibles. Era rubia y de ojos marrones. Por lo poco que había visto, no sabía decir si era familiar de las Katsaros, pero no había mucho parecido entre ellas.

Viendo que la puerta hacia el interior sí estaba cerrada con llave, Iza decidió no continuar tentando a su suerte y salió de la propiedad de Eleonor. Ya había arriesgado su nueva licencia de investigadora si alguien la veía entrando a aquella casa.

El rostro de la fotografía no paraba de reproducirse en su mente durante el camino de regreso a la oficina. Esperaba dos cosas: descubrir quién era y hallar una conexión con el caso. Jonah tenía gente en el Departamento de Policía que podría ayudar a identificar más rápido a la chica, pero Iza dejó aquella opción como un plan de respaldo. En su lugar, el internet sería su herramienta. Una vez que escaneó la foto —o lo que quedaba de ella—, empezó a buscar en línea con la esperanza de hallar algún resultado.

Sutton Yates era el nombre que acompañaba a la foto de un perfil en Facebook. Era la misma que Iza había hallado en la casa de Eleonor... pero completa. Parte de la información que pudo conseguir fue que debía tener unos veintiocho años (según el año que nació), era fotógrafa y vivía en Nueva York. No había una relación aparente entre ella y ninguna de las Katsaros, así que era mucho más intrigante para Iza saber por qué alguien enviaría su foto a Eleonor.

—Jonah, ¿crees poder darle un nombre a tu contacto en la policía? —inquirió Iza, observando la pantalla de su portátil—. Sutton Yates.

—¿Yates? —Repitió—. ¿Por qué me suena ese nombre...? —murmuró para sí mismo, antes de regresar a sus carpetas. Después de rebuscar durante unos minutos, caminó hasta el escritorio de Iza y le entregó unos papeles—. Fue hace unos tres meses. Una mujer llamada Sutton Yates me contrató para que investigara a su novio. Tuve que volar hasta Nueva York para hacer el trabajo.

Night Howls | Derek HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora