Capítulo 3

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LUNA

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LUNA

Las dos detectives esperaban, pacientes, en el auto de Victoria. Apenas había caído la noche, pero ellas llevaban todo el día vigilando el futuro centro comercial. Para su sorpresa, el viernes llegó demasiado pronto, lo cual les dejó poco tiempo para pensar en lo que harían esa noche. Una cosa era cierta: la policía no formaba parte del plan.

La idea había quedado desechada varios días antes. El consejo del sheriff Stilinski estaba grabado en la mente de su hija, el cual terminó por convencerla de que los oficiales ayudarían menos de lo que entorpecerían el rescate de Luna Bellandi. Así que se abstuvieron de aportar su evidencia al caso de la desaparición de la adolescente, solo si su plan no daba resultados pedirían ayuda.

Aún puedes irte —dijo Victoria, interrumpiendo el silencio que reinaba entre ellas.

—Bromeas, ¿cierto? —respondió Iza, bufando—. No pensaba echarme para atrás, mucho menos ahora. Quedaste atorada conmigo el día que pediste ayuda.

A pesar de la creciente oscuridad de la noche, la joven pudo notar en Victoria el atisbo de una sonrisa.

—Te debo una —comentó, aceptando que no estaba sola.

—Siempre puedes darme tus mejores casos de la oficina —contestó Iza, encogiéndose de hombros.

Victoria terminó su café, dejando el recipiente vacío en el portavasos en medio de ellas.

—Pensaba que estabas en proceso de crear tu propia oficina de investigaciones —comentó con tono casual.

Con la mirada hacia la calle desierta, Iza asintió.

—Debo pagar la remodelación —Se limitó a responder—, aún no planeo irme de S. F.

Antes de que la charla pudiera seguir, las luces de un vehículo aparecieron en la entrada del centro comercial, llamando la atención de las investigadoras. Tomaron sus binoculares y observaron a un apresurado Leo subiéndose en la parte de atrás de aquella furgoneta. Pronto aceleró y continuó con su camino.

—Plan en marcha —masculló Victoria tras encender el auto, pero no sus luces.

Desde una distancia aceptable, y esperando no sufrir ningún accidente, empezaron a seguir a la furgoneta. Aun siendo San Francisco una gran ciudad, Iza se extrañó al ver calles cuyos nombres jamás había escuchado, y al ver cómo los edificios desaparecían para dar lugar a un espeso conjunto de árboles junto a la carretera.

Después de varios minutos conduciendo, la furgoneta se detuvo en lo que parecía el medio de la nada. Iza y Victoria decidieron quedarse un par de metros atrás para no ser vistas, algo que era sencillo dada la poca iluminación. Solo la luz de la luna caía sobre ellos. Apenas había comenzado a salir, pero estaba hermosa. Era luna llena.

Night Howls | Derek HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora